𝟗

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Encontrar a quienes traicionaban en una manada tan pequeña era fácil, por eso cuando Noah había anunciado atrapar a los que empezaron a divulgar sobre la coneja y revelarse, le había sido una tarea bastante sencilla encontrarlos.

—Éstos son —empujaron hacia delante a los cinco lobos de aspecto mortecino.

Ser desleal al Alfa traía consigo represalias naturales, dichas consecuencias se podían apreciar al mirar esos ojos carentes de vida, quienes miraban a sus alrededores, detallando con cruda rabia a los que algunas vez consideraron aliados, caras tan conocidas para ellos.

Vestían harapos sucios y agujerados, tenían arañazos visibles en sus cuerpos, moretones con tono oscuro en sus rostros y costillas, al igual que sangre seca sobre sus heridas que ya no se curaban con rapidez. El hedor que tenían encima hacía que algunos arrugaran sus narices.

Traicionar al mayor de la jerarquía te permitía regirte bajo tus propias ideas, liberarte de la opresión del dictador, elevarte con tus propias reglas. Era como devolverte el criterio, por irónico que pareciera, aquella bendición para un lobo sin convicción ni fuerza de voluntad fácilmente podría convertirse en maldición; ya que un animal sin reglas, es una bestia sin habilidad propia para pensar ni razonar sólo coaccionar ante sus más oscuros impulsos.

Se volvía una batalla entre la razón y el instinto, los beneficios solo los obtenías si superabas aquella guerra contra la razón, la fuerza de voluntad y la misma cordura improvista de los lobos, ya que se atrevieron a ir contra las órdenes de su líder por algo menos que capricho. Eran un peligro latente para la Luna y eso solo significaba una cosa.

El olor característico de esa manada los estaba abandonando. El pacto se ha roto.

La penumbra a la que ellos se someterían estaba por llegar, cuando no consiguieran hacer sucumbir esas ansias, cuando no pudieran detener esa espesa nube de perdición que los ahogará a sus anchas, solo les faltaban horas, quizás, minutos, para que los abandonara completamente el dominio y no fuesen más que un ruido morboso de lo querrán hacer sin limitantes ni restricciones: se convertirían en bárbaros sin escrúpulos, animales incapaces de razonar.

Por eso la mayoría de lobos pertenecían a una manada. Porque un lobo sin manada, era una bestia recia a doblegar sus instintos, el don de la humanidad concedida por los dioses para hacerlos capaces de vivir como los mismos humanos los abandonará. La única oportunidad de pervivir que tenían era bajo el dominio de un alfa, que era otorgado por los mandatos celestiales.

¿Quién osaba a enfrentarse a los dioses y desobedecer a las órdenes de su elegido? nadie debería, pero ellos se atrevieron a hacerlo.

Hero tampoco se sentía conforme con que pudieran vivir un día más, tampoco le importaba que el tiempo que les quedara cuerdos sea corto, pagarán en huesos y mente lo habían hecho.

Los lobos que no tenían manada o los echaban, morían eventualmente, se volvían salvajes e incapaces de pensar en su propia protección. Existían y morían. No más, pero Hero no quería que tuvieran esa mínima oportunidad de caminar en las mismas tierras que su omega, así que morirían ese célebre día.

—Fueron encontrados e... —no lo dejó terminar cuando sacó sus afiladas pezuñas de entre sus dedos, aún estando sobre sus dos pies, y se las clavó al que más cerca de él estuvo, ni siquiera miró al lobo cuando lo hizo.

Tenía el entrecejo arrugado, su mirada estaba tan oscurecida que no solo los cinco lobos estaban atemorizados, también los de su manada.

—¡Monstruo! —gritó uno de los estúpidos que intentó obrar al rescate de su aliado.

Quiso tirarse encima de Hero, fracasando porque el alfa fue más rápido al voltearse y de un zarpazo lanzarlos por los aires hasta el suelo haciendo que le tronaran las costillas ya rotas.

Fangs.           [R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora