El arbolito

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Narra Mono-Gu: El arbolito se encontraba perdido en medio de aquel bosque de enormes pinos. No podía evitar sentirse acomplejado al mirar hacia arriba y ver, solamente, ramas verdes entre las que apenas se filtraba un rayo de sol. Allí, nadie le hacía caso, los demás árboles lo miraban y murmuraban:

- ¿Qué hace este pequeñajo entre nosotros? ¿Quién lo habrá colocado aquí? Lo mejor será que hagamos como si no ésta, no merece estar entre nosotros, es demasiado pequeño.

El arbolito sufría ante tal desprecio y se refugiaba en sus recuerdos. Hacía dos años en el que tres niños y una niña lo habían plantado allí. Recordaba que era un día, muy frío, en el que aquellos hermosos gigantes estaban durmiendo y la tierra estaba cubierta de un manto de flores. Los mayores que los acompañaban les habían advertido de que no viviría pues los demás no dejaban que le llegara la luz, pero lo niña les había contestado:

- Zi, lo hará. No habeiz dicho que hoy ez un día especial. Lo hará.

Desde entonces habían pasado muchas cosas. Al principio los demás árboles le trataron con cariño, decían:

- Es igual que nosotros, pronto será tan alto que nos superará.

Más habían pasado muchos días y caído muchas nevadas y él no había superado el metro de altura, por lo que los demás habían acabado por ignorarlo. Solamente tenía un amigo, un pequeño arbusto que daba unas flores muy bellas de color rojo y que siempre le animaba.

- No te preocupes, ya ves, a mí, que soy más pequeño que tú, me tienen envidia por mis flores. Tú también tienes algo especial que te hace distinto. Sólo tienes que esperar que llegue tu momento.

El arbolito seguía recordando a la niña de cabellos rubios y ojos azules y a los tres pequeños, dos de ellos muy parecidos y el otro más moreno, pero todos muy guapos, que lo habían llevado con gran cuidado hasta allí. Añoraba volver a verlos y escuchar sus gritos de alegría.

Aquella mañana, cuando se despertó, estaba cubierto de nieve y el arbusto le estaba diciendo:

- Despierta, esta noche he escuchado la llegada de gente a la casa desde la que te trajeron aquí, y escuchado voces infantiles. ¿Tal vez sean los niños?

- ¿Pero tú los conoces?

- Pues claro, tú eras muy pequeño y no lo recuerdas, pero yo ya estaba aquí cuando ellos te plantaron, aunque ni se dieron cuenta de mi presencia.

El arbolito pasó toda la mañana muy nervioso, escuchaba pero ningún ruido llegaba hasta él salvo el sonido del viento entre las ramas y el suave murmullo de lo copos de nieve al caer. Por la tarde dejó de nevar y repentinamente escuchó voces que se acercaban. Éstas despertaron viejos recuerdos, una, sobre todo, era inconfundible la de la niñita rubia, aunque ya no ceceaba.

- Estaba por aquí, recuerdo ese árbol que tiene dos ramas. Ahmed, busca por allí, por favor. Tu Deivid por el centro y Polo por la izquierda, yo seguiré esta senda. Tom tú por allí.. Estaba muy claro la que allí mandaba era ella...

El arbolito temblaba de alegría y gritaba:

- Estoy aquí – pero su voz no podía ser escuchada por los niños, que no comprendían su idioma, pues los humanos no entienden el lenguaje de las plantas. Sintió un estremecimiento de temor cuando escuchó a Polo decir:

- No te empeñes Lauri, tu padre tenía razón, no resistió el frío ni la falta de sol. 

- Sí está, se empecinó la niña - es que no buscamos bien. Seguid haciéndolo. 

El niño bajó la cabeza y obedeció. Tenía pocos años pero ya sabía que cuando las niñas se empeñaban lo mejor era obedecer.

Fue el árbol el primero en descubrirlos, vio a Tom y a Deivid entre la maleza, y chilló hasta desgañitarse, pero olvidaba que no podían escucharlo. Polo, que venía por el otro lado vio al arbusto.

- Mirad un rosal, - gritó - y tiene rosas. Lo recuerdo el árbol estaba… – se interrumpió para gritar - . Lauri tenías razón está aquí y ha crecido mucho, voy a por mi padre para que lo corte.

- No – gritó la niña – así le haríamos daño, hay que sacarlo para plantarlo en el jardín, avisemos también al jardinero, para que nos indique como hacerlo. Vamos a llamarlo.

El arbolito estaba exultante, los niños se habían ido pero volverían y se lo iban a llevar. De pronto escuchó un suspiro, era el rosal:

- ¿Qué te sucede? – preguntó.

- No nada, solamente que me voy a quedar solo y estos árboles no me hacen ni caso, ya no tendré con quien hablar.

- Entonces no me voy – replicó el arbolito.

- Eso no depende de ti – dijo el rosal – todavía no te has dado cuenta de que son los humanos los que deciden.

- ¿De qué estáis hablando vosotros? - se escuchó a los enormes árboles – los niños siempre rompen nuestras ramas o hacen dibujos en nuestras cortezas, es mejor que no vengan.

- - Éstos no son como dices, son buenos y no nos harán daño, además vienen a por él, no a por vosotros, lo mejor es que os calléis – les dijo el arbusto ya regresan, pronto estaremos solos otra vez.

Por el sendero venían los niños con varios hombres que llevaban azadones.

- ¿Dónde decis que está? – preguntaba uno de ellos.

- Allí, junto al rosal, que tiene flores replicó uno de los niños.

- ¿Cómo va a tener flores en invierno un rosal?

- Pues las tiene – dijo la niña, muy segura – y son muy bonitas.

- Será otra planta, ya veremos.

Niños y hombres se reunieron alrededor del lugar en el que estaban ambos contemplándolas con curiosidad.

- Tienen razón, es un abeto y un rosal no entiendo cómo pueden haberla plantado aquí, ni cómo han podido medrar en este lugar, donde apenas les llega el sol. ¿Es un milagro? No lo entiendo. ¿Los plantasteis vosotros?

- El árbol sí, hace dos años, un día de Nochebuena, era muy pequeñito, como recién nacido, el rosal no, espera papi, creo recordar que había una mata junto a él – intervino Deivid.

Todos se pusieron a trabajar y al cabo de una hora habían sacado al árbol con una pella de tierra para resguardar sus raíces.

- Ya hemo terminado vámonos, - dijo el padre de Deivid.

- ¿Y el rosal? ¿No lo iremos a dejar? – dijo la niña, mirándolo. 

- Es muy grande para poder trasplantarlo y aunque muy bello no sobreviviría.

- ¿Qué quiere decir sobrevivir?- preguntó otro de los niños. 

- Que se marchitaría y no tendría más rosas. Es mejor dejarlo aquí.

- No se marchitará, tendrá flores muy bonitas y no podemos dejarlo solo, – afirmó, con seguridad la niña – es muy fuerte. 

Horas más tarde el árbol estaba plantado en una maceta y en el jardín su compañero de aquellos años de soledad lucía sus más esplendorosas flores. Ambos estaban casi ahogados por el agua con la que los niños no paraban de regarlos. Llegó la noche y silenciosamente unas sombras se acercaron al árbol que había sido adornado con guirnaldas y luces de colores y en cuya punta habían colocado una estrella plateada, dejando unos paquetes a sus pies. El rosal preguntó:

- Arbolito ¿Qué sucede? Desde aquí no puedo ver bien.

- No lo sé, mañana lo veremos ahora es hora de dormir.

…..Al día siguiente el arbusto despertó bruscamente al escuchar el bullicio que los niños armaban, corrían y saltaban, dando gritos de alegría.

-¿Qué sucede arbolito?’ peguntó, divisándolo por la entreabierta ventana. 

- Hoy es Navidad y los niños están recogiendo sus regalos. Es verdad lo que decías sobre que mi momento llegaría y es éste: servir de punto de reunión para la familia, en este día tan señalado. Ah se me olvidaba tú no eres un rosal sino una árbol de flores de Pascua, hay muy pocos por aquí. Ha sido el hermano mayor de la niña que estudia botánica el que te ha identificado, dice que eres la variedad más bella Claudia Aldaz Rivera es la relatora de esta historia que fue contada esta noche y la protagonista

CONTINUARA...

☠️Pjmasks Horror 2021☠️ [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora