(12) Memorias

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Cuando llegamos al hospital, memorias del día en que mi madre falleció, invadieron mi mente.  Una ráfaga de imágenes corrieron frente a mis ojos.  Intenté contener mis lágrimas, hasta que el peor de los recuerdos apareció.

Luego que la policía les diera la noticia a mis abuelos de que mi mamá había tenido un accidente, inmediatamente nos dirigimos al hospital.  Las enfermeras no les permitían entrar al área de cuidado intensivo, donde mi mamá se encontraba, pero yo encontré la manera de hacerlo.  Se me hizo fácil ya que en esos momentos nadie estaba pendiente a mí.

Entré a la habitación, y comencé a llorar tan pronto vi a mi mamá en la cama, llena de cables, conectada a máquinas.  Ella estaba dormida, bueno, según mi mente podía analizar a esa edad.  Caminé hasta su lado y le tomé la mano.

“Mamita, vas a estar bien?  Tú regresas conmigo para la casa, cierto?  Qué puedo hacer para que te sientas mejor?  Darte un beso?”

En esos instantes, besé su mano y coloqué mi rostro en ella.  Me tomó por sorpresa el sentirla mover.

“Gaby?  Eres tú?”

“Sí, mami. Estás bien?”

“No lo sé mi vida.  Dónde están abuelo y abuela?”

“Afuera, hablando con los doctores y las enfermeras.”

“Cómo entraste aquí?”

“Nadie sabe que estoy aquí.  Vas a morir, mamá?”

Mi mamá respiró con algo de problema, y me sonrió con debilidad.

“Mi amor, no te puedo decir eso.  Lo único que te puedo asegurar es que, de yo no estar, tus abuelos y tu papá te cuidarán muy bien; te amarán para siempre.”

“No quiero que te vayas, mamá.  Por favor, por favor, quédate conmigo…para siempre” logré decir entre llanto.

“Mi vida, Gaby, te amo…con todo mi corazón y mi ser…y te cuidaré siempre desde donde quiera que vaya…y siempre…estaré contigo.  Eres mi ángel.  Te amo…” ella no habló más, tampoco respiró; simplemente las máquinas a la que estaba conectada, se volvieron locas.

“Mamá, mami, despierta! Ayuda! Por favor, alguien que ayude a mi mamá!”

Varias enfermeras y doctores llegaron a la habitación en solo segundos.  Una de las enfermeras, me tomó en sus brazos y me sacó de allí.  Fue entonces cuando comencé a gritar sin control.

“Mamá, por favor, quédate conmigo! Te necesito!”

Desperté de aquel recuerdo cuando mi abuela me apretó la mano.

“Estás bien, mi vida?  Ya estamos cerca de la habitación.”

“Sí, lo estoy” le respondí mientras limpiaba mis lágrimas.

“Estás segura de que podrás manejar el estar sola luego?”

“Sí, estoy segura.”

Abrimos la puerta de la habitación.  Melanie estaba sentada al lado de la cama donde se encontraba Sebastián.  Este estaba durmiendo, y Sandra, la mamá de Melanie, se encontraba en el otro lado de la cama.

“Melanie!” susurré mientras corría hacia ella.

“Gaby!”

Ambas nos abrazamos por un rato; permitiendo que nuestras lágrimas salieran libres,  encontrando apoyo la una en la otra.  Su mamá y mi abuela caminaron hacia nosotras y se hicieron parte del abrazo.

“Te extrañé” me dijo Melanie abrazándome una vez más.

“Yo también.  Mateo y tu papá?”

“Están comiendo algo.  Deben estar por llegar pronto.”

“Y cómo está tu primo?”

“Está mejor.  Los doctores dicen que si todo sigue bien, podrá regresar a la casa en unos días.”

“Esas son excelentes noticias.”

“Sí.  Bueno, necesitará algunas terapias y algunas citas con un especialista, pero definitivamente estará bien.”

“Tiempos difíciles, cierto?”

“Espero que esta vez acepte la ayuda.”

“Lo hará, y estoy dispuesta a ayudarte.”

“Gracias Gaby, eres una gran amiga.  Por cierto, cómo están las cosas en tu casa?”

“Están bien.  Extrañando ya a mi papá, a Kelly y a Jeremías; aun así, sé cómo sobrevivir un verano sin ellos.  Después de todo, sucede todos los años.”

“Gaby!” escuché a alguien casi gritar mi nombre, y dos brazos fuertes atrapándome en un abrazo.

“Mateo!” realmente quería a ese chico. 

Es como un hermano para mí, y aunque a los doce años vivía enamorada de él, ya no era así.  Era un chico que cambiaba constantemente de novias. 

“Te ves increíble!” 

“Gracias.  No te he visto en dos años. Se terminaron los campamentos para ti?”

“Sí, y has crecido mucho.  Tienes novio?” y ahí va el don Juan.

“Sí, y lo amo…muchas gracias.  Cómo están las conquistas últimamente?”

“Igual…siempre me están hostigando.”

“Cómo puedes vivir con un hermano así, Melanie?’

“Simplemente, te acostumbras.”

Luego de platicar un rato, poniéndonos al día en muchas cosas; y sin éxito de que Sebastián se despertara, ya era hora de irnos.

“Mi vida, creo que es momento de irnos; para que puedas estar en la casa temprano” dijo mi abuela.

“Sí, cierto.  Los veo luego.”

“Para dónde vas?  Yo te puedo llevar?” preguntó Mateo.

“Gracias, pero es algo que debo hacer sola.  Vendré mañana.  Tal vez podemos salir juntos o inventar algo” le respondí.

“Es una gran idea.  Espero que Sebastián esté despierto mañana cuando vengas, para que puedas conocerlo” me dijo Melanie abrazándome.

“Eso espero.”

Nos despedimos, y caminamos hasta el auto.  Allí se encontraba abuelo, hablando con el papá de Melanie.  Luego de intercambiar palabras con él, salimos de allí.

En nuestro camino al cementerio, Abuela Anna continuaba preguntándome si estaba segura de lo que quería hacer; de ir allí sola.  Ella estaba preocupada, especialmente luego de la manera en que actué en el hospital. Yo le aseguraba que iba a estar bien.

“Cualquier cosa, nos llamas, mi vida.  Estaré pendiente al teléfono” me decía mi abuela mientras me besaba en la frente.

“Lo tendré presente.  Te puedo asegurar que estaré bien.  Es algo que llevo deseando, y que una vez lo haga, estaré tranquila. Ya soy lo suficientemente grande para esto.”

“De acuerdo.  Te amo.”

Mi abuela subió al auto, y se marcharon.  Yo me quedé parada frente a los portones del cementerio.  Respiré profundo y comencé a caminar; luego de esto, regresaría caminando a la casa.  Sin duda alguna, me ayudaría a encontrar parte de mi paz.

Cruzando PuertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora