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Nicolás

El sonar de la campanilla que colgaba de la puerta llamó mi atención, donde miré al delgado cuerpo que caminaba con una sonrisa hacia mí.

Me detuve a mirarlo, a recordar con nostalgia lo que vivimos durante años. Lo inestable que él fue, lo inestable que fui yo. Pero lo extrañamente bien que llegamos a congeniar con el pasar de los días.

Él me quiso, incluso cuando era un mocoso engreído y vanidoso. Tal vez aún lo sea, o tal vez simplemente disfruto de mi buen gusto. No importa en realidad, porque él se quedó a mi lado cuando me derrumbaba, aún con sus propios problemas recuerdo que encontraba la manera de protegerme, de darme la mano y apretarla con fuerza. Diciéndome sin palabras algo tan simple que siempre ignoré:

Tienes a más personas.

Durante mis años de servicio, siempre creí que todo lo que tenía era a Cody. Incluso cuando se fue lo creía, consumiéndome en la miseria de que no me merecía nada porque él me había dejado.

No fui suficiente.

Esa era mi más firme conclusión. Nunca fui suficiente para él, porque cuando eres suficiente te eligen. Te encaran y te besan hasta perder el aliento, entonces te miran a los ojos y te afirman que primero morirían antes de perderte. Y tú jodidamente sientes lo mismo.

Pero a mí no me vinieron con un beso y una palabrería cursi. A mí me dejaron tirado en medio de un aeropuerto llorando y temblando en dolor. No fui la primera opción, y por mucho tiempo me pregunté si incluso estaba dentro de las opciones.

Pero entonces llegó ese chico y me gritó lo que valía, aquel moreno de ojos mieles que comenzó a llenar mis días de felicidad pura. Que me hizo olvidarme del sofocante dolor que habitaba permanentemente en mi pecho.

André me salvó.

Es, fue y siempre será mi ángel.

Y ahora me temo perderlo. Pero no quiero pensar de la misma manera en que pensé hace cinco años atrás. No quiero llenarme la cabeza de pensamientos oscuros sobre no ser suficiente o perder a la única persona que tengo en el mundo. Porque no es la única persona que tengo en el mundo, y eso me lo hizo saber la misma persona que ahora toma asiento frente a mí.

Mi mejor amigo. Mi alma gemela que siempre está cuando lo necesito.

— ¿Llevas esperándome mucho rato? —me pregunta Joaquín apoyando sus brazos sobre la mesa. Pude notar de inmediato una extrañeza en su mirada.

—No, unos minutos. ¿Pasa algo? —le pregunto con un poco de inquietud. Su mirada recae en mí y lame sus labios resecos, mordiéndolos con lo que parece ser nerviosismo. — ¿Estás bien? —insisto, porque detesto verlo de esa manera.

Él asiente, —Si, es que... Emilio es un imbécil.

Deja salir un suspiro de alivio, como si aquello que se estaba guardando y ahogándolo por fin fue liberado. Y tal vez fue así, su mirada ahora luce más sincera. Transparencia siempre fue de la mano con Joaquín, y ahora podía ver que algo en realidad le ocurría.

No pude evitar sentirme hundido, porque hace solo dos semanas, cuando Emilio le propuso matrimonio, lucían tan felices e inquebrantables. Pero ahora puedo verlo siendo... vulnerable. Luce como alguien a quien le han jugado una de esas bromas de las que te ríes y luego llegas a tu casa a llorar.

Joder, como Emilio le haya hecho algo, de mí no se salva.

— ¿Qué demonios hizo ahora? —La tosquedad en mi voz arrugó su nariz. — Todavía ni siquiera se casan y ya están discutiendo.

𝐒𝐄 𝐓𝐑𝐀𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐈 ♥︎ᵎ CodylasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora