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¿Cómo le dices al mundo que te sientes tan jodido que no te puedes ni levantar? No lo haces, o al menos esa no era una opción en este caso, Takemichi Hanagaki no tenía elección, y el lo sabía perfectamente, no podía mostrarse débil, vulnerable, porque no quería decepcionar a nadie. 

Mientras todos esos pensamientos autodestructivos pasaban por su mente el jugo en su mano se acabo, ahora era la simple bolsa. Arrugo el envoltorio en su mano y salió de la estación, debía de estar alerta, esto podía ser un secuestro y el iba como vaca al matadero, si claro Takemichi muy astuto. Faltaban quince minutos para la hora acordada, había llegado muy puntual así que solo camino a una cafetería, la ansiedad le podía y necesitaba un americano bien cargado, sin embargo antes de ingresar al lugar fue sujeto de su mochila provocado que pierda el equilibrio y por poco cayese al suelo, pero sus reflejos eran mejores que hace, muchos, pero muchos pasados muy desastrosos. 

Giro la cabeza, curioso, podía ser alguien a quien se le había atorado el bolso o algo por el estilo, esas cosas suelen suceder. Detrás suyo había un tipo, cabello largo, bicolor, tenía mechas rubias y mechas negras, amarrado en una coleta y sus ojos eran de color lila, si el fuera otra persona tal vez se abría asombrado por el color y lo exótico del tipo delante de él, pero bueno, Hanagaki ya había conocido bastantes joyas en el mundo de la delincuencia, desde los más excéntricos hasta los más católicos, ya nada podía sorprender al pobre rubio. 

Solo hizo una reverencia y trato de volver a avanzar pero la misma mano en su mochila se lo impedía, cortés, con la sonrisa usual, tan radiante se giro de nueva cuenta y habló.

—Lo siento, pero necesito entrar a la cafetería, podrías soltarme, por favor?.

Y espero, paciente, pero el chico nunca le soltó, sabía que no servía de nada exaltarse por algo así, tenía que mantener la calma o explotaría y le daría un golpe al tipo frente a el y le gritaría más de un insulto, aunque la gente no lo crea y como hemos visto a lo largo de la desastrosa vida de Takemichi el a adquirido muchas... malas costumbres, queramos o no saberlo el tipo ya está acostumbrado a la violencia y eso, para empezar necesita un psicólogo o algo así, no entremos en detalles.

—¿Takemichi Hanagaki?— Bien, ahora estaba un tanto perdido, y se notaba en su mirada porque el rubio alzó la ceja con duda y volvió a mirar al chico de arriba a abajo, analizando, y fue cuando noto que llevaba el uniforme de una pandilla.

—Eh... ¿Si?— Era bastante sabido que al de ojos azules le gustaban los problemas y siempre que podía se metía en ellos.

Y entonces Takemichi recordó porque estaba en la estación de Shibuya y suspiro cansado, se giro totalmente hacía el de cabellos blancos esperando un golpe o algo similar pero en su lugar el agarre sobre su mochila desapareció y el tipo más alto que el comenzó a caminar, claro, indicando que el fuera tras el.
Miro hacía atrás donde estaba la cafería y suspiro, el solo quería mucha cafeína y eso se había visto interrumpido por el pandillero desconocido.



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Hasta MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora