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No fue fácil.

Oh, Dios, claro que no lo fue.

Ese día solo confirmó lo fuerte y valiente que era, y como es que sacó más de estas al ver el rostro de su hijo.

Ahora cada vez que se sentía devastado, con un simple "papi", se sentía muchísimo mejor.

Tomó el viejo celular, viendo la hora en este.

Ya iban a ser las tres de la tarde.

Tenía que partir.

— ¿Ya te vas? —el pequeño lo miraba con ojos brillantes.

Win asintió con una sonrisa en su rostro, tomando en brazos al pequeño niño.— Si amor, ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?

Dome asentía seguro, con el rostro serio, pues después de de todo, ya era en un niño grande, en palabras de él mismo.

— No salir, no abrir la puerta y no hacer bulla. Si siento que alguien desconocido quiere entrar, me escondo en el lugar secreto. —el niño recitó todas las reglas que había impuesto su padre, quien sólo asintió y dejó un beso entre sus orejitas.

— Volveré a más tardar en cuatro horas, ¿sí? —el asentir confiado de su hijo, y a pesar de que confiaba en él, no lo hacía sentir seguro del todo.

Tenía un presentimiento.

Pero tenía que ir.

Ese día era el único del mes en el que el proveedor de armas llegaba al pueblo que estaba cerca de ahí.

Lo dudó, pero finalmente tomó la decisión.

Sacó el arma de su cinturón, dejándola sobre la mesa de dibujos de su hijo, junto al reloj digital que llevaba en su mano.

No había Internet, pero aun daba la hora y contaba sus pasos, así que aún le servía.

En el móvil llevaba documentos que lo acreditaban como civil en la nueva orden de ese despótico mundo.

— Voy a dejar esto contigo. Confío en que no la usarás a menos que te veas muy en peligro. ¿Puedo hacerlo, Dome? —el pequeño mordió su labio inferior al ver la pistola sobre sus dibujos de un triceratops y un anquilosaurio.

— ¿Por qué, papi? —los ojos llenos de lágrimas lo miraban confundido.

Pero el primero que empezó a llorar fue Win al ver a su hijo así.

— Papi siente que no debe ir, pero aun así debe hacerlo. Así como tus orejitas se mueven cuando sienten peligro, yo tengo como unas orejitas acá. —su mano se posó sobre el inicio de su abdomen.— Y siento que no debo dejarte hoy.

— ¡Entonces llévame, papi! —el pequeño empezó a saltar emocionado.

Metawin negaba.— Creo que ya hablamos sobre eso Dome. Me tengo que ir para volver más rápido, ¿sí? Por favor, cuídate.

El pequeño asintió.

Abrazó a su padre por el cuello, mientras aspiraba todo el aroma posible de aquel hombre que lo cuidó desde que era bebé, tranquilizándolo de inmediato.

Bastaron unos minutos para que el arrullo que hizo Win, durmiera a Dome.

Lo metió en aquel pequeño refugio, que estaba detrás del vestidor de la puerta principal. Un lugar muy poco obvio para un escondite, según él.

Dejó un beso en su cabellera castaña con olor a bebé, tapándole con la manta que tenía el pequeño lugar.

A veces se metían ahí a contar cuentos, así que había almohadas, peluches y libros por todos lados.

Sweet Creature | BrightWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora