I. F A L S E D A D

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02 de Julio del 2021

La iglesia estaba por fin ordenada de manera perfecta, choqué los puños con EunWoo y nos sentamos en el suelo a descansar luego de un día de limpiar, ordenar y pulir cada silla de madera.

—Me alegra que hayamos terminado —dijo suspirando y tomando un sorbo de agua. Ví su manzana de Adán subir y bajar de manera hipnótica, una gota prófuga bajando por su mandíbula.

No podía apartar la vista de ella.

Quería limpiarla con un beso.

—Si, ya era hora —respondí sacudiendo la cabeza para quitarme esas ideas de la cabeza. Casi podía sentir a Dios juzgandome por mis pensamientos indecorosos.

—Mierda —soltó él revisando su teléfono.

—En la iglesia no se dicen groserías.

—En ninguna parte de la biblia dice eso. Además, seguro Dios también usa groserías.

—Tienes un buen punto, pero ¿Qué pasó?

Por su cara supe que era una noticia que no iba a agradarme nada. Le quité el teléfono de la mano y vi un mensaje de Jaehyun que decía "Ya llegué".

—¿Ya llegó? —Pregunté incrédulo— ¿A donde?

—Él... Ya terminó la carrera así que vuelve a casa.

—¿Por qué no me dijiste?

—No tiene importancia.

—EunWoo, lo último que me dijo tu hermano al irse fue "Espero no verte nunca más". Mi vida corre peligro.

Jaehyun me odiaba, y el sentimiento era mutuo, desde niños en el salón infantil de la iglesia me interrumpía cuando quería hablar, me ponía apodos y me hacía bromas.

De adolescentes me evitaba la mayoría del tiempo pero siempre que tenía la oportunidad se metía conmigo, por cualquier razón. Una vez estuvo toda una semana diciendome "Conejo rabioso" solo porque según él parecía uno cuando me enojaba.

Así de infantil.

Jaehyun era todo lo contrario a EunWoo, mientras el primero era extrovertido, despreocupado y no se tomaba nada en serio, el segundo era serio, centrado y muy tímido. Aunque ambos tuvieran un físico idéntico, estás diferencias hacían que no pudieras confundirlos.

—Dodo, es mi hermano —dijo EunWoo— han pasado cinco años, las bromas que te hacía eran juego de niños.

—Torturarme psicológicamente no era un juego de niños.

—Ha pasado mucho tiempo... Mira, no digo que seas su amigo, pero dale una oportunidad y tal vez sea más tolerable ahora que somos adultos.

EunWoo tomó mi mano y me miró con esos ojos castaños a los que nunca podía decir que no. Suspiré y rodé los ojos.

—Bien, le daré una oportunidad, pero en cuanto haga algo que me incomode me iré y solo nos veremos aquí. A ver quién va a preguntar por algo cuando te dé pena.

—Está bien, vamos —dijo jalandome— hay que ir a buscarlo al aeropuerto.

Fuimos en su auto cantando canciones de alabanza, era una especie de ritual que hacíamos para que Dios nos guardara en el camino. Apoyé la frente contra la ventana y pensé en la última vez que había visto a Jaehyun.

Tenía diecisiete años y se iría a estudiar a Europa, la noche antes de irse lo encontré fumandose un cigarrillo en el balcón. Por su postura se veía abatido y triste. Cuando me acerqué a ver qué le sucedía, me miró con los ojos rojos del llanto.

—Es tu estúpida culpa —dijo mirando hacia otro lado.

—¿Y ahora qué hice?

—Existir.

Jaehyun me miró largamente, sentí mi corazón acelerarse por la ansiedad. De pronto acercó su rostro al mío y, con nuestros labios rozandose, susurró:

—Me arruinaste por completo Kim Doyoung, espero no verte nunca más en lo que me queda de vida.

Separándose de mí le dió una última calada al cigarrillo y lo tiró lejos. Yo estaba demasiado aterrado como para moverme.

Aún después de cinco años no sabía qué había hecho para "arruinar" a Jaehyun ni qué cosa había sido culpa mía.

Llegando al aeropuerto, solo trataba de recordar que éramos adultos, que las cosas del pasado estaban en el pasado y que Dios decía que debíamos perdonar. Al bajar del auto con EunWoo este pensamiento fue lo que evitó que las piernas me fallaran por la ansiedad.

—¡Nunu! —Escuchamos un grito a nuestras espaldas.

Y ahí venía él cargando con dos maletas enormes. Noté que llevaba el cabello por los hombros y un tatuaje se asomaba por debajo de su camiseta. Se veía más fornido, como si fuera al gimnasio, pero al mismo tiempo daba un aire sofisticado.

Y con el mismo rostro engreído.

Luego de abrazar a EunWoo con fuerza posó su mirada en mí, sentí la ansiedad apoderarse de mí inmediatamente y quise salir corriendo pero atrapó mi mano en un apretón firme y delicado.

—Hola, conejito, cuanto tiempo —dijo sonriendo.

Sonreí, EunWoo tenía razón, éramos adultos ahora y no valía la pena quedarse en el pasado.

—Te ves muy bien, Jae —respondí simplemente.

Por alguna razón esa declaración hizo que su mirada cambiara, igual que la postura de EunWoo que noté que se tensaba un poco. Soltó mi mano y rió, imagino, para aliviar la tensión del ambiente.

—¿Si verdad? He estado en el gimnasio, al parecer ya no nos parecemos tanto, ¿Verdad hermanito?

EunWoo asintió y caminó hacia el auto, al parecer no había cambiado su sentimiento de inferioridad ante Jaehyun.

¿Cómo no se daba cuenta que era el mejor hombre del universo?

Jaehyun nos platicó de su estadía en Europa, que estaba en una banda de bar y que le estaba yendo bastante bien. De vez en cuando metía una pulla referente al pasado y eso me asustaba pero luego se reía y eso tranquilizaba mi corazón.

Cuando llegamos a casa, el padre de los chicos los recibió con un abrazo y les pidió que pusieran la mesa para la cena.

—Oh, Doyoung, lo lamento pero ¿Podrías cenar esta vez en tu casa? Es que queremos que sea algo familiar.

—Cla-claro señor Jeong, no hay problema.

Encendí mi auto y fui a casa, una vez ahí me tiré en la cama y pude descansar por unos momentos de la falsedad de mi vida.

Estaba tan harto de mentirles a todos.

Estaba harto de fingir que no me moría por EunWoo.

Estaba harto de fingir que amaba a mi novia.

Y aunque solo llevase unas pocas horas en el pueblo.

Estaba harto de que Jaehyun pareciera poder ver todos mis secretos a través de sus ojos, como siempre había sido.

Estaba harto de que Jaehyun pareciera poder ver todos mis secretos a través de sus ojos, como siempre había sido

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