– De... déjame Kaiba - mencionó aún mareado.
– No voy a lastimarte cachorro, sólo espera que se te pase el mareo. Me imagino que la mezcla de medicamentos es muy fuerte– comentó mientras sentía nuevamente mariposas en su estómago por aquella cercanía.
– Un...poco... - exclamó en un leve susurro, más que todo de la vergüenza que sentía. Ese pequeño toque, había encendido nuevamente su fuego por el empresario.
El ojiazul estaba dando todo para su autocontrol. Sentir a su cachorro encima de su miembro, oler esas largas hebras doradas y volver a sentir esa piel de durazno, le estaban haciendo encender ese instinto animal y salvaje que había creído perder desde que se casó.
Hace ya muchos años había admitido que quería al rubio, pero hoy confirmaba que lo amaba con locura.
Sentía qué su miembro se iba endureciendo poco a poco entre sus pantalones. Con su lengua lamió la parte izquierda de ese níveo cuello.
– Cachorro... - suspiró al oído del otro, con su voz cargada de lujuria.
– No... no sigas Kaiba... –jadeó el blondo.
El CEO era una contradicción, quería detenerse para no asustar al menor, pero por otra parte, deseaba demostrarle cuánto lo había necesitado.
Con cuidado giró el rostro de Joey y apresó esos cándidos labios. Los besó con vehemencia y devoción; quería que el rubio supiera con ese beso, qué le estaba dedicando su absoluta entrega, su rendición.
– Te amo cachorro... – mencionó.
Los ojos del menor se aguaron, se apartó con brusquedad del empresario y se marchó del cuarto. ¿Cuánto tiempo había esperado que ese hombre le dijera que lo amaba?, ¿cuántas plegarias dijo al universo para que Seto le correspondiera? Había hecho tanto por ese hombre y al fin que se le declaraba, no se sentía feliz. Las circunstancias eran otras y ponía mucho en juego si le correspondía.
Se recostó con su hija y la abrazó por la espalda. Ella era su pilar ahora y no podía hacer algo que la dañara. Sus lágrimas salieron por si solas y solo una caricia en su rostro fue necesaria para consolarlo.
– Todo estará bien, papi– le agradeció a su hija y la acunó más en su pecho, quedándose ambos dormidos.
Kaiba estaba recostado mirando el techo, con ese beso sentía que había vuelto a la vida. Esta vez quería hacer todo bien, por eso lo primero era pedir el divorcio.
A la mañana siguiente, el castaño había bajado hasta la cocina y vio a Kaori preparando el desayuno.
– Buenos días señor Kaiba.
– Buenos días pequeña, ¿y tu papá?– indagó al no ver al rubio.
– Aún está dormido, estuvo llorando en la noche, creo que se sentía mal.
La inocencia de la niña le pareció adorable, pero sabía que su cachorro había estado llorando por otro motivo.
Sin saber mucho de culinaria, se ofreció para ayudar a la niña a preparar el desayuno. Acató cada una de las indicaciones de la ojiazul, sin embargo, cuando la tostada salió volando del tostador, casi hizo malabares para no perderla.
Aquella escena fue demasiado divertida para la niña y Kaiba no se sintió para nada ofendido, admiró y le gustó escuchar esa infantil risa.
Todo eso pasaba ante unos ojos atentos y conmovidos. Joey no tenía corazón para negarles a ambos tiempo juntos. Tendría que hablar con el mayor tarde o temprano y decirle la verdad.
ESTÁS LEYENDO
A mis espaldas
FanfictieKatsuya Jounuichi y Seto Kaiba siempre han tenido aspiraciones y puntos de vista diferentes. Sin embargo, un acontecimiento los llevará a estar juntos y aprender el verdadero significado del amor y el sacrificio. Esta pareja pasará por duelos, separ...