Capítulo 19
Incontables copos de nieve caían sobre mi lengua, apenas podía abrir los ojos para ver la nevada que se imponía, el coche de mi padre era tan blanco como los árboles que antes eran verdes.
- ¡Alicia, no te separes de tu hermano! -advierte mi madre desde la ventana, asiento con la cabeza, refunfuñando, ojalá no fuera tan pesada conmigo y me dejara respirar por un momento.
- ¡Vamos Alicia! -grita mi hermano poniéndose el gorro, era tan alto que tenía siempre que mirar hacia arriba, ¡casi a la altura del cielo! Saco mi bicicleta con ruedines del jardín delantero, con esfuerzo la saco a la calle, cierro la puerta con mis dos manos envueltas en guantes.
- ¡Espérame! -grito a la vez que veía a mi hermano alejarse sobre su bicicleta grande sin ruedines, mi corazón empieza a latir a mil por hora, me subo rápidamente a la bicicleta y trato de seguir su ritmo, pero mis pequeñas piernas no pueden seguir su paso, grito su nombre más de una vez, él hace caso omiso de mí, hasta que toco el timbre más de las veces que grité su nombre asustada de perderme por esa calle que no conocía, apenas conocía el parque que quedaba cerca de mi casa donde iba a columpiarme con mi madre y a pasear con mi padre, a comer un helado en verano, y a ver perritos correteando.
-Vas muy lento. -refunfuña.
-Joe, lo siento, es que no soy tan rápida como tú. -mire hacia el suelo, habían echado sal, no sé por qué.
-No importa, estamos ya casi a una calle, cogemos el turrón y el bizcocho de la abuela y regresamos pitando, que ya casi llega Papá Noel. -sonríe de oreja a oreja, esta vez va más lento, pedaleando a mi lado.
-Antes casi me caigo, por tu culpa. -me agarro con fuerza al manillar, tratando de no desviarme. No responde y al llegar a la gran puerta negra, llega al telefonillo del portal sin esfuerzo alguno, yo cuando quiero tocar el timbre tengo que ponerme de puntillas para llegar a alguno de esos botones.
- ¿Hola? -descuelga el teléfono mi abuela.
-Hola abuela, venimos a por la comida, ábrenos. - se balancea sobre sus talones.
- ¿Y yo qué? -ríe y después se escucha un pitido, mi hermano empuja la puerta y me deja pasar primero con mi bicicleta, limpio mis botas en el tapete de la entrada, camino hasta las escaleras, me giré a ver a mi hermano, para ver que hacía.
-Dejemos las bicicletas aquí. -saca la pata de cabra de la bicicleta y la apoya al lado de la pared, imito sus movimientos y lo sigo hasta al ascensor, al entrar solo logro ver mi gorro, me acerco al espejo y me pongo de puntillas, sonrío y veo a mi hermano, que rodaba los ojos una vez más, saco la lengua ya cuando subimos hasta el quinto piso y huelo el bizcocho calentito.
Al entrar, voy corriendo hasta la cocina, donde encuentro a mi abuela de pelo blanco sacando el bizcocho del horno.
- ¡Abuela! -estiro mis brazos sonriendo y ella me alza del suelo.
- ¡Que mayor estás! ¿Ya cuántos años tienes?
-Seis, siempre se te olvidan. -llevo mi mano a la cabeza, negando.
-Tienes razón, soy muy olvidadiza. -se ríe y me deja en el suelo, quejándose un poco. - ¿y mi otro nieto, cuántos añitos tiene ya? -lo abraza, y mi hermano se pone rojo como un tomate.
-Tengo diez, abuela. -se aparta de ella y mira al bizcocho.
- ¿Tenéis hambre? -pregunta acomodándose las gafas en su nariz puntiaguda, tiene un montón de arrugas por toda su cara, y una pequeña barriga, no tan grande como la del abuelo, pero se parecen un poquito.
ESTÁS LEYENDO
She.
Romance¡Dime como vivir sin tu melena y tus chistes! ¡Como respirar sin tus manos y tus cosquillas! Y dime, como vivir sin ti y cada una de tus pecas, porque adorada Nora mía, créeme cuando te digo, que quiero una vida junto a ti, espera, ¿qué? ¡Y dime...