Izuku estaba acostumbrado a la vida en Yuuei, un pueblo cuya tierra desbordaba magia en el viento de su "eterno otoño".
Y estaba bien.
Él era parte del secreto más grande que la magia de su eterno otoño podría esconder, él era parte de la manada T...
We're the wild ones Raised by the wolves We howl to the moon
Somos los salvajes Criado por los lobos Aullamos a la luna
— Bahari (Wild Ones)
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En días como esos, el negocio era lento, aunque el verano se avecinaba, y con él, el grupo de universitarios que regresaban a casa y los adolescentes que apenas alcanzaron la mayoría de edad y están listos para arruinarse la piel con el logotipo de su banda favorita, el nombre de su actual novio o, el peor de todos, el rostro de alguien, quien sea, los rostros siempre traían mal augurio.
Ese día las cosas estaban particularmente lentas en Spice&Bunny, lo suficiente como para dejar que Tenya y Ochako se retiraran antes. No había citas programadas hasta el día siguiente y sería una clienta para Ochako, una perforación en el ombligo, tan cliché.
Pero había otra razón por la que ese día debía cerrar temprano la tienda de tatuajes.
— Ya llegué.
Izuku sonrió al ver a su hermanito entrar por la puerta del negocio.
— Cambia el letrero a cerrado por favor, Kota, también pon el seguro. Te espero en la parte de atrás.
No espero a que le respondiera, dejó el mostrador y se dirigió a la parte trasera, pasando por la estación de Ochako, luego la de Tenya y, finalmente, el último cuarto, era su estación propia.
Spice&Bunny fue un sueño de secundaria que terminó por hacerse realidad gracias a sus dos mejores amigos, Izuku aún estaba sorprendido de que Tenya terminara por dejar la escuela de leyes para dedicarse a tatuar junto a él, quizá fue Ochako quien lo ablandaría después de tanto tiempo.
Le gustaba mantener las cosas minimalistas, así que su estación solamente era la silla para sus clientes, la mesa de sus utensilios, un modesto escritorio y, por su puesto, cuadros de su arte adornando las paredes.
Dibujos y dibujos de animales, él era conocido por ese estilo etéreo y místico con el que le gustaba trabajar. Las personas lo buscaban a él si querían algo de fantasía, porque no solo lo que colgaba de las paredes era suficiente carta de presentación, sino que sus dos brazos, tapizados de enredaderas y un conejo verde en cada brazo, atraía a los clientes.
Solo que sus tatuajes eran especiales.
— Estoy listo. — Dijo Kota, entrando en la estación de su hermano mayor al tiempo que dejaba la mochila de la escuela en el suelo y se quitaba la chaqueta.
