Unos ojos rojos.
Advierto que este capítulo será violento y puede herir la sensibilidad de alguien, si te afectan las escenas de violencia, por favor, no leas este capítulo.
Caminaba por una calle de Madrid, me envolví nuevamente con mis propios brazos, hacía frío y estaba caminando lo más rápido posible para llegar a las tres a casa, estaba todavía a cinco bares de mi hogar.
Escuchó a alguien patear una lata, que rebotó contra una papelera. Me giró y veo tan solo la sombra de la lata tambalearse en el pavimento, respiro hondo y trato de caminar más rápido, tratando de ir por las calles más iluminadas, el ruido cubriendo el silencio.
Casi corriendo, estoy llegando al final de la calle, cuando veo una sombra mucho más grande que la mía, con el corazón a mil, decido girarme, aunque no había nadie.
-Das asco.- giro sobre mis talones y me quedo inmóvil.
-¿Quién eres? –pregunto sin saber que esperar, con la mente en blanco, me quedé quieta mientras el silencio me susurraba a los oídos y el viento me despeinaba.
-Qué bonita.- siento una mano sobre mi cadera hasta la curva de mi cintura.
Me giro estrepitosamente y veo apenas unos ojos marrones, tan oscuros como el rincón donde me había atrapado. Traté de zafarme como pude.
-No me digas que no reina.- apoya su cabeza sobre la mía, y comienzo a temblar, sin saber que decir o hacer, pegada a unos ladrillos, sentí como sacaba algo de su bolsillo, y en un acto de desesperación, hice un golpe seco contra su entrepierna tras un manotazo.
-Yo no te quiero para un rato Alicia, te quiero para siempre.- salí corriendo como pude con los tacones pero sus brazos una vez más me envolvieron y estallé en llantos, tratando de correr, de huir de ese hombre de abrigo rojo, mis pies no se despegaban del suelo.- eres una mentirosa, diciéndome mentiras como siempre.
-¡Ayuda!- grité con todas mis fuerzas, lloraba a mares, tratando de encajar algún golpe en su rostro difuso en la oscuridad.
-Quiero ver ese cuerpito.- me alzó en un movimiento y corrió hacia la pared, cuando íbamos a chocarnos, me encuentro encima de una cama en el interior de un piso con él en una esquina mirándome.
-¡Que alguien me ayude, por favor!- di golpes a las paredes, gritando desesperada, me quité los tacones tan rápido como pude, antes de que llegara a rozar la cama, fui corriendo hasta la puerta cuando su brazo me cogió por el cuello.
-No te vas de aquí, déjame terminar.-muerde mi oreja, y sin poder alguno, me llevo hasta la cama, aun llorando, se estaba quitando los pantalones y camiseta.
-Por favor, para.- suplico arrinconándome en la esquina de la cama, envolviéndome con los brazos.
-Ven.- su voz se había distorsionaba, parecía tan lejana pero a la vez sentía su respiración sobre mi vientre.
Desabrochó mis pantalones y traté de pegarle una patada mientras me subía los pantalones con mis dos manos.
-No quiero hacerlo...-seguí llorando.
-¿Pero tú que sientes? Yo te quiero, de verdad, déjame demostrártelo.- trató de bajar otra vez mis pantalones.
-No siento nada, por favor, para.- le respondo casi gritando.
-¡Sh!- aprieta su mano en mi boca.- Que no se enteren.- ladea su cabeza hacia la pared.
Finalmente bajó mis pantalones hasta dejarlos tirados en el suelo junto con mi tanga. Se acercó a mí, poniéndose encima.
-No...-me besó tan violentamente que parecía borrarme los labios, despedazando mi piel con cada movimiento, una y otra vez, hasta que sentí un pequeño desgarro abajo, gimió a mi oído.
-Para...-vi sus ojos, rojos, reflejaban la pantalla de la televisión.
-Cállate.- se agachó otra vez, y nuevamente violento contra mí, contra mis labios.
-Por favor, no quiero hacer esto...-sequé una vez más mis mejillas empapadas.
No respondió.
Sus manos subían y bajaban una vez más, borrando el aroma a margarita de mi cuerpo, siguió hasta que el reloj marcó las tres, cuando nadie le podía tumbar, cuando nadie escuchaba mi llanto.
Me miró, y apenas pude responderle con unos ojos tan rojos como su abrigo.
-Me ha encantado, ¿a ti no?- sonríe y se va al baño después de darme una palmadita en el muslo.
Me acuesto de lado, mirando hacia la ventana, a las calles de Madrid, la luz del televisor navegaba del sofá hasta la puerta del baño, donde él estaba secándose el sudor, mientras miraba perdida su lata Redbull vacía junto al cenicero lleno de agua tan sucia como...
Desperté apenas con fuerzas para respirar, estaba en un charco de sudor frío y mi corazón latiendo tan rápido que hubiere salido de mi pecho con un segundo de más, sentí una pesadez en mi pecho tan impresionante que tuve la necesidad de encender la nicotina para relajarme a las tres de la mañana.
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She.
Romance¡Dime como vivir sin tu melena y tus chistes! ¡Como respirar sin tus manos y tus cosquillas! Y dime, como vivir sin ti y cada una de tus pecas, porque adorada Nora mía, créeme cuando te digo, que quiero una vida junto a ti, espera, ¿qué? ¡Y dime...