II. Mer d'or de rêves

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Seis años después

Ciudad Capital por la tarde

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— Cariño, recuerdas dónde dejé esa nueva blusa con diamantes en los hombros? —

Ninngguang preguntó caminando alrededor del dormitorio que compartía con su pareja con un rictus en los labios, solo vistiendo una falda de lapiz elegante, zapatillas punta de aguja y su brasier negro, era una imagen sexy a ojos de quien la viera.

Estaba un poco desesperada buscando su prenda faltante por cada mueble dentro de esas cuatro paredes color café, había conseguido boletos para una orquesta de jóvenes prodigios musicales en su teatro favorito, al cual, en realidad nunca había tenido el honor de asistir, porque era caro, pero conocía la clase de música que tocarían esa noche, su playlist incluía alrededor de cinco pistas de ese grupo orquestal, y claro que ella quería estar ahí. Ella, una fanática de la música clásica.

Divagando, a penas noto el momento en que su alto novio se acercó con la blusa en mano, perfectamente vestido para la ocasión.

— Gracias Zhongli, eres el mejor — La mujer tomó la prenda entre sus estilizados dedos con una sonrisa, abotonando rápido cada botón liso para poder abrazar por el cuello al otro frente suyo y robarle un beso profundo, un beso lento que a ambos les hizo cerrar los ojos en un gemido de satisfacción, ambos pares de manos recorriendo el cuerpo del otro con naturalidad. Después de todo, eran una pareja consolidada con dos años de noviazgo.

— Luces más preciosa de lo normal — Alagó a la chica entre sus brazos con un susurro sobre los labios suaves y rosados.

La noche era fresca, muy linda. Con un lindo cielo despejado, dejando admirar la cantidad infinita de estrellas sobre sus cabezas, el bullicio de las personas como música de fondo y el olor a sal que volaba desde la playa hasta ellos volviendo ameno el viaje al teatro a las afueras de la ciudad. Las personas caminando aun a altas horas de la noche muy tranquilas en aquella ciudad segura donde crecieron.

— Me gusta tanto compartir estos momentos contigo — Comentó Ninngguang una vez el alto estacionó el auto y le ayudó a bajar como todo un caballero extendiéndole la mano. Y la mujer, al posar el primer paso fuera de, fue receptora de la mirada de la madre luna, quien le hizo lucir como toda unn celebridad, y a quien engañamos, no solo la luna fue cautivada por lo bella que se veía, los hombres a lo largo de su corta caminata no disfrazaron su deseo al verla tan etérea.

Ya en la entrada pasaron de largo a todos yendo a sus asientos tomados de la mano. Tenían un buen lugar con buenas vistas, decir que aquél lugar era precioso se quedaba corto, la palabra no le hacía justicia a todo lo que el inmenso lugar a la orilla de la playa representaba, con una hermosa historia por detrás, el teatro Mer d'or de rêves hablaba por si sola del sueño dorado de sus antepasados por el amor a la libertad con el arte como modo de expresión, las pinturas sobre las paredes contaban grandes sucesos en el óleo, los murales en los pasillos sobre las grandes hazañas, todo acompañado de la buena preservación de la construcción antigua del lugar te transportaba a mil años antes. Como una fiesta en el siglo catorce todos iban con elegantes ropas a un lugar tan lleno de lujos.

Los pilares dorados eran más que parte del adorno en el recinto, eran parte del todo que conforma aquello, claro que cuando inició la música de la orquesta él seguía admirando todo a su alrededor con ojo crítico, mientras su novia se dejaba endulzar con los instrumentos del escenario.

— No sabía que un lugar así de hermoso existía en la ciudad — Comentó Zhongli al oído de la bajita, su aliento cálido haciendo cosquillas en el lóbulo de ella. Le gustaba la música clásica, porque relajaba el ambiente a su alrededor cuando estaba estresado, pero no era un aficionado como Ninngguang.

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