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Llevamos tres días en Mónaco y me faltan dos días para volver a Madrid

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Llevamos tres días en Mónaco y me faltan dos días para volver a Madrid. Si os digo que no me quiero de ir de aquí seguro que me entenderíais: estar en una preciosa ciudad, estar junto a tu novio...

La alarma del móvil de Charles hace que me despierte, maldito ruido horroso. Levanto mi cabeza, lo poco que puedo ya que Charles se encuentra dormido apoyado en mi pecho y no puedo levantarme mucho.

- mm apaga eso - dice con la voz ronca mientras se revuelve por las sábanas.

- Charles es tú alarma.

Se reincorpora y se estira para alcanzar el móvil y apaga la alarma.

- ¿Qué hora es? - pregunto, refregandome los ojos.

- Las diez y cuarto. - Apunta mientras se pone los pantalones del pijama, ya que el señorito duerme simplemente en calzoncillos.

Me levanto ya de la cama, que por cierto vaya corchon más cómodo, si por mi fuera yo me lo llevaría a mi casa.

- Preciosa, iremos a desayunar fuera - me informa Charles, para luego ir a el baño a lavarse la cara.

- Estupendo, ¿puedo darme una ducha antes de ir? - pregunto.

- Claro que si preciosa, te he dicho que te sientas como en casa, puedes hacer lo que te apetezca. - Contesta con una sonrisa.

Sonrio a modo de respuesta y me introduzco en el baño para darme una ducha.
Cuando salgo de la ducha, Charles aprovecha para ducharse él también.

Nos vestimos y nos aseguramos de que lo tengamos todo para salir de la casa de Charles. Nos montamos en uno de sus coches, un Ferrari negro precioso. Antes de que yo pueda abrir la puerta para entrar, él se me adelanta.

- Oh vaya todo un caballero. - exclamo cuando él ya se encuentra en el asiento de piloto.

- Contigo siempre bonita. - dice y guiña su ojo.

Paseamos con el coche por las preciosas calles de Mónaco y puedo decir que a medida que voy descubriendo lugares de aquí me voy enamorando más de este precioso lugar.

- Hemos llegado. - me informa charles.

Bajamos del coche y aprecio el cartel de la cafetería y pastelería, Patiserrie riviera Monte-Carlo, parece un sitio muy acogedor y bonito la verdad.

- En esta mesa siempre me suelo sentar, así que vamos a sentarnos aquí. - dice Charles y nos sentamos.

Hablamos hasta que una señora rubia de unos cuarenta y pico años aproximadamente se acerca a nuestra mesa.

- Hola Charles, que alegría verte de nuevo por aquí. - dice con una sonrisa.

- Igualmente Francesca. - contesta Charles.

- Uy y está jovencita de aquí ¿Quién es?

- Soy Zoe, un placer. - digo.

- El placer es mío. - contesta con una sonrisa. - ¿Qué tomareis?

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