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¡Hola!
Este es el primer capítulo en el que se narra el presente. Espero que os guste.

Besitoooos.




Dieciocho años implican muchas cosas.

Cosas como poder entrar a discotecas sin dar explicaciones, comprar alcohol sin enseñar el carné o ir a la cárcel si cometes un delito y, sin embargo, a mí sólo me interesa una cosa.

—¿Dónde está la biblioteca? —le pregunto a la señora que hay detrás del mostrador en la recepción del campus.

Ella, con una brutal y aburrida parsimonia, inclina sus gafas de señora mayor para echarme una ojeada de arriba abajo.

—Es el edificio que hay al salir a la izquierda, chico. No tiene pérdida.

—Gracias.

Dejo que la señora continúe mascando chicle mientras revisa una revista de cotilleos sobre famosos y salgo del edificio.

Es extraño pensar que en todo el tiempo que llevo en la facultad todavía no haya ido a la biblioteca. Supongo que con la biblioteca municipal me he conformado hasta ahora.

El ligero viento de otoño golpea mi cabello, despeinando el poco esfuerzo que me llevó dejarlo medianamente decente. Otra prueba más de lo poco que me importa lo que opinen las personas de mi aspecto.

Entro al edificio que la mujer de antes me ha indicado, buscando antes de llegar la marea de libros por si soy capaz de reconocer alguno, pero, claramente, no veo nada porque todavía estoy en el pasillo.

Abro la puerta y el chillido de las bisagras asesina el silencio que los pocos presentes mantenían en armonía. La bibliotecaria me asesina con la mirada y yo sólo hago una breve inclinación con la cabeza a modo de disculpa.

Busco las secciones que más me interesan y dejo a un lado los libros especializados en cada una de las carreras que aquí se pueden hacer, no me interesa leer sobre algo que ya leo en clase. La universidad será una mierda, pero la cantidad de libros es increíble; creo que es lo que más me interesa.

Cojo una copia de la novela de una escritora que está dándose a conocer cada vez más y me siento en una de las mesas que hay entre los pasillos que forman las estanterías repletas de libros. Dejo mi mochila sobre la mesa e inicio la lectura.

Me encierro en mi propio mundo al imaginar el escenario, los personajes y los diálogos. Imagino la voz que cada uno tiene, resultando que ninguna es igual a la otra aunque en mi cabeza sólo se oiga mi voz. No importa quién narre, su voz será solamente suya y ninguna otra se le parecerá.

Me adentro tanto en la historia que olvido dónde estoy y no escucho a los demás estudiantes, ni siquiera veo que esté leyendo, solamente veo las acciones de los personajes en mi cabeza junto con el escenario en el que se encuentran.

Claramente, pierdo la noción del tiempo y lo único que logra traerme de vuelta es un olor. Un olor fresco y suave a la vez, como de flores.

El aroma floral me hace sacar la cara de las páginas para encontrar el foco del dulce olor, pero, a parte de que no lo encuentro, mi teléfono vibra en el bolsillo e irrumpe mi búsqueda.

—Dime —es lo que digo al responder.

—¡¿Cómo que dime?! —está enfadada—. ¡Joe, ibas a recogerme al salir de clase!

Despego el aparato de mi oreja y miro la hora.

Llevo más de dos horas aquí metido.

—Tampoco es como para que me grites —alego con calma.

Miradas Salvajes (Trilogía Salvajes #2) (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora