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×NADIA×

Dado a que por una extraña razón no recuerdo los sucesos que transcurrieron en mi vida hace tres años atrás, tal cosa provocaba más ansiedad de la que ya padecía por naturalidad. Abría paso a una constante preocupación que no me atrevía a desahogar con nadie. Se había convertido en otros de mis secretos después del acosador oscuro.

Hace varios días que no se presenta como un fantasma cada vez que giraba mi vista hacia un punto. Mis días no se volvieron tranquilos pero daba por eliminada esa preocupación, al menos por ahora.

Anoche...

Imposible superar cada minuto que pasé junto a Allan, pero no solo ese momento que estuvimos juntos, sino también lo que pasó después de que él me dejara en casa.

Nina, y tal vez mi padres, ya dormían. Lo que significaba que debía esperar a que mi vista se acostumbrara a la oscuridad o sino no llegaría con vida a mi habitación. Al tener mejor visión, deposité las llaves de casa junto a las demás sobre la mesa de la sala de estar. Subí a mi habitación no sin antes saltarme dos escalones de una vez.

-Maldición.- protesté en voz baja, golpeando suavemente mi frente por ser tan torpe.

Lista ya para recibir la mejor de las duchas que había tenido nunca, golpean la ventana de mi habitación con lo que consideré una roca pequeña, haciendo que sobresaltara por el sonido repentino. Me acerqué al vidrio con cautela y observé a los alrededores.

La calle desolada estaba iluminada con una bombilla un poco opaca pero con eso bastaba para ver.

Nada. Nadie.

Pero no todo estaba tan bien como pensaba. La bicicleta que Priscilla me había prestado se encontraba frente a la puerta principal de la casa.

¿Cómo llegó aquí?

Allan había quedado en recogerla temprano la mañana siguiente antes de que alguien más la viera, pero ¿se arrepintió?. Me pareció tan extraño que fui a chequearla o a por lo menos no permitir que bloqueara la puerta. Justo cuando la tiré a un lado en el jardín, algo se dejó ver.

No puede ser.

Pensé quedando boquiabierta, sosteniendo ese "algo". No era más que el mismo papel que contenía números sin coherencia, lo que había considerado una tontería sin importancia.

¿Si de verdad era una tontería cómo llegó aquí?

Era por esta justa razón que hoy estaba indispuesta, no me importaba si llegaba tarde a clase o si no entraba siquiera a la escuela. Se había desatado en mi cabeza un caos incontrolable que me empezaba a provocar fuertes palpitaciones. Mientras estuve en el auto de camino al colegio con Lucas, él ni lo notó, y fue mejor así. Siempre evitaba a toda costa que me hiciera un montón de preguntas como si fuera mi padre. No me encontraba lista en ese instante para contarle, por lo que preferí callar.

Por eso eres así, Nadia, por guardar silencio es que sufres...

××

-¿Qué es este sitio?. - pregunté observando de una forma rápida pero detenida, el aspecto del lugar al que Priscilla me condujo y que ahora me transmitía muy malas vibras por su ligera oscuridad y personas fumando.- Dime la verdad- expresé con mandato, mirando directamente a sus ojos. -¿te estás drogando?

Se echó a reír, mientras que yo seguía con mi vista sobre ella y mi entrecejo fruncido.

-Tenía dudas de que estabas loca, pero ahora ya lo he confirmado. No quiero estar aquí.

No estaba para nada acostumbrada a entrar en un sitio de estos, sin embargo llegó a llamarme la atención cuando un humo se apoderó de todo el espacio y unas luces tenues color violeta que colgaban de las paredes brillaban como luciérnagas. Daba una impresión bastante distinta a la de antes. Había cambiado por completo. Mesas dispersas ocupaban el sitio, y percibí que varias personas, entre jóvenes y otros mayores, comenzaron a bailar en grupos al ritmo de la música que comenzó a sonar de repente. La mayoría se dirigió a la barra del bar a nuestra izquierda.

US: Quienes Somos en Realidad [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora