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Dos noches seguidas sin dormir, la castaña se veía al espejo luego de aplicar un poco de corrector para sus ojeras. No quería dormir. Se ponía a ver series, hacer deportes o leer.

Cualquier cosa era una buena opción si le evitaba dormir. Su muñeca derecha estaba muy roja y con algunas ronchas, la liga que la rodeaba tenía algo de sangre. Estaba siendo muy agresiva consigo misma, cuando sentía que sus ojos no podían estar abiertos estiraba la liga y la soltaba.

El dolor era bueno para no dormir.

Mientras tanto Bill la había estado viendo todo ese tiempo, le divertía como ella misma se torturaba y también la fuerza de voluntad tan grande que tenía.

— Es impresionante. — Aplaudió Will, Bill tenía un tic en su ojo cubierto cada vez que su hermano aparecía.

— ¿Que demonios haces aquí?

— Veo a tu estrella fugaz.

— Los Alegría te están dando mucha libertad últimamente.

Will sintió un escalofrío. Los gemelos de su dimensión últimamente estaban más conformes en molestarse entre ellos que molestarlo a él. Eso le daba tiempo libre para ver lo que su hermano hacía con su estrella fugaz.

— ¿La haz dejado en Paz estos días.

— ¿crees que luce como alguien que tiene paz?

El triángulo azul miró el espejo, esa Mabel no era diferente a la suya. Ambas se sentían excluidas de su familia, tenían más potencial que cualquiera y ni siquiera lo sabían gracias a que estaban muy ocupadas lamentándose el no estar más unidas a sus hermanos, claro que de formas muy distintas.

— Justo ahora su paz radica en mi ausencia. — Bill sonrió, más que en paz ella lucia un tanto distraída. Su vista perdida en el espejo mientras cepillaba su cabello, como si esperase de alguna forma que el apareciera.

Pero no, el no podía entrar en la cabaña gracias a la porquería de hechizo de unicornio que seis dedos colocó al rededor. El podía invadir sus sueños gracias a que la había tocado, pero aún así necesitaba de mucha energía.

Por su parte Mabel no sabía que era observada, notó que su cabello se había puesto más brillante desde que estaba en GravityFalls, quizás porque ahora si salía a la luz del sol.

Miró su teléfono, era un mensaje de pacífica para que fueran a tomar juntas una malteada. Rápidamente Mabel contestó con un "si" eso la distraería u también la haría feliz ya que no había hecho la gran cosa en los días que llevaba ahí, lo más interesante había sido la boda extraña de los gnomos.

Al cabo de 40 minutos ambas chicas estaban en la cafetería del pueblo, linda Susan les llevo a cada una sus malteadas de chocolate y a Mabel un trozo de pie de manzana.

— Linda Susan, solo pedimos las malteadas. — dijo la rubia confundida.

— El pie es cortesía de aquel lindo chico de allá. — la anciana señaló al mostrador donde sentado había un rubio que Mabel podía identificar tan bien como la palma de su mano.

La mujer se fue y el rostro de Mabel estaba rojo de furia, pero no iba a desperdiciar el Pie.

— Lastima que estás enamorada del chico mayor, porque este es muy guapo para ser real. — Pacífica sonrió mientras pasaba su vista de el rubio a su amiga.

— No estoy enamorada de nadie.

— Entonces ve y agradécele, tiene la belleza de un Dios.

— O un demonio quizá.

— ¡Eso es! Es como en esas series y libros donde el chico malo y la chica buena.

— No.

— Si, si. Ve háblale. Prometo no decirle nada a Dipper.

Mabel suspiró antes de llevar el último trozo de pie a su boca. No podía entender como nadie reconocía a Bill, o simplemente como no sentían que había algo mal con ese individuo, solo su ropa estilo el abuelito de monopolio era suficiente para pensar que era raro, si sustituía el parche por un monóculo era el mismo ¡el mismo! Pero nadie parecía notar sus peculiaridades o su aura maligna.

— iré para que esté feliz.

Mabel caminó y mientras lo hacía vio como el tiempo se detuvo y todo se volvió blanco y negro.

— No deberías aceptar comida de extraños, estrella fugaz.

— No deberías estar acabando con mi paciencia, Dorito volador.

Bill hizo una mala cara, seguía sin entender ese tonto apodo que usaba la castaña.

Su ojo dorado miró los ojos marrón de su estrella fugaz, brillaban como ya ella no brillaba.

— ¿Que haces aquí? — le pregunto, hasta el podía notar en su voz que estaba cansada y molesta.

— ¿Acaso no puedo venir a verte? — cuestionó, tomó un mechón del cabello de la chica.

— Siempre me estás mirando. Puedo sentir tu presencia en cada asqueroso momento.

Eso lo sorprendió y no pudo ocultarlo. Ella lo sentía y era algo normal, mucha gente era perceptiva y lo podía sentir, pero es gente sentía el pánico y el terror, se volvían paranoicos y locos en poco tiempo. Ella no, ella seguía su vida normal aunque sentía cada segundo que el la observaba.

Su plan era romper a su estrella fugaz. ¿Pero como? Si ella ya no era la estrella fugaz que dejó hace unos años.

— ¿no me temes?

— Ya no eres nada. No puede temerle a algo que es nada.

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Estrella Rota - Mabill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora