11. Intenciones Peligrosas

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"Tenía el cabello desordenado, los ojos duros, una mente demasiado ágil y se había arrancado el corazón.

...Fue la más bonita de todas mis desgracias."

—Lydia Ferreira



Paul

Las fiestas nunca han sido lo mío... pero tuve que aprender a moverme en ellas como un pez en el agua.

Y hasta ahora conozco a muy pocos que jueguen el juego tan bien como lo hago yo.

Ya tiene varios años desde que no pierdo una sola partida.

Cuando empiezas a ganar, se vuelve un pasatiempo adictivo.

En un principio lo haces para obtener algo a cambio; el tan deseado premio.

Pero después no importa lo que obtengas, el único premio que te produce una emoción digna de mantenerte en vela, es la satisfacción de ver al otro caer.

Agito la copa de cristal que tengo en la mano, mientras pretendo escuchar las historias de quienes únicamente me sirven de comodín, personas de las que me he rodeado (en su mayoría jóvenes solteros en busca de las mejores tácticas para meterse bajo las faldas de alguna chica, sin provocar un escándalo), mientras decido qué hacer.

Ahhh...

Pero hace no mucho hubo una fiesta que sí que disfruté...

Me llevo a los labios un sorbo de vino, mientras escucho a David Maxwel, hablar de cómo toqueteó a una chica que le pidió lecciones de equitación.

Todos lo ven como si fuera un héroe, y yo hago lo propio porque eso es lo que espera que haga, y porque me viene bastante bien no destacar demasiado, cosa que puede ser bastante difícil cuando eres un Slater.

—"¡Por más mujeres que sean muy malas a caballo!" —alzo la copa y todos brindamos y soltamos nuestra respectiva carcajada.

Pero yo me río con más ganas, porque he visto a Maxwel montar, y si afirmo que mi prima de 4 años, que padece de poliomielitis, es mucho mejor jinete que él, es decir poco.

A veces me causa mucha gracia darme cuenta de que las fantasías de las personas, siempre sacan a relucir sus puntos más débiles.

Por ejemplo, ahora sé que sí quisiera hacer pedazos públicamente, a David Maxwel, solo tendría que desafiarlo a una carrera, delante de sus amigos.

Pero que, sí por el contrario, quisiera deshacerme de él, entonces solo tendría que asegúrame de que tuviera un trágico accidente a caballo, en algún paradero poco transitado.

Sus familiares, sabrían que es posible, porque aquellos cercanos a él saben muy bien que no se le da...

Y sus amigos con los que hace el farol, pensarían que es todo un héroe y tildarían al caballo de bestia indomable.

Le sonrío, mientras vuelvo a levantar la copa en favor a un brindis que no escuché.

¿En que estaba?

Ah, sí...

En aquella fiesta...

Una fiesta de disfraces, en honor al cumpleaños número 18 de Sophie Robinson.

Perfecta DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora