Nueva York, Julio de 1930
El sonido de mis pasos sonaba seco y amenazador en el pasillo. En mi mano, el revólver todavía humeaba. Giovanni me ofreció un pañuelo y deposité el arma en su mano.
-Uno menos. Puedes llamar al jefe e informar de ello.- Cambió el revólver por un cigarrillo, y me lo llevé a los labios.
-Sí, Madame Puzo.- Respondió Giovanni con voz queda.
La misma vida frenética de siempre. Las mismas tareas sucias de siempre. Yo era la reina de Nueva York, la reina en las sombras, a la derecha de un rey oscuro y sombrío.
Deberían haber llamado Hades a esta ciudad, porque en ella se podía bajar, uno tras otro, todos los círculos del Infierno.
Volví a Villa Puccini en el coche, Giovanni conducía con velocidad a través de las calles atestadas de almas. Almas todas ellas, pero los demonios, los que las torturaban, éramos nosotros. Vi mi reflejo en el retrovisor central y Giovanni cruzó su mirada oscura con la mía. Sabía en qué estaba pensando. Sabía que no era el lugar en el que deseaba estar.
Las rejas opulentas de Villa Puccini se abrieron para dejar paso a mi coche. Nino abrió la puerta del coche ante la entrada principal y subí las escaleras con tranquilidad. Tenía correo. Me entregó la carta y sonreí.
-Charlotte Harris, es curioso. Su padre tenía lazos con los Juliano.
-Me consta que ella no está al tanto de los negocios de su padre, Madame Puzo. Está limpia.- Respondió Nino, mientras yo abría el sobre.
No. Charlotte no estaba limpia. Era mi amiga, lo que ya la ensuciaba y mucho.
-Invítala a tomar el té en los próximos días, Liz.- Escuché la voz de Vitto al fondo del pasillo.- Hacéos unas fotos juntas. Seguro que es una buena publicidad para nosotros. Nos dará buena imagen de cara a la sociedad.
Asentí con la cabeza y sonreí levemente. Odiaba ese concepto, el de la "sociedad". Era un agujero negro lleno de mentirosos y serpientes. Seguía soñando con Salem. Me senté en un sillón cerca de Vitto y saqué la carta. En su interior, un mapa con un plan de vuelto y una postal.
-Vaya, esta vez sí que ha llegado lejos.- Observé la postal, desde Alaska.- Me indica que estará de vuelta para el mes que viene. Entonces la invitaré a venir, ¿te parece bien, querido?
Vittorio levantó la mirada y asintió con la cabeza, sonriendo levemente. Había una ternura en su mirada, una complicidad que me revelaban la verdad tras su impertérrito gesto. Odiaba aquél infierno tanto como yo. Deseaba salir de aquél lugar tanto como yo.
Sobre la mesa, había otro sobre, y lo deslizó hasta mi.
-Elizabeth... Quiero que tengas esto.- Susurró.- No sé cuándo se hará realidad, pero lo cumpliremos, ¿de acuerdo?
Abrí el sobre amarillo, y saqué un legajo de papeles y una fotografía. Observé los papeles y comprobé que eran las escrituras de la casa de Salem, y una fotografía de ambos ante la puerta. Sonreí con la nostalgia de lo que nunca tuve, y volví a guardar los documentos y la fotografía en el sobre.
-De momento lo mantendré en secreto. No me gustaría que nos siguieran hasta allí en alguna escapada.
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Nueva York, Junio de 1934
Leo Serpico observa la entrada principal de la casa de los Puzo encendiéndose un cigarrillo, esperando de pie en centro del camino. Desde el interior, un hombre se acerca a él con paso ligero, abriendo los brazos en señal amistosa y saca la llave de la reja del jardín.
-¡Ciao, Leo!- Le saluda.- Bienvenido a Villa Puccini. Has hecho un trabajo impecable, ya solo queda rematar la faena. ¿Cómo ha ido con los DiBaggio?
Serpico entra por el hueco que le abre Marco Puzo en la verja y apaga el pitillo en el suelo, mirándole de lado con gesto ladino.
-Benne, Benne, han hecho el trabajo. Ahora le debes una buena al Capo, sabes que no le gusta dejar cabos sueltos. No le hacía ninguna gracia que la Madame heredase la casa, ¿sabes? Vito no era un mal tipo, y después de verla rondar a aquél periodista, a aquél Davis, menos gracia le hacía. Don Giuglio DiBaggio no es amigo de esas historias que le gustan a tu cuñada.- Le palmea el brazo a Marco, yendo hacia la casa principal de Villa Puccini.- A todo esto, ¿dónde está ella? ¿Dónde tienes encerrada a Madame Puzo?
-¿Encerrada? ¿Quién te piensas que soy, Serpico, un animal? No... No... Elizabeth no está aquí, y que me parta un rayo si lo sé. Tampoco me importa. Pero cuando llegue, no va a encontrarse las cosas como creía que eran. ¿Vienen los tuyos ya de camino?
-Por supuesto. Los míos y los Juliano. Hiciste bien aliándote con ellos, pero me apena lo de Lily. No es mala chica. Tonta, muy tonta, pero es buena chica.
-Siempre hay daños colaterales en estas historias, Leo, ya lo sabes. De todos modos saldrá más espabilada del penal, y con suerte rematará la faena que hemos empezado.
Serpico entra en la casa limpiándose las suelas en el felpudo y retirándose el sombrero. El cabello oscuro, elegantemente echado atrás con brillantina, se sujeta en una corta cola tras su nuca. Mira a su alrededor y le sorprendie no ver al servicio.
-¿Acaso los has despachado a todos, Marco?- Le pregunta con curiosidad.
-No sé a quién son leales, Leo. Mejor solo que mal acompañado.
-¿Y dónde está el chico, Giovanni?
-Debo suponer que con Madame Puzo, sabes que no se separa de ella.- Responde resuelto el menor de los Puzo, yendo hacia el salón e indicándole que le acompañe. Se acerca al mueble bar y lo abre, sacando una botella de whisky y dos vasos tallados.
-Marco... Te dejas demasiados cabos sueltos. Tendrías que haberte ocupado de él igual que nosotros nos hemos ocupado de Ricci y del otro. No hay que dejar nunca nada al azar.
-Pero bueno, Serpico, ¿qué va a hacer un muchacho que no ha visto una buena pelea en su vida?- Ríe Marco despreocupado, sirviéndole una copa.- Anda, ¡bebe conmigo! ¡Por los nuevos tiempos!
Leo Serpico resopla, y toma el vaso de whisky. Cuando va a dar un sorbo, una explosión lo arroja atrás unos metros.
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Madame Puzo- Una Historia de Time Princess (Liz Colvin)
FanficLa Familia Puzo ha sido, hasta la fecha, la más importante del sindicato del crimen neoyorkino. Desde la caída de Francesco Juliano a manos de un misterioso tirador la noche previa a la Asamblea, nadie ha discutido a los Puzo su hegemonía. Pero los...