Capítulo XI: «Atsuki honoo! Koibito no kizuna»

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«¡Llamas cálidas! Lazos de enamorados»

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Besa esos labios nuevamente, lo deseaba con urgencia, si bien habían pasado tan solo unas horas desde la última vez que hicieron el amor sus cuerpos anhelaban reconocerse nuevamente, no era algo difícil de entender, tanto tiempo separados sin las caricias del otro, amándose de la manera que lo hacían y deseándose más que a nada en el mundo. El aroma de Kyo era diferente a como lo recordaba, pero no en un sentido desagradable, simplemente ya no era un chiquillo, ahora era todo un hombre cuya esencia le estremecía completamente. Los besos tiernos al principio se empezaron a volver profundos y lúbricos, sus lenguas danzaban sin tregua, con el menor aun sentado en sus muslos Yagami se levanta sosteniéndole por el trasero, Kyo apenas siente como Iori se mueve, se aferra con sus piernas a la cadera ajena abrazándose al cuello del pelirrojo, agradecía a Kagura llevar a pasear a Tsuki, en verdad necesitaban ese tiempo a solas, no es que les estorbase el menor, solo que todo había sido tan rápido que no tuvieron tiempo de disfrutar su "matrimonio" un tiempo antes de tener bebés.

- Iori – los susurros del moreno hacen que el corazón ajeno parezca desbocado, esos ojos que le miraban entre suplica y deseo, los labios rojizos por los besos, pero también porque regularmente tenían un ligero color cereza, adoraba su forma, la suavidad que tenían, era un hombre, aun así, no por ello dejaba de ser jodidamente atractivo, varonil pero no tosco, simplemente le amaba y para él ese gato del demonio era la perfección andante.

Lo mismo sucedía para el moreno quien retira el rojo flequillo para poder contemplar el par de mares profundos que le hacían caer tan hondo impidiéndole salir, puede sentir las fuertes manos de Yagami comenzando a desnudarle aunque aquello no le hace perder de vista el rostro que le devuelve las miradas, las sonrisas, delinea los labios ajenos un poco, son delgados a diferencia de los suyos, pero no los cambiaría por nada, esa nariz un tanto respingada, los rasgos de ese hombre le fascinan, y no se diga las apenas notorias pecas que le dan ese toque juvenil, especialmente cuando se encienden al sentirse un tanto avergonzado. La camiseta de Colosseum que vestía el pelirrojo queda relegada, acaricia esos pectorales firmes, si alguien le hubiese dicho algunos años atrás que estaría loco por un hombre jamás lo habría creído, mucho menos si el sujeto en cuestión era su peor enemigo. El cuerpo del menor se derrite con cada caricia proporcionada por su pareja, esos dedos que se deslizan de forma experta, siempre fue así, Yagami parecía ir un paso adelante, tal vez en lo único que se sentía a la par era en las batallas, e incluso superior un par de veces. Sexo tuvo y bastante, las mujeres que estuvieron con él jamás se quejaron de nada, era todo un don Juan cuando se lo proponía, no obstante, seguía sin explicarse por completo que todo su ser se rindiese con ese hombre cuya piel se frota contra la suya. Kyo ladea un poco su cuello dejando que los labios de su rival paseen libremente por ahí, los besos son constantes, alguna leve mordida, de cierta forma se estaba conteniendo pues no sabía cuánto sufrió su rival en ese lugar, lo último que deseaba era traerle recuerdos desagradables mientras estaban juntos.

Un jadeo se escapa de los labios del mayor, uno en verdad inesperado pues su gato malcriado le ha apretado el paquete sin cohibirse en absoluto.

- No quiero que te domines... - le mira fijamente a los ojos, vaya que le conocía bien – tómame como desees... hazme sentir que te pertenezco solo a ti, vuelve a reclamarme como tuyo – aquellas palabras fueron casi mágicas, era lo que Iori estaba esperando desde aquel primer día que volvieron a estar juntos en esa misma cama.

Ni tardo ni perezoso Iori cumple la petición de su amante, deja algunas marcas en su cuello y hombros, baja a atender sus tetillas al tiempo que una de sus manos masajea esa entrepierna ya dispuesta, un quejido de dolor llena la habitación, una mordida como castigo al castaño solo porque si, le gustaba hacerle sufrir un poco, pero estaban tan duros sus pezones que no iba a dejar pasar la oportunidad de juguetear con ellos. Siente los dedos de Kyo en su cabello, seguramente va a separarle, sin embargo, sucede todo lo contrario, le atrae de la nuca para que le bese y mientras está distraído le empuja contra la cama, movimiento que toma desprevenido a su enemigo.

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