(14) Sebastián

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Han pasado tres semanas desde que llegué a la casa de mis abuelos.  Conocí a Sebastián el día en que fue dado de alta del hospital; aun no le he hablado, y se niega a compartir con nosotros.  Se la pasa todo el día encerrado en su habitación.

Ambos hemos experimentado perdidas significantes en nuestras vidas. Aunque yo tengo a mi papá, quiero dejarle saber que la vida continúa y que todo va a salir bien; que deseo ayudarlo. La diferencia de edad al momento de esta horrible experiencia, es enorme; pero les confieso que daría cualquier cosa por haber tenido la oportunidad de que mi mamá estuviese a mi lado por  el mismo tiempo que Sebastián disfrutó los de él.

Sus ojos azules estaban todo el tiempo llenos de tristezas.  Todos coincidían en que era un muchacho alegre; aunque en estos momentos, el interruptor estaba apagado.

Luego de llegar de la playa con Melanie, fuimos a su casa.  Ella entró al baño que se encontraba en su habitación, mientras que yo decidí ducharme rápidamente en el baño que estaba en el pasillo.

Cuando salí de la ducha, fue cuando me di cuenta de que mi ropa estaba en la habitación de Melanie.  Así que me cubrí con una toalla y corrí lo más rápido que pude hasta allí.

Estaba tan apresurada en llegar, que no noté cuando Sebastián salía de su habitación, y fui a parar con él.  Este intentó sostenerme, pero mi trasero fue a parar directamente al suelo. Mis manos sujetaban la toalla, como si mi vida dependiese de eso; honestamente, no pude estar en una situación más bochornosa. 

“Discúlpame, no te vi” dijo Sebastián mientras me ayudaba a levantarme.

“Fue mi culpa.  Estaba tan apurada que no te vi” sentía que mis mejillas comenzaban a sonrojarse.  Oh Dios, por qué estas cosas me suceden a mí?

“Estás bien?” preguntó notablemente preocupado.

“Sí…eh…tengo que…” mi boca no sabía que más decir.

“Sí, deberías ir a ponerte algo de ropa, antes de que tropieces con otra persona.  Y conociendo a Mateo, podrías estar en riesgo.  Conozco muy bien a mi primo” comentó, pudiendo observar por primera vez una sonrisa en su rostro.

“Discúlpame, de veras” le dije mirando al suelo y comenzando a caminar hacia el cuarto de mi amiga; volteando por un momento y mirando a Sebastián una vez más, “te gustaría ver una película con nosotros?”

“No me siento bien como para ver una película.  Pero qué tal si me guardan un poco de palomitas de maíz?”

“Cuenta con eso” le sonreí tímidamente y casi corrí a buscar mi ropa. 

Un rato luego, nos encontrábamos en la sala, viendo una película.  Owen estaba en el sofá con Melanie y conmigo, mientras que Mateo estaba en otro de los asientos con su más reciente víctima, Rebecca.  Me sentía demás en aquella habitación y estaba pensando en alguna excusa para irme a mi casa.  En momentos como estos, realmente, de todo corazón, extraño a Jeremías.

Solo se me ocurrió levantarme del sofá, agarrar el plato vacío de palomitas, y caminar hacia la cocina; con la excusa de preparar más.  Luego de prepara un paquete, mientras lo estaba sirviendo, me acordé de la promesa que le hice a Sebastián. 

Busqué un plato más pequeño, sirviéndole un poco, y subiendo las escaleras.  La puerta estaba sin seguro, así que la abrí sin ni siquiera tocar.  Colocando uno de mis pies dentro de la habitación, mis ojos inmediatamente volaron a la figura que se encontraba en una esquina, llorando.

Mi corazón se destrozó en mil pedazos.  Si hay algo en esta vida que no puedo soportar, es ver llorar a un hombre. 

Automáticamente, coloqué el plato en el suelo y caminé hacia él.  Me encontraba discutiendo conmigo misma; no debí entrar en la habitación, sin tocar, primeramente.

Cruzando PuertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora