Capítulo cuatro.

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No apto para sensibles.

Leah.

Elizabeth Ox me observaba desde una esquina, mientras yo terminaba de asimilar que Michael, el padre de Cameron, había sido trasladado del hospital psiquiátrico donde lo habíamos encontrado y rastreado, y nos habían jodido casi la misión por completo.

—Leonardo va a matarnos—dijo ella, pasando la mano por su cabeza—. Jodido, jodido Cameron Black, desgraciado—hablé, golpeando la mesa en un sonoro estruendo.

No era mucho más vieja que yo, no tenia más de veinticinco años y su prontuario policial era uno de los mas grandes en todo Londres , bastante jodido para ser verdad.

No tenia idea de por qué siendo tan joven y bella se había hecho este daño de ingresar a Imperio y trabajar codo a codo con Leonardo Evans, la chica era una especialista en la desactivación de aparatos riesgosos y tenía una puntería tan perfecta que asustada,  era totalmente letal.

Su cabello liso y pelirrojo caia por sus hombros hasta un poco mas arriba de su cintura, y sus manos temblorosas intentaban usar su teléfono celular.

Jodido, mil veces jodido Cameron Black.

—No sé que demonios haremos.

—Tuvo que sospechar que Evans no se quedaría tranquilo—dijo—. Es eso o hay un maldito soplón en Imperio, no se que noticia odiará más Leonardo.

—Van a rodar cabezas—susurré, apoyándome contra la pared—. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, no es nuestra culpa.

—Si ruedan cabezas, puedes estar tranquila que la tuya no lo será.

Resoplé y la observé, no éramos las mejores amigas. Pero me inspiraba más confianza que la mayoría de la gente que se encontraba trabajando aquí.

—Sólo llevas aquí seis meses, ¿Como puedes saberlo?

—No te hará nada ese hombre, te necesita para llegar a Cameron Black.

—Lo sé—susurré.

Saqué una pequeña fotografía de Cam, sus ojos grises observaban la cámara. Era la ultima fotografía que había tomado de él justo antes de que todo se fuera a la mierda. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al darme cuenta que sí, había pasado cuatro años sin mi.

¿Le hablarán de mi? Estaba segura que mi  niño no me iba a recordar.

—¿Es tu hijo?—susurró Elizabeth.

Asentí, guardando la fotografía otra vez en mi bolsillo.

—Ahora tiene cinco años—susurré—. No lo veo hace mucho, mucho tiempo.

Ella guardó silencio unos segundos.

—El chico que me contaste el otro día... ese que amaste y te dejó. Era Cameron Black, ¿No es así?

Me odié un segundo por haberle contado mis intimidades a una completa extraña, pero aquella noche de copas me había jugado en contra. La observé, lucía sincera y real, y yo nunca había tenido amigas. Me acerque a ella.

¿Sería alguien que valía la pena confiar? No lo sabía, pero después de tantos puñales, las cosas suelen complicarse más al confiar en una persona. Pero la pelirroja me observaba con atención, como si de verdad le importara. Ante mi silencio, ella me medio sonrió.

—Si no quieres contármelo, estás en todo tu derecho.

La observé una vez más.

—¿Por que me lo preguntas?—susurré. Al fin y al cabo él era la persona que ahora debíamos de joder, a él y a la CLEA.

CRUEL llDonde viven las historias. Descúbrelo ahora