𝟏𝟎

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Salió de la ducha temblando y se apresuró a taparse con telas de algodón por el frío que hacía aquella noche.

Le daban escalofríos sólo de pensar que estaría ocurriendo con los lobos que ella misma había sentenciado a muerte.

—No debí ir, sabía que no debería haber ido —se regañaba, arrepentida y queriendo salir a detener a su alfa, sin embargo también era consciente de que ellos se lo merecían.

Retar a un líder no era un chiste, sabía perfectamente que su padre hubiese hecho lo mismo, quizás menos cruel, pero en esta manada las cosas eran más arcaicas... y ya le empezaba a doler la cabeza.

Anastasia no sabía porque estaban tan intensos sus sentimientos, siempre había sido así en tiempos de apareamiento, pero ahora eran muchísimo más fuerte sus emociones y pensamiento,  tampoco sabía si sería capaz de superar esas muertes que encabezó y dictaminó a sangre fría, sin intentar siquiera detenerse.

¿Que sucedería cuando volviera a ver a su Hero... vería en él esas muertes? ¿sentiría siempre sus manos manchadas de aquella sangre absurdamente oscura?

Empezó a rascarse una vez más aquella noche, provocándose dolor e hinchazón en la parte ya lastimada de su piel.

—Rachel, por favor... —llamó débilmente a una de las servidoras que la rondaban, en realidad era la única que hacía que ella se sintiera querida en su nuevo lugar.

Independiente de las miradas y murmullos que escuchaba, no los delataba con Hero para evitar que más muertes mancharan sus manos.

—¿Señora —Rachel se apresuró a tomarle de la cadera y hombros para sostenerla y guiarla hacía la cama.

Se veía demasiado endeble, pensaba la joven beta.

—Ayúdame a tener eso —señaló el frasco de medicina escondido detrás de los perfumes.

—Está bien... —la chica miraba preocupada a su Luna, realmente parecía estar mal— ¿debería avisarle...

—No, no quiero que se preocupe por esto... —Anastasia estaba un poco asustada por la forma tan desalmada de Hero.

Ella sabía que en cualquier momento él se iba a dar cuenta y la sometería a demasiados cuidados con su gente. Las mismas criaturas que a ella aún le costaba tener cerca.

—Pero...

—¡He dicho que no! —ver a Lair tomar el control hizo que Anastasia se sorprendiera de si misma y también percibió el temor en la loba, quizás el miedo ni siquiera se debiera a ella, era imposible que ella intimidara o atemorizara a ningún lobo, si no, apostaría que su miedo se debe a lo que representa para Hero.

No sabía como se sentían al darse cuenta de eso.

—Está bien. Discúlpeme, luna —agachó la cabeza en muestra de respeto, tal cual como alguna vez había visto hacía su padre.

La loba se esfumó de la vista de la coneja tan rápido como sus piernas se lo permitieron con un pensamiento en ella.

Anastasia estaba demasiado cansada, cada segundo parecía agonizar y lo peor era que aunque lo quería gritar, era algo mental. Físicamente eran pocas las veces que se sentía débil, pero habían momentos que de verdad no se sentía lo suficientemente fuerte como para soportar aquello que la tenía perturbada.

Salió de la habitación y fue hacía el despacho donde estaba impregnado el dulce aroma de su alfa. Se sentó en la gran silla detrás de la mesa de caoba y recostó la cabeza sobre esta, aspirando pequeñas motas de la esencia de su enorme lobo.

Fangs.           [R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora