Capítulo 10

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Capítulo 10

Faldas exóticas y pestañas postizas


Encendí la música en mi móvil, conectada a un altavoz  mientras cargaba la playlist, recogí mi pelo con una coleta y comencé a calentar el cuerpo, tras responder un par de mensajes de mis amigos.

Estaba decidida a cambiar lo que más odiaba de mí; mi cuerpo. Ya había elaborado una rutina completa para hacer todos los días, sentadillas, correr, plancha...Todo lo que hiciera falta para tener un cuerpo envidiable, que se giraran a mirarme.

Mi mamá abrió la puerta repentinamente.

-Hija, ¿vas a hacer ejercicio?-arqueó una ceja, asomando medio cuerpo.

-Sí mamá.-respondí calentando mis tobillos.

-A lo mejor yo después hago un poco de ejercicio.-sonríe.

-Sí, seguro, eso lo llevas diciendo desde la semana pasada y nada, que no empiezas.-subo el volumen de la canción desde mi móvil.

-Está vez si es enserio.-saca la lengua y cierra la puerta.

Niego con la cabeza y retomo el calentamiento y camino hacia el espejo pegado al lado de la puerta, veo mi reflejo.

No me había cuidado a decir verdad, mis piernas estaban flácidas, las sentía con mis propias manos, pasándolas desde abajo hasta mi pequeña cadera y mi ancha cintura, se asomaba una barriga grasienta.

Estaba claro que llegaría a un punto que ni me podría reconocer en el espejo, tantos findes sin salir, pasándolos encerrada en mi habitación rayando papeles y comiendo hasta reventar mientras me deleitaba con algún clásico del cine, como La Naranja Mecánica, u obras literarias mágicas, como Cien Años de Soledad.

Sobé mi brazo y subí a la bicicleta estática, en medio de la habitación decorada con más máquinas de resistencia y cardio, estiré mi cuello a la derecha y luego a la izquierda, apreté con fuerza los manillares, incliné mi cuerpo hacia adelante y comencé lo que venía siendo, una larga tarde.



Pasó un mes desde que empecé a ejercitar cada músculo de mi cuerpo, apenas podía ver una mejoría en cada uno de mis defectos que siempre me atormentaban en público, cuando me probaba unos pantalones, e incluso cuando ojeaba algún que otro chico.

Acomodé mi cabello una vez más, antes de salir al Mc'donals, y reencontrarme con uno de mis mejores amigos, César, quedamos para contar nuestras anécdotas más raras, narrar nuestras pequeñas aventuras con amigos, robando un carrito de la compra o incluso cambiándonos de ropa en público.

-Adiós mamá.-me despedí, sabiendo que no tendría una respuesta, cogí los audífonos azules de la encimera de madera y abrí la puerta mientras cambiaba de canción, empezaría a sonar Spanish Sahara, de Foals, revisé por última vez que tuviera mi cartera, mis llaves y mis polvos, imprescindibles; cerré la puerta a mis espaldas y pedí el ascensor, me llevó hasta el piso 0, una vez ahí caminé hasta el metro, a unos quinientos metros de mi casa, bajé rápidamente por las escaleras de cemento, dejando que el aire caliente del metro me despeinara, acomodé mis gafas y saqué de mi cartera mi billete de diez viajes, a estas horas el metro se llenaba de pequeñas aglomeraciones de adolescentes, sedientos de polvos por una noche, de bailar hasta que sus cuerpos aguantaran, la gran mayoría iba en dirección a Sol, Chueca, quizás a alguna discoteca para menores, bajé las escaleras mecánicas y caminé hasta el final del andén, el metro estaba cerca, solo quedaban dos minutos para que apareciera por el túnel oscuro.

Apreté mi bolso marrón entre mis pequeñas manos, ojalá pudiera tener la confianza de aquel grupo de pivones, vistiéndose con faldas exóticas y pestañas falsas, con tacones carísimos y un cigarrillo acomodado detrás de la oreja; se reían, la morena del grupo me señaló con la cabeza y dos rubias se giraron a mirarme, mi cuerpo se estremeció y aparté la mirada y busqué contar los ladrillos de la estación, al girarme otra vez hacia el grupo, una de ellas siseó un comentario, mirándome con repulsión, las demás echaron unas carcajadas criticándome con la mirada, el sonido del tren empezó a emerger y al fin pude sentirme segura, escondida detrás de los vagones entrando a toda prisa, subí al último de todos, dándole la espalda al grupo de chicas del otro andén, se puso nuevamente en marcha tras cerrar las puertas después de que una mamá con su hijo corrieran a subirse.

No tuve que esperar demasiado, eran tan solo cuatro estaciones para llegar al restaurante, abarrotado de gente a estas horas, a las nueve de la noche, cuando todos salían de copas, buscando una distracción de la realidad en los fondos de decenas de cubatas.

A la salida del metro entré rápidamente por las puertas góticas y caminé por el mármol del recinto, hacia arriba, donde estaría César esperándome; estaba sentado mirando a través de la ventana, no pude no esbozar una sonrisa al verlo así tan elegante como siempre lo era, con su reloj y su polo blanco.

-Por fin te dejas ver.-digo sonriendo de oreja a oreja.

-¡Alicia!-sonríe y se lanza a abrazarme, me rodea con sus brazos y me levanta del suelo, dejándome con una bocana de aire.

-César...me estas asfixiando.-le doy pequeños golpes en el hombro y ríe.

-Perdón, es que estoy muy emocionado de volver a verte, ¿cuándo fue la última vez que quedamos nena?-pregunta sentándose nuevamente, hago lo mismo, dejando mi bolso encima de la mesa con dos mc'menús.

Bufo.

-Cuando era delgada.-río y él niega sonriendo.

-Tampoco estas tan mal.-se encoge de hombros y pega un mordisco a su hamburguesa.- ¿cuarto de libra, acerté?-pregunta limpiándose los labios con una servilleta.

-Sí, si no lo hacías, te habría matado.-abrí los ojos y despegué el papel de la hamburguesa aún caliente.

-¿Y cómo estás? ¿Qué cuentas?-toma un sorbo de gaseosa.

-Ya sabes que yo no salgo mucho, prefiero quedarme en casa, de momento...-mordí una patata frita-no hay nada nuevo en mi vida, todo sigue como siempre.-tan aburrido y ajeno al resto.

-Pues he ido a bastantes fiestas últimamente, ¿te acuerdas de Sara?-manotea.

-Sí, ¿qué ha pasado con ella?

-Pues que me la follé.-responde riéndose, niego con la cabeza y seguimos hablando hasta que nos dolían las tripas de tantas risas, recordando nuestros mejores momentos juntos.

Mi móvil sonó, vi la pantalla, era Nora.

Alicia, ¿podemos hablar? Te necesito.

Cambié mi rostro por completo.

-¿Pasa algo?-pregunta ladeando su cabeza.

-Es una amiga, Nora, ¿te he hablado de ella?-cuestiono desbloqueando mi móvil.

Niega con la cabeza, frunciendo el ceño.

-Es una nueva amiga, es muy dulce, si la conocieras te enamo...-no terminé la frase, César me miraba con incertidumbre.

-¿Qué? ¿Me enamoraría de ella?-se cruza de brazos, apoyándose en la mesa.

-Sí.-respondo, sorprendiendo a mí misma.

-¿A ti ya te ha pasado o qué?-frunce el ceño y se recuesta sobre la silla.

-No, pero...-no termino la frase una vez más y César, comienza a sospechar, como yo.

-Alicia...¿Te gusta Nora?

No pude responderle, un nudo en la garganta me lo impedía.

She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora