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Mientras el Hanagaki desaparecía Shibuya estaba de cabeza por la desaparición del rubio de ojos azules, esto inicio en la mañana cuando Takemichi no se presento en su punto de encuentro con Kisaki y Hanma y luego no había asistido a clases según había declarado Chifuyu, tampoco había llamado a sus amigos de Mizo o asistido al club de "baloncesto" con Hakkai ni había llevado un almuerzo a Hina o ayudado a la enfermera escolar a acomodar sus medicamentos como era rutina cada martes, todos creyeron que estaba en casa seguramente enfermo así que le preguntaron a sus siervos más fieles sobre su estado y los tres contestaron con una negativa preocupando a todos, su última opción fue Draken, o la primera solo que no le querían preocupar, quien negó sobre saber algo de su paradero.
Y así fue como Kazutora fue el primero en llegar a su casa pero no parecía haber rastro del rubio, los segundos fueron Izana y Kakucho quienes buscaron signos de que algún disturbio hubiese pasado pero no hallaron nada, luego llegaron Baji, Chifuyu, Inupi y Draken, notando que sus cosas no estaban en donde debían de estar, el más alto de los últimos cuatro aviso a Hakkai y Mitsuya quienes preguntaron sobre aquello en la sala de maestros, donde si obtuvieron una respuesta. 

Aparentemente su alegre amigo había pedido permiso la noche anterior para faltar a clases durante dos semanas, nadie sabía porque o a donde había ido el rubio, sin embargo horas después recibieron una llamada de los gemelos, más bien el menor quien había dicho encontrar una carta sobre la barra del restaurante donde trabajaban y su jefe apenas se las había dado pensando que era una de amor debido a la decoración y no quería que se distrajeran con cursilerías durante el trabajo. 
Aunque la carta iba dirigida para el menor de los Kawata con quien extrañamente el de ojos azules había logrado formar una amistad un tanto extrañaba pero eran buenos amigos, eso ofendió al de ojos verdes quien aseguraba tener toda la confianza de su gran amigo Takemichi. 

La carta no decía mucho por no decir que nada sobre su paradero, era solo un aviso de que su amigo se iría durante dos semanas y no volvería hasta el fin de ese plazo y eso si que extraño a muchos pero lo dejaron pasar. 

 

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—¿Me estas diciendo que tu y yo nos conocemos?— Preguntó el de cabellos negros señalándose a si mismo y luego al rubio que estaba desparramado en el sillón. 

El de ojos azules, los que permanecían cerrados por el momento debido a que le chico estaba muy cansado, asintió con la cabeza y soltó un gruñido de afirmación bastante molesto, no era la primera vez vez que le contestaba la pegunta y empezaba a ser cansado tener que decir que "si" en cada ocasión en la que había sido cuestionado por lo mismo.
El chico de ojos negros solo asintió en su lugar aún sorprendido por lo que el rubio decía y le recalcaba cada vez, sin cambiar de opinión o algo similar, fue entonces cuando se levantó, tenía hambre y era probable que el chico igual así que salió fe la habitación y tan pronto como lo hizo el rubio se levanto de su lugar y camino a una de las esquinas del lugar donde había varias cosas apiladas de una forma bastante desordenada.
De su bolsillo de la chamarra saco un sobre color blanco y lo arrojo a la montaña de coas que había en el lugar y luego de ver como caía entre las cosas poco a poco hasta perderse sonrió y volvió a su lugar de descanso donde durmió por un buen rato, ahora estaba tranquilo, sabía que no dejaría nada atrás esta vez.


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Respiraba de manera tranquila mientras miraba por la mira del arma, estaba cazando en aquella área como era costumbre, o se hizo de esa manera en los últimos siete días la escopeta, un arma de caza no registrada en el país, ni siquiera era legal portar un arma de fuego, así que si eta era ilegal, pero no era para matar a nadie, aún, sino que era para cazar en el extensa área boscosa del bosque que estaba cercano al lugar donde se hospedaba.
Un escopeta de modelo "Benelli Bellmonte Ii Combo Mk2" era muy común para cazar pero eso Japón no lo sabía, miro al cielo, donde un ave pasaba mientras el Sol le daba de frente y luego de eso se escuchó el ruido del cañón, un disparo, no hubo mucha espera cuando algo cayó apresuradamente al suelo a uno metros de donde el estaba, sonrió victorioso mientras caminaba hacía donde estaba el ave ahora muerta. 

Suspiro luego de ver a una ardilla debajo del cuerpo del ave, al parecer había sido un dos por unos, otro cañonazo y el roedor dejo de moverse, no le gustaba hacer eso pero de alguna forma u otra era una forma de relajarse con toda la situación por la que pasaba, dejo el arma a un lado mientras se agachaba por sus presas y las guardaba, pero tuvo un momento, uno de aquellos en los que recuerda el dolor de todo lo que a sufrido, dirigió su mirada a su mano izquierda viendo sus cuatro dedos vendados exceptuando el pulgar, las extremidades que había perdido en una de sus tanta vidas, luego vio su muñecas, las cuales tenían bandas deportivas al rededor, lo mismo sucedía con sus tobillos, las usaba luego de que fue apresado y le habían roto cada articulación de su cuerpo, aun en las noches tenía dolores fantasmales por aquellos huesos o extremidades.
Recordó que también había una época en la que siempre usaba un gorro pero no podían culparlo, el pobre aún sentía sus sesos regados por la acera de la calle, en esos tiempo no dejaba que nadie le tocará la cabeza porque pensaba que la sangre permanecía entre sus rizos, y eso le perturbaba en sobre manera. 

Involuntariamente llevó su mano a su estómago y vomito todo lo que no había comido en ese día, hizo una mueca de asco y se levantó del lugar dejando su caza del día en el lugar, tal vez era hora de regresar a la sociedad. 


Hasta MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora