Nueva Uruk

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La figura de la misteriosa mutante era tan grotescamente fascinante que hizo que la chica se quedara petrificada, un temblor recorriendo su cuerpo ante la visión de ese ser desolador.

—Esa mujer... se ha entregado a su sed de sangre —susurró V, su voz cargada de una mezcla de admiración y repulsión.

N 13, con el ceño fruncido, preguntó con desdén:

—Ya me imaginaba que algo no estaba bien en este lugar. ¿Qué deseas de mí? Y, más importante aún, ¿cómo sabes quién soy?

—Me llamo Shirke —respondió la figura insectoide con una voz fría y cortante—. Soy una Mutant Queen que se ha rendido a su poder. ¿Cómo sé de ti? Es simple: en estos últimos dos años has causado un alboroto considerable.

Sus ojos, resplandecientes con una malicia ancestral, escudriñaron a N 13.

—Destruiste la imponente ciudad de Arcadia, una de las bases más significativas de la Iglesia en este continente. Tarde o temprano nos daríamos cuenta de tus actos. Pero hay algo en ti que te distingue de las demás Mutant Queens con las que me he enfrentado. Tu aura no es como la de las otras.

N 13 observó cómo un grupo de hadas biomecánicas, armadas con lanzas y espadas, comenzaba a rodearlas. De entre los árboles surgieron insectos gigantes con un aspecto casi alienígena, y un ciempiés monstruoso abrazó uno de los árboles colosales. Shirke se acomodó de forma provocativa sobre la cabeza del insecto gigante, riendo con una locura contenida.

—Me he dado cuenta de que posees un poder abrumador —continuó Shirke—. Cada una de nuestra especie que se ha entregado a su verdadera naturaleza está conectada mentalmente, como si fuéramos una mente colmena.

Shirke dejó escapar una sonrisa cruel.

—Asesinaste a mi hermana Brunilda, y no comprendo cómo lograste derrotar al Duque Lancelot. Era uno de los guerreros más hábiles de la Iglesia. No perdonaré tal osadía; has cruzado la línea de pecado frente a la Iglesia. Ya no eres una hereje cualquiera, ahora eres una blasfema.

N 13 rió con una frialdad gélida.

—Parece que todos ustedes me han subestimado. Cuando vi lo que eran capaces de hacer, no dudé en eliminar a escorias como ustedes. Y escucha bien, Shirke: ¡Nunca seré como ustedes!

Shirke rió de manera escalofriante, su voz resonando en el bosque oscuro.

—Es inevitable tu transformación, N 13. Díselo a las víctimas del reino de Arcadia.

—¿Cómo sabes eso? —exclamó N 13, su voz cargada de furia.

Shirke, con una sonrisa sardónica, continuó:

—La Santa Cede me encargó que te vigilara después de que asesinaras a Brunilda, aunque la Iglesia nos vea con desdén. Siempre han trabajado con nosotros desde las sombras para erradicar escorias como tú, así como con los bárbaros y anarquistas desviados del camino de la Diosa. Vi con mis propios ojos cómo aniquilabas sin piedad todo lo que se cruzaba en tu camino. No tenías misericordia con nadie en esa ciudad. No niegues lo que eres, rubia de ojos rojos. ¡Vendrás conmigo por las buenas o por las malas!

N 13 frunció el ceño, sus labios se torcieron en una mueca desafiante.

—Entonces será por las malas, mosca parlante. No temo ni a ti ni a tus insectos deformes.

Shirke mostró una sonrisa diabólica, su mirada fija en N 13 mientras hilos de saliva colgaban de sus dientes afilados.

—Adoro cuando me ofrecen resistencia —se burló—. Muy bien, si así lo quieres.

Mutant Queen: InquisiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora