ACTO TERCERO - VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII

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Escena VI

CLAUDIO, POLONIO, OFELIA

CLAUDIO.- ¡Amor! ¡Qué! No van por ese camino sus afectos, ni en lo que ha dicho; aunque algo falto de orden, hay nada que parezca locura. Alguna idea tiene en el ánimo que cubre y fomenta su melancolía, y recelo que ha de ser un mal el fruto que produzca; a fin de prevenirlo, he resuelto que salga prontamente para Inglaterra, a pedir en mi nombre los atrasados tributos. Acaso el mar y los países diferentes podrán con la variedad de objetos alejar esta pasión que le ocupa, sea la que fuere: sobre la cual su imaginación sin cesar golpea. ¿Qué te parece?

POLONIO.- Que así es lo mejor. Pero yo creo, no obstante, que el origen y principio de su aflicción provengan de un amor mal correspondido. Tú, Ofelia, no hay para que nos cuentes lo que te ha dicho el Príncipe, que todo lo hemos oído.


Escena VII

CLAUDIO, POLONIO

POLONIO.- Haced lo que os parezca, señor; pero si lo juzgáis a propósito, sería bien que la Reina retirada a solas con él, luego que se acabe el espectáculo, le inste a que la manifieste sus penas, hablándole con entera libertad. Yo, si lo permitís, me pondré en paraje de donde pueda oír toda la conversación. Si no logra su madre descubrir este arcano, enviadle a Inglaterra, o desterradle a donde vuestra prudencia os dicte.

CLAUDIO.- Así se hará. La locura de los poderosos debe ser examinada con escrupulosa atención.


Escena VIII

HAMLET Y DOS CÓMICOS

Salón del Palacio.

HAMLET.- Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros Cómicos; más valdría entonces dar mis versos al Pregonero para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. A mí me desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera, que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y desgarra los oídos del vulgo rudo; que sólo gusta de gesticulaciones insignificantes y de estrépito. Yo mandaría azotar a un energúmeno de tal especie: Herodes de farsa, más furioso que el mismo Herodes. Evita, evita este vicio.

CÓMICO 1.º.- Así os lo prometo.

HAMLET.- Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe guiarte. La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que más se oponga al fin de la representación que desde el principio hasta ahora, ha sido y es: ofrecer a la naturaleza un espejo en que vea la virtud su propia forma, el vicio su propia imagen, cada nación y cada siglo sus principales caracteres. Si esta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de los ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya censura debe ser para vosotros de más peso que la de toda la multitud que llena el teatro. Yo he visto representar a algunos Cómicos, que otros aplaudían con entusiasmo, por no decir con escándalo; los cuales no tenían acento ni figura de Cristianos, ni de gentiles, ni de hombres; que al verlos hincharse y bramar, no los juzgué de la especie humana, sino unos simulacros rudos de hombres, hechos por algún mal aprendiz. Tan inicuamente imitaban la naturaleza.

Hamlet - William ShakespeareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora