Capítulo 7

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Frente a nosotros Ian y Rita con conjuntos deportivos imitando los pasos de zumba de una coreografía de internet. Christopher y yo los miramos con las cabezas levemente torcidas, tratando de encontrarle el sentido a el cuadro abstracto que ellos representaban.
Al darse cuenta de nuestra presencia, pausaron el vídeo en la televisión.
- Trajimos para hacer la cena.- Dije parada en el mismo lugar con el ceño fruncido, mientras el pelinegro levantaba la bolsa y el sixpack de cervezas.
- ¡Perfecto! Voy a refrescarme un poco y a preparar todo. - Dijo agitada la mujer.-
- Vos anda tranquila, nosotros pelamos y cortamos... ¿Vos podés fritar?- Pedí mientras me dirigía a la cocina.
- Sí, entonces bajo en un momento mi niña.- Avisó.
- Vamos a trabajar, pulgosos.- Les ordené a los dos lobos que habían comenzado una charla trivial.
Cada uno tenía su función: Ian lavaba y secaba las papas, yo las pelaba y Christopher las cortaba. Habíamos pasado un rato largo charlando, dónde me contaron un par de cosas sobre la manada, las personas que vivían ahí y el palacio de Kensington dónde, se supone, vive nuestro queridísimo Christopher Windsor de Kent.
- Entonces... ¿Tendrías que vivir con los duques de Cambridge?- Pregunté mientras seguía pelando.-
- Sí pero no.- Respondió el pelinegro.-
- Kensington es como un enorme jardín, tiene varias propiedades, la suya es la de  Wren Cottage.- Secundó el castaño.-
- A esa vamos por actos oficiales o votaciones.- Siguió Chris.- Pero prefiero la casa de la manada, es más acogedora y no tengo al imbécil de William detrás de mis asuntos.- Dijo con evidente molestia mientras cortaba las papas con mayor violencia de la necesaria.
- Creo que no le cae bien.- Le susurré a Ian.
- ¿Tú crees?- Rio por lo bajo.
- Entonces... Vos Ian tenés cien años ¿Y vos?- Pregunté al alfa.
- Uno luego de un tiempo deja de contar...- Dijo queriendo evadir la pregunta.-
- ¡Dale, dale, dale, dale, dale!- Le dije mientras clavaba mis dedos en sus costados.- Por favor, prometo que no te voy a dejar porque seas un vejestorio.- Seguí molestandolo mientras lo abrazaba y me preparaba para atacar.- ¿Me vas a decir o no?- Mordí su antebrazo.- Primer aviso.- Amenacé con los ojos entrecerrados, alejándome de él.
- ¡Salvaje!- Me regañó.- Tengo un par de años más que Ian.- El castaño rio mientras Christopher suspiraba.- Tengo ciento setenta.- Dijo apresurado.
Me quedé mirando a mi lobo sorprendida, estaba frente a mí un espécimen de la época victoriana en perfectas condiciones. Toqué su pecho para comprobar que debajo de aquél traje no había piel blanda y en respuesta a mis preguntas, un pectoral bien definido se escondía bajo su ropa. Retiré mi mano y aún con sorpresa le dije:
- ¿Cómo eran los dinosaurios?- Provocando la risa de Ian y una mirada de desaprobación de Christopher.
- Hilarious.- Masculló.- I ended up.- Dijo poniendo las últimas papas en un recipiente colmado de ellas.
-¿Lobito está enojado?- Me acerqué burlona, lista para seguir acosandolo.-
- Solo tengo hambre,- me abrazo y apoyó su mentón sobre mi cabeza.
- Que asco, de verás.- Se quejaba el castaño que iba saliendo de la cocina.- ¡Rita!¡Auxilio, se están dando amor!-
- Ese cachorro tonto,- se quejó el mayor.- voy a abrir una cerveza... ¿Quieres?- Se separó de mí, para dirigirse a la heladera.-
- Sííííí.- Grité mientras iba a la sala a recostarme en el sillón.- Mañana voy a juntarme con unos amigos, vamos a ver las carreras.- Le conté.
-¿Carreras?¿De qué?- Preguntó, ya en el living con las dos botellas destapadas.
- Fórmula uno.- Respondí agarrando una de las botellas que ofrecía, tomé un sorbo.
- ¿En serio? Te podría llevar a algún Gran Premio, Monza es genial.- Propuso entusiasmado.-¿Cuál es tu escudería?-
- Me gusta el plan.- Sonreí, tomando su mano libre.- Prefiero McLaren, pero me gustan varios drivers, Sainz, Bottas, Leclerc y Norris.- Enumeré.
- ¿McLaren? Al menos es británica.- Se quejó.
- Perdón, me acordé que hasta viste a Fangio en el Primer Gran Premio de la F1.- Me burlé.- Lobito.- Lo llamé.
- ¿Sí?- Me miró mientras terminaba su cerveza.
- Quedate hoy.- Me abracé a su costado.-
- No creo...-.
- Por favor.- Le pedí mientras dejaba un beso en su cuello.-
- Victoria, basta.- Me alejó un poco.- Así no se hacen las cosas.
- Te vas a casar conmigo y no querés que...- La entrada triunfal de Rita secundada por Ian interrumpió la discusión.
- Ya vamos a empezar a freír las papas, van a estar listas en treinta minutos.- Avisó la mujer.
Ambos asentimos, luego la mujer y el lobo castaño se perdieron en el pasillo que conecta a la cocina.
Me levanté del sofá, dispuesta a subir a mi habitación, necesitaba un baño, menos ropa y una siesta.
- Victoria, todavía no terminamos.- Siguió Christopher.-
- Voy a estar arriba, después bajo.- Le dije, pero empezó a seguirme escaleras arriba.
- Entiéndeme.- Pidió.- No estoy acostumbrado.
- Está bien.- Cedí.- Estoy cansada, no tengo ganas de discutir.- Llegué a mi habitación pero el lobo seguía detrás de mí.
Agarré un pijama con su respectiva bata, bajo la vista de Christopher, y me metí al baño. Pasaron unos cuarenta minutos, cuando sentí al lobo golpeando la puerta.
- ¿Estás bien?¿Necesitas algo?¿Puedo entrar?- Habló mientras intentaba entrar.- ¿Por qué tiene seguro?-.
-¿¡Podés cerrar el orto!?- Le grité mientras salía de la bañera.
Me cambié, mientras intercambiaba insultos con el pelinegro y ordenaba el baño. Cuando pude poner un pie fuera del baño me encontré al lobo en la habitación evidentemente molesto.
- ¿Siempre tienes que estar gritándome?- Se acercó, mirándome como si fuese su presa.
- Me entero de que existis, de que me tengo que unir para la eternidad con vos y además me rechazas.- Lo empujé para ir a la cama.- No sé que esperas.
- ¡Que me entiendas!- Gritó, asustandome.- Perdón.- Susurró.-
- Vení acá.- Golpeé la cama a mi lado.
Él se recostó y comencé a jugar con su pelo, pasamos un tiempo así hasta que Ian golpeó la puerta para avisar que la comida ya estaba lista.
- Espera,- lo frené, para subirme sobre él.- ¿Estás seguro de todo esto?-
-¿A qué viene esa pregunta?- Dijo poniendo sus manos sobre mi cadera.
- Si los dos queremos...- Le dije mientras empezaba a mover mis caderas en círculos, generando fricción entre nuestras entrepiernas.- No nos detiene nada.- Me acerqué para besarlo.
El lobo gruñó y rápidamente tomó el control. Estaba a su merced, mientras él recorría un camino desde mis labios a mis pechos, que en un abrir y cerrar de ojos ya estaban desnudos. Empezó a succionar y marcarlos, al mismo tiempo que su mano libre viajaba a mis pantalones, que pronto desaparecieron de la ecuación.
En la habitación se escuchaban mis gemidos y sus gruñidos, pronto su mano encontró mi vulva y su dedo anular hacia un tortuoso recorrido desde los pliegues hasta el clítoris, para luego entrar en mí. La tortura duró poco, el hombre frente a mí se encontraba bajando hacia mí centro, dejando un húmedo sendero de besos. Y el placer llegó a mí como un puto escuadrón SWAT. Su lengua y sus dedos estaban sincronizados, y me llevaron al que sería mi primer orgasmo con mi lobo.
Cuando pude recobrar la cordura, recordé a mi presa. Tiré su cuerpo a la cama y me di a la tarea de sacarle la camisa, entre medio de besos y un par de mordidas.
Cuando llegué a su pantalón, me demoré con su cinto. Y cuando al final pude deshacerme de él, bajé el bóxer y encontré lo que deseaba. Lo miré a los ojos con lujuria, mientras llevaba su falo a mi boca, lo lamí de arriba hacia abajo. Por su lado, él tomo mi pelo para facilitar el trabajo mientras emitía uno que otro gruñido. Cuando sentí que estaba lo suficientemente lubricado, lo metí entero a mi boca, hasta llegar a la base. Subí y bajé, acompañada de mis manos, hasta que el lobito se corrió en mi boca.
Él limpió algunos restos en mis labios con su mano, para luego besarme. Se paró de la cama y dio una orden estridente.
- En cuatro, ahora.-
Eso solo hizo que la humedad aumentara. Ese hombre iba a acabar conmigo y yo se lo iba a permitir.
Acate su orden sin peros, y su virilidad entró con total violencia, sacándome gemidos y un par de gritos. El lobo estaba fuera de sí, una de sus manos fue a mi cuello, poniendo cierta presión en la zona, cosa que me hizo sonreír.
Tras varías estocadas los dos nos unimos en un orgasmo extraordinario. El climax me golpeó, dejando mis piernas desechas, luego de eso el dolor recorrió mi cuerpo, dejándome llevar hacia el sueño.

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⏰ Última actualización: Nov 18, 2021 ⏰

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