Capítulo 23

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El olor a naturaleza le llegó a las fosas nasales. Quiso seguir durmiendo pero un insistente rayito de luz no le dejaba la vista en paz. Abrió los ojos, y al instante tuvo que cerrarlos nuevamente, aquella esfera de luz se movía en sus narices asustándola. Sabía lo que era, sabía dónde estaba, sabía lo que pasaría, sí, ella lo sabía. Se levantó, viendo sus pies desnudos pisando la tierra fresca y con olor a naturaleza. Se encontró vestida con un camisón blanco que le llegaba a las rodillas. Se tocó el vientre sabiendo que ahí ya no albergaba ese bebé que ella tanto amaba. Suspiró y derramó algunas lágrimas. La esfera de luz seguía zumbando alrededor de ella, alzó la mano para tocarla y acabar con eso. Pero la rápida esfera se movió a otro lado, parecía una pelotita de las que aparecían en las películas de Harry Potter, con las que se jugaban al deporte de palos y escobas voladoras, llamadas Snitch. Algo que a ella siempre le había encantado, siguió persiguiendo la esfera de luz, hasta que desapareció. Reapareciendo de nuevo en su espalda, convirtiéndose en rayos de luz hasta dejar una silueta femenina, algo pálida pero que irradiaba belleza y serenidad. Podía ser comparada con un ángel, sus ojos verdes eran tan cálidos como los de _____.
-¿Mamá? –dijo en shock.
-Hola mi amor –Habló con ternura la mujer enfrente de ella. Casi como si le hablara a una bebé de meses.
-¿Tenía que morir para tener que verte otra vez? –Musitó, se lanzó a sus brazos y lloró en el pecho de ella.
-No corazón, yo siempre estoy viéndote. Te he cuidado desde siempre mi amor –Le acarició el cabello.
-¿Ya estoy en el cielo? –Preguntó _____ llorando, no solo por ver a su madre de nuevo, sino porque sabía que había muerto y su bebé lo había hecho con ella.
-No mi amor. Vine aquí porque necesitaba darte un recado.
-¿Qué es? –Se separó de ella, viéndola por primera vez desde que se había ido al inframundo.
-Oh cielo –murmuró su madre con la voz acongojada- Estas tan grande, tan hermosa. Eres una mujer de bien- le acarició el rostro con sus finos nudillos.
-¿Mami? ¿Perdí a mi bebé verdad? –su voz fue un susurro.
-No corazón, por eso he venido – hizo una pausa –Los dioses te han dado una oportunidad. 
-¿Qué es?
-Puedes volver a la tierra, o puedes quedarte aquí.
-¿Está bien mi bebé? –Fue lo único que preguntó. Si volvía seria con él, sino, se quedaría allí.
-Sí, el estará bien. Antes de que contestes –Murmuró cuando vio que _____ respondería –Si regresas, tendrá que ser con un riesgo, y será que no recordarás quién eres o qué pasó. No hasta que él te encuentre a ti.
-Está bien, mamá.
-Otra cosa. Niall no tuvo nada que ver con lo que sucedió. Fue su padre y la modelo los culpables.
-¿Qué…? –No siguió porque allí, donde su madre se hallaba ya no había nadie. Volteó para buscarla, pero lo que encontró fue la esfera nuevamente revoloteando alrededor de ella. Sin proponérselo la toco y todo a su lado se empezó a oscurecer dando vueltas, poniéndola a dormir otra vez.

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TRES AÑOS Y SEIS MESES DESPUES.

“…A tres años y seis meses de la muerte de la corredora _____ Jarrett, se cierran las investigaciones. Sus familiares no han querido dar detalles sobre cómo se llevó el juicio. Hablando por ellos el abogado de la familia. Niall Horan se le declara inocente por la tragedia que dejó huellas en la interestatal de Los Ángeles – Florida. 
El ahora Magnate de negocios asistió a la corte, a solo minutos del veredicto final del juez final, Niall Horan salió sofocado de la corte. Ahora que se le ha quitado ese peso de encima puede seguir con sus planes de boda con la modelo Italiana Alessandra Ricci, con quien establece una relac…”
Apagó la pantalla con el mando que había dejado a un lado. Se paseó por todo su inmenso despacho. Se quitó la chaqueta, desaflojó el nudo de la corbata, se abrió los dos primeros botones de la camisa blanca y se arremangó la tela fina de los brazos. Pasó sus manos por su cabello y luego por toda su cara. Dejó caer la cabeza en el respaldo viendo al techo, no supo que lo hacía hasta que vio varias lagrimas caer por sus mejillas y bajar hasta perderse en su cuello. Se levantó con pasos lentos y pesados, caminó hasta estar detrás de su cara y fina silla. Cogió el cuadro que estaba a un lado de su iMac, un él más joven y una muchacha de ojos increíbles verdes olivo, lo veían a través de la captura en blanco y negro, posteriormente editada por uno de los mejores fotógrafos de Italia. Ambos mostrando su dentadura blanca, en una playa y ella con un vestido de novia precioso. Recordaba esos momentos como si hubiese sido ayer, todos y cada uno, los recordaba. Llamó a su secretaria cortándole sus saludos con un seco –No me pases llamadas, no quiero que nadie me moleste, nadie- Repitió.
Caminó de nuevo al sofá, se quitó los zapatos italianos y se dejó caer en él. Acurrucó el cuadro contra su pecho doblando los brazos sobre él. Quedándose dormido luego de unos minutos donde se permitió dejar derramar muchas lágrimas. Murmurando entre sueños: “Mi esposa, mi hijito…”
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En un lugar no muy lejano al noroeste de Los Ángeles, una muchacha joven de unos veinte dos años, iba en busca de su hijito al jardín de niños. Su cabello antes castaño claro, ahora era oscuro. Ya no le llegaba a los codos, se lo había cortado por los hombros dándole un aspecto más de niña que de maestra de primer grado. Caminó a paso a rápido hasta llegar a la puerta del salón donde asistía su hijo. Saludó a la maestra con la mano y caminó hasta donde se hallaba el pequeño en la mesa circular, donde él estaba concentrado dibujando algo en una hoja. Ese algo no era un garabato como mayormente los niños de tres años hacían, era un dibujo de él y ella agarrados de la mano. No perfecto, pero era algo que aun los niños no aprendían. Ella sonrió, su niño era más avanzado que muchos niños de 6 u 8 años. El niño al darse cuenta de su presencia corrió hasta ella y estiró sus pequeños bracitos para que ella lo cargara y le empezara a dar besos por toda la cara.
-Mami me lledas de baba –SÍ. Su hijo podía sumar, tocar el piano, tener cierta madurez en algunas cosas y hasta había empezado a leer con apenas tres años de edad, pero aun no dominaba la Erre y la Ene. 
-¿Te lleno de baba? –Lució sorprendida cargándolo en un solo brazo –Tú me llenas de baba a mí todas las noches y no me quejo, James.
-Te quiedo mami –El niño la abrazó. Ella también lo hizo, lo abrazó fuerte.
-Yo también te amo mi amor. -el niño se zafó de sus brazos y salió corriendo hasta donde estaba unos minutos antes.
-Mida mami –Le mostró la hoja donde estaba pintando, mostrándole a dos personas agarradas de la mano. Ella y él. Ella con una altura enorme, el cabello de amarillo y una sonrisa hasta las orejas. James más bajo, algo flacucho y con su cabello marrón disparado a todos lados. Cada vez que veía a su pequeño hijo, la razón de su vivir, le llegaban pequeños y casi imperceptibles recuerdos al cerebro llenándole de un puñado de preguntas, sentía recordar a alguien más en su vida pero siempre se quedaban solo en la sensación. 
-Esta hermoso James –le besó la frente- Esto va para el refri ¿Qué te parece?
-Etá bien mami –Empezó a guardar sus crayolas y buscó su mochila en el estante.
-Hoy tengo todo el día para ti mi amor. ¿Qué te parece unos helados?
-TIIIIIII –empezó a saltar como un conejito.
Le tomó la mano a James, y ambos salieron de la pequeña escuela hasta la calle. Empezaron a caminar hasta el pequeño departamento donde vivían, ya que por ahí había un parque y una heladería cercana.
-¿De qué sabor quieres hermoso? –Preguntó ella cuando ambos se asomaban a la entrada de la heladería. 
-De chotolate mami –ella asintió y pidió dos conos de helado con sabor a chocolate.
-La señora Mery nos invitó a cenar hoy con ella, dijo que prepararía tu cena favorita.
-¿Macaddones con queso? –ella asintió, llevándolo a una mesita alejada del resto, y empezaron a comerse su helado.
La señora Mery era la persona más buena del mundo. Era ella quien la había encontrado en el bosque inconsciente. Había sido la mujer que cuidó de ella todos los meses que había pasado malherida y luchando por la vida de su bebé y la suya. Cuando despertó y no recordaba nada, la señora Mery se hizo cargo de todo. Era una mujer solitaria que tenía dos hijos y algunos nietos, pero vivían en Nueva York y jamás visitaban o llamaban. Ella era la dueña de los bloques donde vivía, por ese dinero era que se mantenía. Aunque cuando James iba a nacer, ella le dio el bloque de arriba sin tener que pagar una mensualidad. Como Mery no sabía nada de quién era la muchacha y ella había perdido la memoria, Mery la bautizó con el nombre de Bárbara, Bárbara Polo. O como ella le decía por cariño: Barbi. Mery la había ayudado cuando ella no tenía ni un dólar para comprar leche y ropita para su bebé. Mery también la quería ayudar a buscar su verdadera identidad, hasta que Bárbara le dijo que ella no quería buscar nada ya que estaba bien como estaba. Lo que sea que le había pasado en su ‘vida anterior’ no lo quería devuelta y aún menos con James allí. La señora Mery la llevo donde una amiga suya, donde la evaluaron y estaba más que apta para dar clases a niños de primaria, dándole un descuento este año al jardín de niños que empezó a asistir James y que también era propiedad de la escuela. Ella estaba feliz por sus logros, y porque ella y James habían salido adelantes solos.
-Mami ¿podemos id al padque? –Preguntó James, embarrado de chocolate.
-Sí cielo, pero primero ven para limpiarte –Sonrió ella divertida. Con una servilleta limpió suavemente la cara de su hijo, y después le pasó la gorra que llevaba en la mochila de la escuela.
-¿Jugamos con la pedota mami? –James sacó una pelota también de la mochila. 
- Sí, corazón. –tomó la mochila de James y su mismo bolso. Caminó hasta el pequeño y viejo parque y dejó las pertenencias en un banquito de cemento. Caminó de nuevo hasta unos pasos más lejos de James y esperó a que su hijo lanzara la pelota. Cuando lo hizo ella la atrapó en el aire, y la lanzó de vuelta.

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Había tenido que ir al noroeste de Los Ángeles para concretar un negocio. La próxima escuela se haría allí, no era que estaba muy emocionado por tener que ir allá, pero uno de sus socios pidió expresamente que él tenía que ir a ver dónde edificarían en los próximos meses. Había pasado la hora del almuerzo y sus socios lo habían invitado a uno de los restaurantes más lujosos de San Fernando. Se había negado diciendo que ya tenía planes. Y había caminado sin rumbo desde donde había dejado su carro, hasta parar en una heladería pequeña y algo vieja al igual que el parque. Pero no fue lo viejo o poco cuidado que estaba el parque lo que llamó su atención. Una muchacha joven de cabello marrón oscuro alzaba a un pequeño de unos tres años, a sus oídos llegaba la risa de ambos, y él no podía quitar la vista de aquellas dos personas, la muchacha con la cara enterrada en el estómago del niño provocando risas infantiles en el pequeño, cuyo cabello se parecía mucho al de él cuando estaba de esa edad. No supo que hacía hasta que se detuvo a unos dos metros de distancia de aquellas dos menudas personitas.
Ahí estaba él, enfrente de SU familia, a pocos metros de distancia sin saber realmente que ellos lo eran, pero con una corazonada en su pecho que lo hizo jadear.

Amor Clandestino-Niall y Tu-Hot-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora