Penúltimo capítulo
______ echó un vistazo a través de la caja de Chalecos Kevlar que había recogido abajo. Jimin se arrodillaba al otro lado y agarraba uno de los pesados chalecos negros entre sus dedos. Sus labios se curvaron con disgusto.
Ella lo miró. Sus ojos brillando con vitalidad, vivos con oro, reluciendo con alegría. Habían estado así desde la noche pasada y no habían cambiado. Ni siquiera habían vacilado al azul. Las líneas alrededor de sus ojos y boca se habían relajado también, y había una tranquilidad en él que le calentaba el corazón. Oh, todavía poseía esa peligrosa aura. El peligro siempre sería parte de él. Pero la frialdad, la desesperanza, ambas se habían marchado.
Como amaba a ese hombre.—Pruébate uno, —dijo ella.
Frunciendo el ceño, él se coló el material sobre los hombros. Ella se levantó estirándose sobre él y le abrochó el velcro.
—Es demasiado apretado, —dijo él.
—Si una bala te impacta, desearás que estuviese incluso más apretado.
Él bufó.
—¿Cómo puede esto hacer algún bien?
—Quizás lo entiendas mejor si te muestro como se utiliza una pistola. —Ella corrió hacia la cocina y sacó la pistola que había guardado en uno de los cajones. La comprobó dos veces para asegurarse que no quedaban balas en el cilindro.— Esto es un revolver. —le explicó ella cuando se paró detrás de Jimin. Rodeándolo con los brazos, colocó el frío metal en sus manos y le dobló los dedos en los lugares correctos—. Sostenlo justo aquí.
Sus temblorosos dedos lo apretaron.
—Suavemente, —le dijo ella, advirtiendo lo inseguro que parecía de repente.
Él le echó una mirada por encima del hombro.
—¿Quién te enseñó estas habilidades?
—Max. Dijo que una mujer debería saber cómo protegerse a sí misma. —Luchando con una ola de tristeza, ______ estabilizó las muñecas de Jimin colocando sus palmas bajo ellas. Él quizás estuviera más relajado y a gusto de lo que había estado nunca antes, pero luchaba con esa maldita debilidad y a ella no le gustaba. El único momento en que parecía recuperar toda su fuerza era cuando estaba sexualmente excitado.
______ se mojó los labios y apretó a propósito los pechos en los duros planos de su espalda—. Tienes que mantener el dedo en el gatillo y escoger un objetivo. Cualquier objetivo. ¿Has escogido uno?—Oh, sí. —su voz crecía fuerte y profunda. Si permitía que sus manos se deslizaran dentro de sus pantalones, ella sabía que lo encontraría duro y grueso.
—Bien, —dijo ella—. Baja el cañón y apunta al objetivo.
Un pausa. Después.
—¿Qué?
Ella sopló sobre su cuello.
—Baja el cañón y apunta al objetivo. —repitió ella.
Otra pausa.
—¿Cómo puedo concentrarme cuando tu cuerpo está presionado al mío?
En respuesta, sus dedos le hicieron cosquillas en los brazos. Si el deseo sexual lo mantenía fuerte, usaría todo lo que estuviera en su poder para excitarlo.
—¿Quieres aprender como disparar o no? —susurró ella con voz ronca.
—Quiero, —gruñó él.
—¿Tienes tu objetivo a la vista?
Siento tu calor, pensó Jimin, chisporroteando de ella, atravesando todo su cuerpo. Sí, tenía su objetivo a la vista. El sofá. Exactamente donde la quería, desnuda y abierta.
Él lanzó una mirada a la ventana. El sol había llegado hacía horas, desvaneciendo el hechizo de vinculación. Él debería haberse ido a su mundo. Poseía todo lo que necesitaba de la superficie. Atlantis lo llamaba, y hacía tiempo que había destruido a sus invasores.
Pero no estaba listo para decirle adiós a ______.
No podía llevarla con él. Estaría a salvo aquí, y su seguridad le importaba más que nada.
Cuando todo ese asunto con los Argonautas terminara, volvería por ella. Se llevaría a esta mujer, su mujer, su esposa—dioses, como le gustaba el sonido de eso—a Atlantis. Se quedarían en cama durante días, semanas, quizás meses e iban a hacer el amor de cada forma posible, después inventarían algunas formas nuevas.
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드래곤의 심장 [Aԃαρƚαƈιóɳ] »»--★PJM y _____★--««
FantasiaEl mundo de ______ Hudson estaba a punto de cambiar... Internándose en la selva tras el rastro de su desaparecido hermano, ______ nunca esperó encontrar un mundo secreto poblado por monstruos mitológicos... ni guardado por un espadachín cuya belle...