Remuevo con poca energía el café con leche que me acabo de preparar, es domingo por la tarde y, sinceramente, no tengo ganas de nada. Supongo que este día es igual para todo el mundo, mañana es lunes y la depresión pos-findesemana se apodera de la mayoría de nosotros.
Cierro el microondas donde previamente había calentado mi pequeña taza y camino hacia el salón. Me quedo sentado en el sofá rojo más próximo y enciendo el televisor.
Mis padres han salido a comprar nosé que cosa con mi hermano pequeño Noah (sí, la verdad es que no les presto mucha atención cuando me hablan de los recados que van a hacer) y me encuentro solo en casa...
"Como en la película" me digo mentalmente.
Intento prestar atención al programa que están emitiendo por televisión, sobre unos cazasubastas, pero me resulta imposible.
No hago más que pensar en la de cosas que podría hacer, lugares que podría visitar, emociones que podría experimentar; y sin embargo estoy tirado en un sofá, lamentando mi desdicha.
Y me siento un poco más triste al pensar de que mañana es mi cumpleaños, ¡UN LUNES! ¡ES QUE ACASO HAY ALGO PEOR QUE ESO! Por lo menos ayer ya lo celebré con mi familia por parte de mi madre, y mañana será más tranquilo. Lo único que tendré que hacer será coger el teléfono móvil cada vez que me llame algún familiar y contestar lo mismo de siempre:
<< - ¡Felicidades!
- ¿Cuantós cumples?
- ¡Que mayor!
- ¿Qué te han regalado?
- Ah, que bien.
- Bueno, te paso con X familiar. >>Y así desde que te levantas, hasta que te acuestas, todo un lujo...
Olvido lo que me espera mañana, me levanto del sofá y me dirijo hacia mi dormitorio, mi santuario.
Cojo algunos juguetes que Noah ha estado usando hace unas horas y los guardo en la gran caja amarilla que tiene él en su habitación.
Soy un chico bastante ordenado y no soporto que las cosas no estén en su sitio, un poco irónico, porque en cambio la rutina me aburre, y últimamente odio hacer lo mismo todos los días.
Observo por unos instantes el cuarto de mi hermano de cinco años. Las paredes resaltan con un azul marino y la luz llega directa por una ventana en la pared de mi izquierda. No es muy grande, a decir verdad, pero Noah no necesita mucho más.
Las estanterías son de madera de abedul y su cama se encuentea al lado de la puerta.La mesa de estudio es negra y está pegada a la ventana, junto con un cuadro enorme de un labrador de pie. Extraño.
Vuelvo a mi habitación, cualquiera que me viese deambulando por la casa debe de pensar que estoy loco.
Cojo un libro cualquiera de mi gigante estantería de caoba y me siento en mi sillón blanco junto mi mesa de estudio de cristal. Todo esto me lo he ganado con mis ahorros, así que crea una cierta independencia a mis padres. Me encanta mi habitación. Las paredes son de un verde oliva y la ventana está en frente de la puerta, y aunque no entre tanta luz como en la habitación de mi hermanito, el aspecto que da a la habitación completa es fantástico. Doy gracias por tener esto, es lo único completamente mío de la casa y me siento muy cómodo aquí.
Miro el título del libro: Dónde los árboles cantan, e inicio la lectura de esta increíble novela de fantasía, me sumerjo tanto en la historia, que sin darme cuenta pasan horas y al mirar el reloj metálico de la pared son las nueve de la noche y mis padres no han llegado.
¿Dónde naríces se han metido?
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