Capítulo siete.

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No podía ver ni una mierda, las luces del club comenzaron a estallar y todo comenzó a verse en cámara lenta. La gente que estaba dentro de este comenzó a gritar y a huir al escuchar los disparos provenientes de la sala en la que estábamos todos nosotros. Yo sabía perfectamente a o que íbamos ahora.

—Una guerra conmigo es una guerra perdida—le habló Cameron—, te lo aseguro.

Una neblina espesa hizo que la mayoría de nosotros comenzáramos a marearnos, Cameron salió rápidamente del lugar junto con su gente, dejando a algunos cubriendo el perímetro. El rostro de mis colegas era indescriptible, ninguno de nosotros podía creer que nos acababan de ar literalmente una patada en el culo, que nos habían jodido tan rápido y el hombre con el que todos nosotros teníamos una cosa en común; odio.

—¡Llévense al jefe!—gritó uno de los hombres de Leonardo—.¡Saquenlo de aquí!

Lo i desaparecer entre las sombras junto con sus tropas, aún había gente que gritaba como loca por los disparos que ambos bandos se daban, uno tras otro.

Un hombre unos noventa kilos se posicionó por delante de mi, traía un traje recubierto y la insigna de la CLEA junto a él, manchas de sangre lo adornaban y me observó a los ojos, supo de inmediato quién era.

Tomé el arma que traía bajo el vestido y le apunté directamente en el pecho, disparé rápido sin darle la posibilidad de herirme, porque estaba seguro que él iría por ello. 

—¡Mierda!—grité—, ¡Elizabeth!

La pelirroja se encontraba en este momento escondida tras uno de los  mueble del lugar mientras observaba que hombres y hombres de la CLEA ingresaban al lugar, definitivamente a acabar con todos nosotros. Nos sobrepasaban en número y en armas, estábamos jodidos y no podíamos dar el lujo de quedar bien y dar una pelea, sólo quedaba una solución ante la evidente trampa de Cameron Black, y era escapar.

—¡Vamos, vamos!—le grité, tratando de guiar a mi compañera a la salida. 

—¡Ve por ellas, Adam!—le gritaron a uno de los hombres de la CLEA, un chico se interpuso en nuestro camino y observé su rostro. Le apunté y me apuntó.

—¡Muévete!—le grité, sin querer recordar de dónde se me hacía tan conocido ese hombre que no parecía tener más de dieciocho años.

El piso se removió y Elizabeth le disparó en la pierna, el chico instintivamente respondió y lanzó un disparo hacia ella que terminó por esquivar. 

Mi corazón latía con fuerza, quería tumbarlos a todos. A cada uno de ellos por cooperar con un hombre como Cameron Black y tener que haberme dejado en esta posición, por ayudar también en convertirme en lo que soy ahora.

Disparé muchas, demasiadas veces en el blanco. No podía importarme si salía viva o muerta de aquí en este momento porque mi plan se había ido a la mierda, porque todo se había ido al carajo y yo quería descargarme.

—¡Mierda, Mierda!—grité al darme cuenta que al mirar por delante había bajado a veinte hombres de la CLEA sin embargo había perdido a la pelirroja—, ¡Elizabeth!—grité.

Ya habían sacado a Leonardo de aquí, así era el protocolo y el protocolo siempre había que respetarlo. Leonardo siempre debía de ir primero, luego su mano derecha y luego los demás. Y eso era lo que había pasado, me había ofrecido yo voluntariamente a cuidar el perímetro porque jamás pensé que nos tenderían esta trampa.  

Ahora habían hombres caídos por mi culpa, mis manos temblaban y mi respiración estaba agitada, comencé a correr. Estaba sola. si alguien me encontraba todo se terminaría. Todo se jodería más de lo que ya estaba jodido.

CRUEL llDonde viven las historias. Descúbrelo ahora