01.

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—Kacchan, ¿Vendrás siempre esta noche a cenar? Dijiste que ibas a sacar tiempo. —Izuku dejó el mensaje de voz y después cortó la llamada, la tercera esa tarde, sin respuesta ni nada.

Miró la mesa que estaba arreglada con la vasija más fina que tenía, velas en el centro, apagadas, y el mantel rojo que más le gustaba. Pasó las ocho, nueve, diez, Katsuki nunca pareció, tampoco llamó para avisar si iba a llegar o si tuvo algo de último tiempo que hacer en la empresa.

El pecoso solo agachó la cabeza sintiendo como sus ojos se ponían borrosos. Se levantó en silencio recogiendo todo, dejando el comedor limpio, incluso se había vestido "bonito para la noche", un pantalón gris que se abrazaba como segunda piel a sus piernas, una camisa de cuello ancho que caía por uno de sus hombros dejando ver su clavícula.

Sencillo y bonito, pero con un toque sensual, justo como le gustaba a su alfa, o al menos solía gustarle. Se vistió así porque se supone que esa noche era especial, décimo octavo aniversario, dieciocho años de casados y pareciera que era un viudo.

¿Cuando fue la última vez que Kacchan llegó a casa temprano?

No lo recuerda. Tiene una suposición de lo que está haciendo, pero no quiere pensar en ello, no quiere llenarse de más inseguridades, ya tiene bastantes, no quiere sentirse inútil e insuficiente.
Izuku no sabe cuándo las cosas se rompieron de esa manera, todo era tanto amor al principio que creyó que duraría toda su vida.

Ese amor sólo duró unos cuantos años, ¿Por qué aguantaba tanto?, ¿Por qué seguía intentando revivir algo que ya sabía que estaba hecho polvo?

El pecoso suspiró de manera temblorosa mientras ponía el último plato sin usar en su lugar, sirvió la comida del rubio y la puso dentro del microondas, había hecho un delicioso curry picoso. Cuando el rubio le dijo que "tal vez" podría regresar esa tarde temprano para cenar, ingenuamente se alegró y usó toda su felicidad haciendo la comida favorita del alfa.

Debió suponerlo, las palabras de Katsuki hacia el se volvieron vacías hace mucho y las promesas solo las dejaba que el viento se las llevara. Izuku dejó una débil luz encendida en la cocina y pasó a su fría habitación para cambiarse de ropa, cuando estaba por cambiar su camisa sintió como su estómago se revolvió de forma dolorosa y esa fue su señal para correr al baño.

Empezó a toser, buscó un trapo para ponerlo en su boca y hacer que no se oyera nada, algunos hilos de sangre se deslizaron por su mano cayendo al lavado, cuando se detuvo suspiró profundamente tratando de calmarse un poco, odiaba lo inútil que era. Abrió la llave para lavar el trapo lleno de sangre y también lavo su boca, limpió de sus mejillas las lágrimas que le habían salido mientras estaba tosiendo y después se miró en el espejo. Se daba asco, se miraba desgastado acompañado con una mirada llena de cansancio.

Cuando terminó todo se dispuso a descansar en su cama un momento, pero el sonido de la puerta principal le hizo saber que "el señor de la casa", que irónicamente nunca estaba en ella, había llegado. Se levantó lo la rápido que pudo y fue a recibirlo, lo primero que sintió al verlo y estar cerca fue su aroma, olía alcohol y dulce, no era el aroma de Katsuki, tampoco el suyo.

Izuku tragó el nudo en su garganta y la bilis de su estómago que subió hasta ella.
Sonrió levemente acercándose más para tomar el maletín del rubio, quien solo lo miró y pasó de el para diriguirse a la cocina.

—Me alegra que llegarás a casa sano y salvo, Kacchan. —el pecoso murmuró caminando tras el rubio, quien se quitó el saco y la corbata para después poner todo sobre una silla que encontró en su camino.

—Sí, lo que sea, dame de comer Deku. —el rubio le dijo e Izuku vio como el rubio se dirigía al comedor para tomar asiento estirando los brazos por encima de su cabeza, como si tuviera bastante agotado.

Rebobinar. (Katsudeku./Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora