10; Oh mierda

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Camino por el pasillo del complejo de apartamentos en busca de la puerta correcta, juro que trato de hacerlo lo más rápido qué puedo, pero no se siente así. Se siente todo lo contrario, cada paso que doy se siente eterno o quizá si estoy caminado rápido y solo es mi incesable angustia la que me hace pensar todo lo contrario.

De todas las cosas en el mundo me tenía que pasar esto, justo ahora.

¿Por qué no podía fracturarme un pie?

La puerta del entrenador se abre y no pierdo el tiempo, me abalanzó sobre él como cuando era un niño pequeño y mamá me traía aquí. Sus brazos me rodean rápidamente y no cuestiona, sabe que necesito un momento.

– Hudson ¿Qué ocurre? – Lo escucho preguntar.

Trato de abrir la boca para decir algo, lo intento.

Nada.

Me aferro a su cuerpo como si fuera mi salvavidas mientras que lo dejo ir. Lagrimas pesadas caen deliberadamente por mi rostro y no hago nada para detenerlo, solo me dejo ser vulnerable por un momento.

Contrario a lo que todos pensaban, era bastante sentimental. Solo que no me gustaba demostrarlo con frecuencia. El entrenador nos arrastra a su apartamento y una vez allí, me permito salir de su cuello, lucho con todas fuerzas para encontrar algo que me ayude a tranquilizar, solo que no lo consigo, sigo llorando.

– Voy a ser papá

– ¿Perdón? – El entrenador se acerca hasta mí. Su mirada se queda fija en mí en mi cuerpo buscando un ápice de broma. No lo encuentra – Hudson, mierda, mierda,mierda.

– No estoy listo para ser papá, apenas tengo veintidós años – Me llevo los brazos a la cabeza.

Cuando Aspen vino a mi casa en la madrugada nunca imagine que esto iba a pasar. Todos los posibles escenarios resonaron en mi cabeza, pero no este. No la parte donde me dice que está embarazada y qué soy el papá.

– La edad es lo que menos debe importarte aquí, Hudson – Murmura entre dientes – ¿Estás seguro de que es tuyo?

– ¡Claro que es mío! – Contesto ofendido.

Aspen no era el tipo de mujer que iba acostándose con todo el mundo. Lo sabía a la perfección

Tampoco planeaba poner en tela de juicio su palabra, la conocía bien y el bebé no estaba ahí por arte de magia.

Me dejo caer en el sofá más cercano mientras que paso las manos por mi rostro una y otra vez.

Acaba de cagarme la vida.

– ¿La chica quiere tenerlo? – Pregunta el entrenador.

Mi vista se traslada directamente hacia su cuerpo. Casi puedo imaginar lo qué está pensando y seria hipócrita decir que no lo pensé también, pero no es mi decisión.

– No voy a presionarla a hacer algo que no quiere, Ben – Murmuro en voz baja

– Un bebé es una gran responsabilidad, Hudson.

– ¿Crees que no lo sé? – Murmuro molesto – Pero no por eso voy a presionarla a hacer algo que no quiere.

– Entonces, ¿Vas a arruinarte la vida de esa manera?

– ¿Y qué quieres que haga? ¿le pongo un arma en la cabeza y la obligo a no tenerlo? – Me levanto del sofá – ¡Es mi hijo también!

Hudson Ford: El inicio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora