Capitulo 12

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-Hola pequeña- Sus ojos brillaban de una emoción inexplicable, no sabría de el por qué sonreía tanto.

-¡Eres Lisa! - Sus manitas agarran fuertemente una de mis manos y me empuja para entrar a su casa.

-Y-yo - Digo nerviosa. -¿Como sabes mi nombre?

-¡Jennie comentó mucho de ti! - Mis mejillas se sonrojan y al darme cuenta de eso miro apenada al suelo.

-¿ Ella es tu hermana?- Tenían cierto parentesco pero preferiría preguntarle y saber si eran o no, hay primos que se parecen demasiado.

- Si lo es, ¿la estás buscando? - Mueve sus cejas de arriba a abajo y sonrio divertida ante sus insinuaciones.

- Si - Digo y mira por las escaleras.

- Esta bien, espérame y vuelvo al rato. - Quise oponerme diciendo que no me deje sola, ¿que haría en casa ajena? Oh Dios, si vienen sus padres y me ven acá van a pensar que soy una ladrona.

Sumida en mis pensamientos grito de dolor y miro mi pie el cual fue pisado por la hermana de Jennie, levanto mi mirada encontrándome con la sonrisa diabólica de esa niña y una sonrisa amable de una señora de más de 30.

Me enderezo y recuerdo las palabras de mi padre.

Enderezate y si encuentras a una persona mayor inclínate ante ella y saludala con respeto.

La saludé educadamente que si mi padre estuviera aquí, me aseguraría de recibir mínimo un aplauso.

La señora me mira sorprendida pero rápidamente me saluda.

- Me ha dicho mi hija que vienes en busca de Jennie. - Dice y noto una mueca al decir su nombre.

- Si - Digo atenta a sus palabras, esa mueca no me olvidaría fácilmente.

- Ella ya no vive acá. - La miro sorprendida, Jennie ¿se fue?, ¿Dónde?.

El simple hecho de saber que está sola me atemoriza, puede llegarle a pasar algo.

- Puede decirme dónde vive. -La miro y siento ganas de insistirle a que me diga, ¿acaso esta señora es lenta?

- Toma, esta es su dirección, ten cuidado...

- Lisa, Lisa Manoban. - Digo y asiente dando vuelta a lo que me supongo es el comedor.

Siento un estirón en mi remera y bajo la mirada encontrándome con la niña.

-Oye pequeña ¿como te llamas?

- Margo.

- Bueno Margo, nos volveremos a encontrar.- Digo sonriente y me despido de ella.

Saliendo de ese lugar vuelvo a respirar sin ningún temor a nada, la señora parecía querer matarme y no sabría la razón.  Se que soy guapa, capaz tenía envidia.

Tenia la necesidad de buscar el número de Jennie y mensajearle, pero si ella supiera que iría al hotel en dónde reside seguro le diría a los de seguridad que no se me permita el paso, y es qué de verdad la necesidad de verla es tan grande.

Voy camino a su hotel, los nervios me juegan una mala pasada y caigo de cara rompiendome los labios, uso la cámara de mi celular y sonrio viendo la enorme herida qué tengo y la sangre escurrirse por mis labios.

- Genial - La ironía de mi voz hacía qué lo tome con gracia, a veces dudaba si no necesitaba un psicólogo, por hablar sola y reírme de mis propias desgracias.

Estando ya en el hotel, me dirigí al ascensor, fue raro que ningún guardia me atajara a pedir mi documentación. A la próxima cuando gane la confianza de Jennie le diría que tendría que decir a los guardias a que si tenga un invitado, pida documentación.

Ahora no le voy a decir eso o corro el riesgo de que los guardias me agarren siempre para pedir documentación.

Y es qué no tengo pensado venir solo una vez a verla, mi plan esta en proceso.

Y eso conlleva esfuerzo, pero por Jennie haría eso y más.

El ascensor llegó al último piso, parece ser que este lugar es el más prestigioso.

Se podía ver por las ventanas del pasillo los paisajes del atardecer, este era un único pasillo y era solo una habitación la cual es de Jennie.

Al parecer a Jennie le gusta la privacidad y es por eso que eligió el lugar más alto y prestigioso. No dudaría que tiene piscina y un lugar en dónde relajarse, es el sueño de toda persona amante del silencio y de la soledad; concuerda con la bella personalidad de la castaña.

Nerviosa y asustada por su reacción toqué la puerta y solo escucho unos pasos corriendo, mis manos sudaban y juraba que si Jennie no abría la puerta en segundos, caería en el suelo desmayada por tanta presión acumulada, después de un minuto según mi cuenta, escuché la cerradura abrirse lentamente y miré nuevamente esos ojitos mieles.

Ven conmigo. [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora