9. El prisionero de los Osage

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"Un guerrero Kwahadi es primero un guerrero y luego todo lo demás: primero viene la guerra, después la guerra y luego la guerra otra vez. Ellos hacen sus armas con sus manos; si fallan saben que están muertos. No pueden fallar.

Y mucho antes de que sus ojos dejen de ver a una niña como compañera de juego, aprenden que sí sostienen un arma es porque están preparados para que en los maten, nadie se los dice, nadie se los enseña, no hay mejor maestro que ver morir a un hermano o a un amigo.

Desde niños, son obligados a perseguir grandes manadas de caballos salvajes. Y a más de uno le habrán destrozado el craneo a pisotones cuando intentaba domarles. Ser reconocidos por el resto de la tribu no es un canino fácil, pero una vez que los ves galopando lo entiendes: un Guerrero Kwahadi a caballo es... invencible"

—Kajika




La luz del Sol aún no toca la tierra.

Pero no importa... porque yo me muevo mucho más rápido entre las sombras.

Niebla salta entre los montículos de tierra, los troncos y las rocas; y se ve como una mancha luminosa que aparece y desaparece.

A veces pasa a mi lado, cruza al frente y se frena para vigilar a los que van atrás.

Y yo guío cada movimiento de Sombra (mi semental) con las caderas.

Nobah va por un paso atrás de mí, y detrás de él van dos guerreros más.

Todos llevamos encima nuestras lanzas, arcos, cuchillos y flechas.

El frío del Alba golpea mi cara, y siento que rompemos el aire porque aunque no son caminos fáciles, nosotros nos criamos aquí, y eso hace que nuestros movimientos fluyan aún más en pendiente.

Y fluyen en coordinación, porque hemos cazado y hecho la guerra juntos, durante más de la mitad de nuestra vida.

No necesito más que hacer una curva a galope, para que Nobah lea los movimientos del caballo y sepa que lo quiero justo a mí costado.

Y no necesitamos más que desacelerar un poco los dos, para que los que van por detrás, entiendan que deben rebasarnos y llegar por el lado contrario a la fogata de los blancos que se ve a lo lejos.

Y eso hacen.

Se adelantan, y los cuatro rodeamos en cada polo a los blancos.

Son descuidados y ruidosos.

Y no se dan cuenta que el sonido de ese lobo, de esa ave, de ese búho y de ese insecto no fueron hechos por animales, somos nosotros para hacernos saber que ya estamos en nuestro punto estratégico.

La que llega primero es Niebla.

Y cuando el último de nosotros llega, y grita con la voz de un Coyote, esa es la señal.

La señal para dejar que la pendiente decida nuestra velocidad, y concentrar la en esquivar árboles, rocas, troncos, y saltar lo que estorba.

Hago fuerza para impulsar mi brazo y mi lanza sale volando hasta encajarse en medio de la cabeza de uno de ellos, y son cuatro.

Perfecta DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora