Capitulo 7: El Demonio de los ojos Calipso.

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Los rayos del sol entraban apaciblemente por las persianas transparentes de mi habitación. Las sabanas se hicieron un estorbo en mis pies y mi sonrisa se dibujo rápidamente al oír la voz de Catherine.

-          Señorita Tania, vamos despierte, abajo la esperan su Padre y su Madre para desayunar…

-          Ya voy Cathy… ya voy…

Con lentitud me incorpore a sentarme en mi lecho, Catherine acomodaba mis cosas, mi habitación siempre pasaba desordenada y ella con la misma cautela cada mañana la ordenaba y quedaba maravillosamente perfecta para volver al desorden.

-          Ya pues, ya pues, ¿acaso se le olvido a su merced que va a ir a Himalia con su Madre?

Sonreí de felicidad, no podía estar más contenta, odiaba estar encerrada en esta maldita casa todos los días, escuchando a mi Padre oír sobre las leyes de Laksy, su maldita herencia de Poder, y tantos asuntos políticos que ni me interesaban.

Con rapidez me bañe, vestí y peine mi delicado cabello. Bese a Catherine y la apretuje lo mas que podía, lo más que extrañaría de este lugar seria ella, sus cuidados y sus retos, sus frases repetidas como: “Su Merced es muy pequeña para andar por allí sola” o “Su Merced necesita la autorización de sus padres para hacer aquello”… Aunque solo fuese la empleada de la casa yo la quería como a mi propia madre.

Baje corriendo las escaleras hasta llegar al comedor, mi Padre me dio la mirada fría que siempre tiene y mi Madre los “buenos días” con su voz hermosa y tierna. Me senté a la mesa y Chaterine me sirvió el desayuno.

Mis padres no se miraban y el silencio rondaba por la inmensa sala, solo los platos que Cathy lavaba sonaban haciendo eco en toda la casa. Mi padre, Telesto, El Ángel del Éxito y la Sabiduría, era un hombre frio y distante, ocupado en sus negocios y en su ciudad, siempre metido en el papel de Rey de Laksy y preocupado por su protección. Mi madre, Melody, El Ángel de la Canción y la Melodía era una mujer muy amable y gentil, creo que no hay ángel con más Paz en su interior que ella, siempre cantando canciones con su pura y fascinante voz.

Hace algún tiempo mi hermana mayor dejo la casa huyendo a lejanas tierras según los relatos de mi Madre, pero cada vez que preguntaba por ella, mi Padre enfurecido me daba una bofetada, diciendo que aquella no era su hija ni necesitaba que se nombrara en esta casa.

Desde aquellos tiempos la relación de mis padres ya no es la misma, todo es tan forzado y tan rutinario. Pareciera que la felicidad en este hogar no existiera, yo hubiera querido huir como lo hizo mi hermana, pero era la única heredera al Trono de mi Madre, la Princesa de Laksy, a quien un dulce y apuesto Príncipe Azul tendrá el honor de tomar como esposa y reinar en este miserable pueblo. Yo no me creía esa historia, no quería la perfección en un hombre, yo solo quería amarlo de verdad y que él me amase como yo lo haría.

-          Titania, beba su desayuno rápido hija, que nos espera el carruaje – comento Melody.

-          ¡Carruaje! ¡Carruaje! ¡Lo único que saben sus mercedes es salir a visitar gente que no sabe ni mandar en sus pueblos! – dijo mi Padre

-          Telesto, callé ya, sus palabras son un tormento para mis oídos – contesto mi Madre.

-          ¡Pues si mis palabras son un tormento para usted, porque no se larga con los amoríos que tiene a mis espaldas!

Mi madre se paró de la mesa indignada, recogió su taza y llorando de humillación se retiro de la sala. Aquel hombre me miraba con rencor, pareciera que ni fuese su hija la que estaba a su lado.

-          Titania… ¿usted no será así de loca como su madre no? Usted debe darme el ejemplo de una verdadera señorita y demostrar toda la educación que le brinde – dijo mirándome enojado mi Padre.

La Mitad de mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora