15. Profecía

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"Había una vez una mujer elegante, sofisticada y muy incrédula.

Y como era habitual en su rutina, estaba en una fiesta de gente que no apreciaba, pero que necesitaba.

—Así funcionan las relaciones —se decía a sí misma, mientras se paraba justo afuera de la novedosa atracción del evento.

Una carpa.

Una carpa de la peor clase, en su opinión: de esoterismo y adivinación.

Y ella ahí, parada en sus tacones de aguja color negro mate, de una marca reconocida pero discreta, se consideraba el vivo ejemplo de que nada está escrito, y de que todo lo creas.

Pero de igual manera cuando llegó su turno, instó a su hija a pasar y se quedó fuera;

—Vamos Lydia, ve a ver qué te dice la bruja.

—¿Pero es una bruja buena? —le preguntó su pequeña, de poco más de cuatro años.

—Claro que sí, cariño. A las brujas buenas son a las únicas a las que les gustan las fiestas —le susurró.

Satisfecha con la respuesta, la pequeña entró, y la mujer fue a situarse a lado de todas esas madres de familia y esposas de personas importantes.

A escucharles hablar de cosas que no le interesaban en lo más mínimo pero debía fingir que sí, ya que eso era lo que se esperaba de ella.

Algunas niñas de una edad similar a su hija, le contaban emocionadas a sus madres lo que la supuesta bruja, que en su opinión era más bien una charlatana cara, les había dicho ahí dentro.

—Voy a tener un jardín muy grande, y una casa todavía más grande... así de grande —extendía las manos una pequeña, para ilustrar mejor la imagen.

—¡Voy a tener muchas mascotas muy grandes que me van a defender de los malos! —gritaba emocionada otra.

—¡Voy a necesitar tres closets para guardar todos mis vestidos!

Y cuando finalmente llegó su hija a contarle, las palabras que salieron de su pequeña boca, la dejaron más que satisfecha.

No porque lo creyera, porque aquello era ridículo, sino porque podría alardear de ello.

—¡Voy a vivir para siempre! —soltó la pequeña niña.

¡Si tan solo la mujer le hubiera puesto un poco de más atención a la expresión atemorizada de su hija! Entonces tal vez, hubiera podido entrar y escuchar aquellas palabras por ella misma.

Y es que en la pequeña cabeza de su hija, lo que le había dicho esa señora, no podía interpretarse de otra forma que vivir para siempre:

—Vas a tener tantas vidas que harán falta los dedos de todo el mundo para contarlas. Y luego las perderás todas sin recordar nada.

—Vas a morir.

—Y luego vas a volver a morir.

Perfecta DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora