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Alguien me lanza un cojín a la cara y me levanto abruptamente.

—¡Despierta ya, hombre! —la irritante voz de Sarah me hace saber que está aquí mucho antes de que pueda verla.

La miro con el ceño arrugado y los párpados pesados antes de volver a acostarme.

—Vuelve cuando hayas dado el estirón —balbuceo, somnoliento.

Me arroja otro cojín y ni me molesto en apartarlo de mi espalda. Tengo demasiado sueño para hacerlo.

—Oh, no. Por supuesto que no vas a dormir más —ordena ella, abriendo las cortinas rápidamente.

La luz me pega en la cara y un gemido de desesperación sale de mi boca.

—¡¿Qué demonios haces, Sarah?!

—Despertar a mi agradable hermano mayor —repone, con un tono dulce y exagerado.

—Tu hermano mayor tiene sueño.

—¡Joe, me prometiste llevarme a comprar el vestido!

Cierro los ojos y me tapo de la luz con el antebrazo.

—Cierto, pero no te dije cuando.

—Dijiste el sábado y hoy es sábado.

—Pero no la hora. Vuelve por la tarde.

Sarah guarda silencio un rato y me regodeo en el sueño hasta prácticamente soñar de nuevo, pero se me tira encima.

—Venga, Joe. Zack no nos recogerá a Simon y a mí hasta después de comer. Es el momento de llevarme a la tienda.

Me destapo los ojos y miro al techo mientras busco una explicación lógica a mi existencia.

—¿Sabes que los embriones de tiburón toro luchan entre ellos a muerte por sobrevivir antes de nacer? —cuestiono, sin venir al caso—. Ojalá fuera uno de esos embriones ahora.

Sarah se remueve encima de mí hasta sentarse a un lado.

—¿Por qué eres tan raro? Sólo quiero que me acompañes a la tienda.

Me incorporo y le sonrió falsamente.

—Y yo quiero morirme —afirmo, antes de girar como una croqueta para darle la espalda.

Sarah empieza a empujarme desde atrás y yo trato de no caer al suelo sujetándome de la mesita.

—¡Vas a llevarme a esa tienda! —exige, rozando el enfado.

—¡Oblígame!

Ella me empuja más.

—¡Eso es lo que intento!

—¡¿Qué cojones pasa aquí?!

Tanto Sarah como yo nos quedamos estáticos. Estáticos y petrificados frente al grito demandante de Oliver, quien se encuentra con dos de sus hijos montando una escena fraternal para nada deseada.

Sarah es la primera en ponerse de pie para explicarse mientras yo, poco a poco, me siento sobre el colchón.

—Joe prometió llevarme a comprar el vestido de mi graduación hoy, pero no quiere mover el culo.

Observo a esta mocosa rubia con los ojos entrecerrados, intentando que se note el rencor que le estoy teniendo.

Entonces, los ojos de Oliver se ponen sobre mí mientras espera mi defensa.

—No dije que la llevaría a las nueve de la mañana —protesto, revolviendo mi cabello castaño porque me siento despeinado, más de lo habitual quiero decir.

Miradas Salvajes (Trilogía Salvajes #2) (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora