"A veces pienso mucho en mi madre, pienso que me salvó la vida sin darse cuenta, no sé... En casa no bastaba con dar tu mayor esfuerzo; había que ganar.
Así fue como mis piernas dejaron de ser solo otra parte de mi cuerpo y se convirtieron en mi mejor herramienta de trabajo, pero también en la más desgastada. Había días en los que no era capaz de dar un paso, a no ser que me tomara una dosis malsana de analgésicos.La academia de baile era así de importante para ella. A veces, dejaba de dormir, de comer, y hasta de convivir con otras personas, a no ser que esas convivencias fueran en beneficio de su adorada danza. Creo que empezó así... Me sentí sola. Muy sola y... yo quería que me mirara. Lo quería desesperadamente. Lo hizo cuando comencé a bailar, y una vez que tuve su atención, me aferré a ella con todas mis fuerzas. Me aseguré de que no dejara de mirar. A veces el arte es autodestructivo... pero eso no hace que deje de ser bello.
Te gustó lo que viste, ¿verdad?"
—Lydia Ferreira
Cuando llegamos al campamento, la luz de las estrellas aún brilla sobre nosotros.
Desmonto y me cuelgo a la mujer tosi-tivo sobre el hombro, ella no opone resistencia, pero sé que está despierta porque su corazón contra los músculos de mi espalda, se siente como las alas de una mariposa.
Llamo a uno de los centinelas que cuidan el sueño de los demás guerreros, y tan pronto el silbido sale de mis labios, una figura baja de un salto de uno de los árboles.
Kobeh es joven, pero sus ojos son tan buenos como los de un búho, o una lechuza.
Son ojos entrenados para ver mejor cuando no hay luz de Sol.
Inclino el rostro y deslizo la mirada, hacia donde se encuentran nuestro nuevo motín.
Kobeh no necesita palabras para entender que quiero que se ocupe de los nuevos caballos, y asiente.
No son tan buenos como un caballo Comanche, pero podemos cambiarlos por algunas armas de fuego, o venderlos.
Sé que pagarán tan bien por ellos como si fueran caballos buenos, porque los tosi-tivos no saben de caballos.
Estudio mis alrededores antes de avanzar, ya es algo que hago por instinto aunque me encuentre en casa.
Pronto encuentro la fogata esquinada a un lado del tronco grueso del que escapó la mujer que llevo conmigo.
Es muy ligera, y pesa casi lo mismo que un niño.
Mis pasos se dirigen al tronco y cuando estamos a poca distancia, la deslizo por mi brazo y la dejo caer sin cuidado.
Ella trata de meter las palmas de sus manos, para no lastimar más sus piernas.
Le dedico una mirada de desprecio, me giro y busco en las alforjas de mi mesteño Sombra, las sogas de cuero que usaré para amarrarla.
Las encuentro muy rápido, y me agacho a un lado de ella, poniendo todo mi peso sobre una rodilla.
Ella no se mueve.
Sus manos siguen ahí, donde se las ingenió para que no le doliera la caída.
Enredo mi mano en su melena larga, negra, y llena de mechones que hacen ondas en sí mismos, y la jalo con mucha fuerza hacia el tronco.
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Perfecta Distopía
Ficção HistóricaLydia solía ser una chica normal en pleno 2021, pero luego de un accidente, despierta en el cuerpo de la hermosa Sophie Robinson: La hija ilegítima de un noble. Kai Indigo no es sólo un guerrero comanche, es el mejor. Un asesino moldeado de la exper...