14. Sacramento

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"Había una vez una pequeña bailarina, que podía girar y girar sobre la punta de uno de sus pies.

Los amigos de su madre solían mirarla y decir que era como ver a una figura de alhajero viejo o de cajita musical.

Y ella giraba, y giraba...

Y a su madre también se le olvidaba que su piel no era de resina ni sus huesos de porcelana.

Pero un buen día, a la madre no se le volvería a olvidar, que esa pequeña niña que giraba era tan carne y hueso, como cualquier mortal.

—¿Que se siente haber ganado el oro en el ballet clásico, Lydia? —le preguntó cierto día, una mujer de sonrisa amable a la pequeña bailarina, justo después de pedirle su autógrafo. Era la primera vez que nadie le pedía algo como eso, así que se lo inventó en ese momento.

Después volteó a ver a su madre, buscando su permiso para responder a la pregunta y su madre le sonrió; ¿que podía salir mal?

Puede que fuesen aquellas gafas rosadas y enormes en forma de ojo de gato que llevaba la mujer, y aquella pañoleta llena de colores; los que la hacían parecer un dibujo animado... y en la experiencia de Lydia las caricaturas de muchos colores eran las buenas.

La bailarina se paró de puntillas para responder.

Pero a nadie le gustó su respuesta.

Y es que al parecer, bailar ballet no puede ir en la misma oración que generar tolerancia a los analgésicos.

Y menos si aún no cumples los 18.

Y mucho menos si tú madre es la personificación misma de la perfección.

Las bailarinas perfectas no toman analgésicos Lydia. Al menos no a la vista de todos.

Es a escondidas... siempre a escondidas"

—Lydia Ferreira




Lydia

—"¿Me puedes decir cuál es tu maldito problema con Paul Slater, cara de iguana? ¿Por qué le odias?" —me confrontó Myriam, cruzada de brazos.

—"No le odio"

—"¿Ah, no?"

—"No"

—"¿¡No!?"

—"Que no..." —me tallé los ojos y hablé mientras bostezaba —"¿Es que a caso no le saludé la última vez?"

—"¡Ah! ¡La última vez!" —soltó — "Déjame ver, ¿Te refieres a la vez que se le volteó la lancha en el lago, en plena fiesta de la primavera? ¿La vez que se estaba ahogando y tú lo único que hiciste fue pasarle a un lado, darle las buenas tardes, hablar del clima y de los estúpidos pajaritos, y luego te fuiste a seguir leyendo tu librito ese? ¿Esa vez?"

Hum.

—"Pero era una primera edición de Jane Eyre, y estaba firmado por la mismísima Charlotte Brontë. Incluso tiene una dedicatoria de su puño y letra en la última página; con amor, para la carismática Sophie Robinson" —le respondí.

Perfecta DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora