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Hoy es un día aburrido, de esos en los que ni siquiera me apetece leer.

Más que prestarle atención a los chicos que juegan en la habitación de al lado, lo que hago es mirar por la ventana una y otra vez. Una y otra vez. Y otra y otra...

Escucho sus carcajadas y sus gritos de diversión. Se ve que jugar al palito inglés es de lo más divertido. Y me alegro mucho por ellos porque saber que aún disfrutan de su niñez a pesar de todo lo que han vivido me indica que no han perdido del todo la inocencia. Con los pocos años que tienen deberían estar haciendo esto mismo pero en un hogar real con familias reales y no en un teatro abandonado que se cae a pedazos dónde podría encontrarnos la policía.

Nos habíamos marchado de este lugar apestoso y decadente para vivir en una casa abandonada que parecía mucho más estable y sólida que este teatro, pero aquel hombre extraño con pinta de asesino en serie nos vigilaba, así que tuvimos que volver.

Desde que Zack se marchó, tuve que convertirme en el "adulto" de los niños aunque mi edad no roza ni los trece todavía. Thais últimamente no hace acto de presencia y el paradero del chico castaño es un misterio para los cinco porque ni siquiera Thais ha sido capaz de encontrarle. Me he visto obligado a ser el que vela por la seguridad de todos, pero tampoco es un problema para mí porque asumí en su momento que debía vigilar y asegurarme de que todo anda en orden. Llevo haciéndolo desde hace algunos años y Thais confía en mí.

El sol ha desaparecido de mi campo de visión, aunque sé que todavía no se ha escondido por las sombras que los edificios lejanos proyectan sobre las aceras y carreteras, por lo tanto, sé que ya es la hora de cenar.

Me levanto del suelo con cuidado de no patear sin querer el montón de libros apilados que Thais ha ido regalándome con el paso del tiempo. Cuento con un total de once ejemplares distintos y cada uno me ha hecho experimentar vidas muy diferentes a la mía. Leyendo puedo ser otra persona; un mago, un estafador, un ser sobrenatural o un niño que nunca crece. Leyendo he ido a sitios que nunca creí visitar. Leyendo sentí cosas que nunca he sentido en la vida real. Leyendo olvido que fui un niño abusado...

Marcho hacia la estancia donde guardamos las provisiones y, antes de llegar, toco con los nudillos la puerta donde los demás están jugando.

—A cenar —aviso, sin abrir la puerta.

Escucho las pisadas apresuradas de mis únicos amigos sin páginas, por qué sí, los libros también se consideran amigos, y pronto estamos los cuatro entrando a la habitación al mismo tiempo para saciar nuestros estómagos.

Hace un par de días que Thais trajo de todo un poco. Tenemos emparedados, un tupper grande con espaguetis a la carbonara, pan, queso, fruta y dulces (entre ellos nada de chocolate porque resultó que Simon es alérgico). Además de agua y zumos.

Me encargo de quitar la tapa de la pasta mientras cada uno agarra un plato de plástico y un tenedor del mismo material y comienzo a repartir las cantidades más iguales que puedo para que todos comamos lo mismo. Sarah me entrega un botellín de agua y me siento en el suelo con ellos para empezar a cenar.

—¿Cuánto crees que tardará Thais en volver? —pregunta Simon a nadie en particular, mirando distraído cómo enrolla los espaguetis en el tenedor.

—Espero que poco —contesta Sarah—. Tengo que hablar con ella sobre una cosa de chicas.

—Siempre habláis de cosas de chicas —respondo yo, antes de dar el bocado.

—Porque sólo somos dos chicas y hay muchas cosas que todavía no sé.

—¿Y qué es lo que tienes que saber? —cuestiona Leo, con intriga.

Miradas Salvajes (Trilogía Salvajes #2) (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora