(4) Tiempo en la escuela

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Cuando llegué a la escuela el lunes, rápidamente noté que Jeremías se encontraba parado frente a la escuela; seguramente esperando por mí.  Así que llena de alegría, tomé mis cosas y abrí la puerta. No contaba con que Amanda me sorprendiera tomándome por el brazo y obligándome a permanecer sentada.

“Recuerda lo que te dije el sábado” fueron sus palabras, llenas de coraje.

“Quién es ese chico parado frente a la puerta como un idiota?” preguntó Marcos.

Volteé mis ojos; estaba comenzando a ponerme furiosa.  Alguno de estos dos seres alguna vez en su vida han sentido algo bueno por mí?

“Cállate! Nadie está hablando contigo!” le grité con toda la rabia que sentía.

Amanda me tomó por el rostro, lastimándome al instante.  Sus ojos pudiendo eliminarme con tan solo una mirada.

“No le hables así a Marcos! Entendiste?  El es mejor que tú, lo sabes.”

Allí me encontraba, sin palabras, aguantando mis lágrimas, las que querían salir libremente sin consultarme. 

“Porqué me odias tanto, Amanda?” le pregunté casi sin voz.

“Coge tus cosas y sal de mi auto en este instante” fue su única respuesta.

Respirando profundamente y salí del auto.  Caminé mirando hacia el suelo, hasta que alguien me hizo detener.  Levanté mi vista para encontrarme con Jeremías, mirándome, con su rostro lleno de preocupación. 

“Qué pasó en el auto, Gaby?” me preguntó atrapándome en sus brazos y abrazándome fuertemente.

Mis lágrimas me traicionaron, ya no las podía aguantar más. 

“Estaba discutiendo con Marcos.  Amanda estaba enojada conmigo porque todo fue mi culpa” le contesté; escondiendo nuevamente todas las cosas malas que Amanda me hace.

“Fue extremadamente fuerte contigo en el auto, por lo que pude observar.  Sabes que estoy para cualquier cosa que me necesites” me dijo mientras besaba mi cabeza.

“Muchas gracias.  Tengo la certeza de que cuento contigo.”

Ambos entramos a la escuela.  Una vez en el pasillo, fui sorprendida por Kelly, quien corrió hacia mí, enredándome en un gran abrazo.

“Te extrañé mucho, cariño!”

“Te extrañé también Kelly.  Cómo estuvo el resto del fin de semana?” le pregunté mientras Jeremías tomaba mi mano.

“Increíble! Salí en una cita con Eric.  Nos divertimos mucho.  Vamos a ir juntos a la fiesta de Daniel este viernes luego del juego de baloncesto.  Ustedes van a ir, cierto?”

“Seguro!” fue la respuesta de Jeremías.

Mis ojos pasaron de estar felices a verse tristes.

“No creo que pueda asistir.  Mi papá estará fuera de la ciudad en un viaje de negocios.  Ustedes saben lo estricta que es Amanda cuando papá no está aquí.”

“Solamente dile que te quedarás a dormir en mi casa” sugirió Kelly.

“Intentaré.  Aunque no les prometo nada.”

El timbre sonó y todos caminamos a nuestros salones de clases.  Jeremías me acompañó hasta la puerta de mi primera clase.  El es tan dulce y, aunque apenas era mi novio por dos días, ya se estaba robando mi corazón.

El día pasó muy rápido, pero lleno de felicidad.  Almorzamos todos juntos; incluso Eric nos acompañó en la mesa.  Jeremías me acompañó a cada clase, aunque eso significara para él, llegar tarde a la suya.  Por la tarde, luego de culminadas las clases, Kelly me llevó a mi casa.

Le dije adiós a mi amiga y abrí la puerta de mi casa; de mi cárcel.  Marcos estaba viendo televisión y Amanda se encontraba en la cocina. 

“Llegué” simplemente dije, mientras me dirigía a las escaleras.

“Ve, lava tus manos y ayúdame a preparar la cena” fueron las instrucciones que Amanda me impartió, sin ni siquiera voltear a mirarme.

Para evitar cualquier tipo de problemas con ella, hice tal y como me indicó.  Subí a mi habitación, dejé mis cosas, me lavé las manos y bajé hasta la cocina e inmediatamente comencé a picar unos tomates para la ensalada. 

Mientras hacía esto, de alguna manera conseguí el coraje para preguntarle a Amanda acerca de quedarme en casa de Kelly.  Qué era lo peor que podía pasar?

“Puedo quedarme a dormir en casa de Kelly el sábado?”

Honestamente, lo mejor hubiese sido no preguntar.  Amanda simplemente me miró e hizo algo que no esperaba.  Levantó su mano y me pegó en el rostro, dos veces. 

Me encontraba atónita ante su reacción; yo simplemente había hecho una pregunta.  Lo único que pude hacer luego, fue tocar el área donde acababa de golpearme.

“Qué te dije acerca de que no hay salidas cuando tu padre no esté aquí?  Eres una idiota?  No vas a salir; mucho menos ahora que tienes novio.  No sé lo que una adolescente como tú estará haciendo en una fiesta con su novio.  A qué cosas te atreverás.”

Increíble! Esas palabras realmente me dolieron.  Nunca había tenido un novio.  El sábado, en mi cumpleaños, fue cuando recibí mi primer beso.  Qué ella pensaba que yo era?  A caso pensaba que yo era una cualquiera?

Dando media vuelta, comencé a salir de la cocina.  Aparentemente Marcos se encontraba caminando hacia mí; pero les juro que no lo había visto.  Cuando inesperadamente ambos tropezamos, provocando que este cayera al suelo y comenzara a llorar al instante.

Me incliné y lo ayudé a levantarse, cuando de repente sentí a Amanda agarrarme por el cabello. 

“Deja al niño quieto.  Lo hiciste a propósito!  No es su culpa que te haya pegado, fue la tuya” me dijo ella llena de rabia. 

Luego de esto, como había ocurrido todos estos años, y unos minutos atrás, me volvió a pegar.

Soltándome del agarre que ella tenía en mi pelo, como mejor pude, corrí hacia las escaleras, llegando a mi cuarto.  Una vez allí, me encerré, sin probar la cena, solamente llorando hasta más no poder.  Preguntándome el por qué de su inmenso odio, y extrañando a mi mamá como loca. 

Cruzando PuertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora