Capítulo Ocho

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Dejó amarrada en el jardín su bicicleta y entró a su casa. Entró con rapidez y eso alarmó a su madre, puesto que Ángela se quedó estática al sólo dar unos pasos y madre e hija se miraron por unos largos segundos. La madre notó que tenía los ojos llorosos y estaba exaltada. Fue directamente donde estaba su hija y la abrazó.

- ¿Cariño, pasó algo? Estás pálida. – Le habló su madre.

- Me pasó algo mientras andaba en bici, mamá. – Le dijo Ángela con un susurro.

Ángela le contó lo del trayecto en bicicleta y su anónimo perseguidor. Al final, sólo para tranquilizar a su madre, le dijo que quizás estaba exagerando y que no era más que los nervios de estas últimas semanas. La madre la miró preocupada y le dijo que llamara a los detectives que habían venido hace unos días.

- No los llamaré por un ataque de histeria que me dio en la calle. Quizás a la que se lleven presa es a mí, mamá. No. No los llamaré. – Respondió enérgica en su decisión.

La madre insistió un rato, pero al final se dio cuenta que era una batalla perdida. Aun así, Ángela aguantó un gran sermón de su madre de su seguridad y los cuidados al andar en bicicleta. Y con toda razón.

Luego de ello, Ángela volvió a su habitación. Tenía unos mensajes de Esteban que le preguntaba si estaba bien. Dudó al principio de contarle lo sucedido, pero, de todas maneras, Ángela sentía que necesitaba contarle a alguien eso, aunque fuera sólo una estupidez.

- Aló. – Le dice escueto Esteban, luego de contestar la llamada telefónica de su amiga.

- Llegué viva. Pero me pasó algo en el camino. – Inicia su relato Ángela.

Luego de diez minutos de repetir exactamente lo mismo que le dijo a su madre, Esteban se quedó en silencio detrás del aparato.

- Hey, ¿estás ahí? – Le pregunta Ángela.

- Angi, que mierda está pasando acá. ¡Ese loco quería hacerte daño! – Le replica su amigo desesperado.

- No sé. Quién sabe. No te niego que me asusté bastante, pero también confieso que estoy media paranoica con todo esto. Quizás todo fue producto de mi imaginación y no fue nada importante.

- Para nada. Esto se está poniendo peligroso. Creo que deberías avisarles a los pacos o a los de la PDI que fueron a tu casa. Hay que informar que hay alguien persiguiendo a las personas.

- No. Nada de eso. Lo mismo le dije a mi madre. Es más, quizás por la tontera que hice, me lleven presa a mí por hacer ese accidente en la calle. Sólo debo tener más cuidado. Quizás ir armada con un fierro o algo.

- Asume que sí. Tengo un bastón, tipo de guardia de seguridad que te puede servir. Te lo llevaré a la casa para que tengas algo para defenderte. – Le sugiere Esteban, aún alterado por la situación.

- Gracias. ¿Y vendrás a dejármelo? Vaya que estás amable. – Le responde Ángela.

- Para que veas. Oye... ¿y dónde estabas? ¿Pasaste a otro lado después de visitarme? – Le pregunta su amigo.

- Mmm...

Ahí le contó que fue al campamento a visitar la antigua vivienda de su amiga y hablar con su hermano, para ver como andaban las cosas por allá.

- Angi, te pueden haber seguido desde ahí.

- No lo creo. Me hubiese dado cuenta. – Aunque, a decir verdad, sólo se percató de su supuesto perseguidor después de visitar la plaza donde encontraron el cuerpo de su amiga.

- Tiene todo el sentido del mundo. Ahí se encontró el cuerpo de la chica secuestrada, Angi. En sus terrenos. Y semanas después matan a la Tamy, que era del sector. ¿Por qué no? – Le responde Esteban analizando todos los puntos existentes.

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