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Los días pasaron y una semana se cumplió desde aquel accidente, durante la cual Harry se mantuvo en casa para permitir que sus heridas sanaran. Sin embargo, parecía que la única persona a la que le importaba su bienestar era su madre.

Para muchos, faltar a clases sería un alivio, pero para Harry significaba sumergirse en otro tipo de tormento.

Siete días en casa resultaron ser un verdadero calvario para el omega. Recibir cientos de insultos y burlas de su padre y hermano debilitaban su espíritu. Cada palabra pronunciada por su familia quedaba grabada en su mente, repitiéndose una y otra vez, a veces cambiando la situación para torturarse aún más. Era un patrón diario: nuevos insultos, cada uno más doloroso que el anterior, resultando en una nueva cicatriz.

Horas después, Harry salió de su hogar y se dirigió al único lugar donde encontraba paz en medio del caos de su vida. Caminó aproximadamente 20 minutos hasta que finalmente vislumbró su destino.

Un pequeño lago, oculto entre matorrales, era simplemente hermoso. Grandes árboles lo rodeaban, creando la apariencia de una pequeña cueva. Flores de distintos colores y aromas decoraban el lugar, y el lago, pequeño y cristalino, completaba la escena.

Harry amaba ese lugar con todo su ser. Lo había descubierto meses atrás después de una discusión con su padre, mientras deambulaba por las calles. Agradecía esa pelea por haberle regalado su único refugio seguro. Pero lo que más le fascinaba eran las flores, en particular una.

La flor Amaryllis era simplemente radiante, y su aroma se basaba en ella. Hacía que Harry se sintiera bien consigo mismo, ya que su significado, brillar en la oscuridad, le levantaba el ánimo. Sabía que no tenía lógica darle un significado personal al aroma, pero le gustaba creer que el destino le había otorgado el honor de estar relacionado con esa hermosa flor.

Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que ya era más de las 8 de la tarde. Un escalofrío recorrió su cuerpo al imaginar lo que su padre haría si notaba su ausencia. Fue un impulso que lo hizo ponerse de pie en segundos.

Corrió de regreso a su casa.

Por suerte, su padre y hermano no estaban en casa cuando llegó. Solo su madre estaba allí, leyendo algo en la pantalla de su celular. Se acercó a ella, esperando recibir algún abrazo, anhelando esos momentos a solas con su mamá.

Se sentó a su lado, esperando que ella reaccionara para entablar una conversación.

"¿Qué pasa, amor?" Preguntó su madre, detectando el aroma de tristeza de su cachorro. "¿Estás bien? ¿Alguien te hizo daño? ¿Necesitas ir al hospital? Harry, cielo, dime qué pasa. Llevo días preocupada por ti". La madre finalizó mirándolo preocupada y soltando feromonas para calmar a su cachorro.

Harry ronroneó involuntariamente, impregnado del dulce aroma de su madre.

Una sonrisa adormilada apareció en su rostro. "No es nada, mami, solo te extraño". Dijo sinceramente el omega, aunque sabía que no era del todo cierto porque tenía varias cosas de las que hablar, pero no quería estorbar.

Megan lo miraba con ojos entrecerrados, sin creerle ni una palabra, pero dejándolo pasar para no agobiar a su pequeño.

"Está bien, cariño. Cualquier cosa, sabes que puedes decírmelo".

Harry lo pensó un poco antes de sonreír por su grandiosa idea. "Mmm... ¿podemos ver una película acurrucados en el sillón?" Habló el omega sonrojándose por la propuesta, esperando que fuera del agrado de su madre.

Los ojos de la omega se iluminaron ante la idea de su dulce cachorro, asintió rápidamente. Se dirigieron al sofá y tomaron una manta, acurrucándose. Harry se acomodó en el pecho de su madre, mientras ella acariciaba sus rizos.

Pasó aproximadamente media hora, y Harry estaba cayendo en un profundo sueño, con el aroma de su madre envolviéndolo y sus delicadas manos acariciando su cabello, lo dejaron en un estado adormilado. Cerró los ojos, ronroneando por lo cómodo que se sentía en los brazos de su mamá.

Megan sonrió al ver a su cachorro dormido en sus brazos, soltando pequeños suspiros y ronroneos. No se había dado cuenta de cuánto extrañaba esos momentos con su cachorro, su omega interior chillaba por estar cerca de su amado hijo.

Suspiró al ver la hora, sabiendo que pronto llegaría su alfa con su hijo y tendrían que separarse para evitar una posible discusión.

Soltó un suspiro entrecortado por la angustia que la invadió de la nada. Odiaba esto; ella solo quería ser feliz con su familia, quería ver a su cachorro alegre, hablando con su dulce voz como lo hacía años atrás.

Levantó a su cachorro y lo llevó a su habitación, lo recostó suavemente en las sábanas y se quedó mirando las facciones suaves y tranquilas de su bebé.

"Desearía que todo fuera diferente. Quizás así serías feliz, cachorro. Lamento no poder ser más para ti; lo intento". Soltó, aguantando las lágrimas, con un nudo en el estómago. Volvió a hablar. "Prometo que algún día serás feliz. Tú y yo juntos por siempre".

Miró desde la puerta de su habitación, limpiándose las dos lágrimas que escaparon de sus párpados. Tomó una bocanada de aire para calmarse y evitar llamar a su alfa por el lazo.

Sonrió por última vez al ver a su cachorro profundamente dormido.

"Te amo. Pronto todo mejorará".

𝐴𝑚𝑎𝑟𝑦𝑙𝑙𝑖𝑠 !¡ 𝑙.𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora