CAPÍTULO XVI: « Komatta Mondai» «Un asunto problemático»

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Habían pasado tres semanas desde que se mudaron a aquel alejado poblado, en la antigua pero hermosa casa de lo que alguna vez fuese el clan Yazakani, Tsukihito se miraba sumamente feliz, contrario a lo que esperaban, en ese tiempo no había crecido exponencialmente, algo que alegraba en demasía a sus padres, los cuales al principio solían estar detrás de su hijo segundo a segundo, sin embargo aprendieron a darle su espacio gracias a los consejos de Darcy; por su parte Doraemon, el "gato callejero" estaba también acostumbrándose al entorno, recién llegaron no solía asomar las narices fuera de casa, pero poco a poco con ayuda del menor comenzó a explorar el lugar, terminando por ir y venir a su antojo como el pequeño amo. Las provisiones no escaseaban debido a que Yume se encargaba de eso, mandando lo necesario e incluso un poco más cada fin de semana. Las video llamadas no faltaban, no solo con Shizu-sama y Saisyu, también se comunicaron con la familia de Yagami, aunque este último, igual que su padre, parecían convertirse en muñecos de cera cada vez que comenzaban las video llamadas, y si bien la nitidez de las mismas no era nada exagerada, aun así apenas y llegaban a moverse, todo lo contrario a Kyo quien ya no sentía ese "miedo" al ver a su suegro, sumado a que se hablaba bien con sus cuñados, incluso con Kaoru quien tenía la seriedad de Yume e Iori pero que se permitía de vez en cuando una sonrisa natural, diferente a su padre y hermano.

Todo en esos días fue excelente, el clima, los amaneceres y atardeceres que solían disfrutar juntos, definitivamente eran una familia feliz. No obstante, existía algo que perturbaba un poco esa atmósfera agradable, un sujeto albino que cotilleaba por los rincones, ese zorro blanco que cuando podía no le quitaba los ojos de encima a Yagami y ni siquiera se inmutaba un poco, solo llegaba a contener cuando Tsuki estaba ahí pues sabía que el chiquillo podía sentir la tensión en el ambiente lo cual no era conveniente ya que podría provocar algún malestar en el menor que terminaría en una gran rosticería no solo de casa sino de personas.

Kyo pese a ser un tanto celoso y posesivo, algo que aprendiera del maestro Yagami, intentaba no prestar atención a dichas miraditas, en tanto el pelirrojo evadía siempre que fuese necesario la presencia del chico de ojos grises.

- ¡Suficiente! – la mano izquierda de Yagami golpea con fuerza la encimera logrando que Kahlan pegue un respingo – ¿puedes decirme que coño quieres? Pareces como un maldito sabueso tras su dueño – el ceño fruncido de Iori le hace saber que le ha colmado el plato

- ¡Es la sangre de ese idiota la que me obliga a esto! – espeta el moreno intentando excusarse, pero de una forma totalmente absurda

- ¿De qué mierda hablas? – el vocabulario de Yagami, regularmente correcto, cambia en cuanto se cabrea, y en esos momentos estaba más que molesto

- Escucha... si Kusanagi se siente atraído por ti es por la sangre que fluye en sus venas – escupe esas palabras con doble intención, tanto declararse de forma indirecta como minimizar los sentimientos del castaño hacia el chico de ojos azules, los cuales se abren un poco por aquella sarta de estupideces

- No puedes rebajar lo que sentimos a simple atracción sanguínea – las facciones antes coléricas del pelirrojo se transforman en una seriedad pasmosa

- Entonces cómo te explicas que después de que su sangre entró en mi... comencé a sentir esta cosa rara por ti – mientras hablaban se miraban a los ojos, K' nota como los de Iori comienzan a teñirse de un tono rojizo, y contrario a lo que siempre hacía da dos pasos hacia el peliblanco confrontándolo, un centímetro de altura era prácticamente nada, así que el que K' sea más alto que él no le inmuta

- Entonces... ¿crees que estamos juntos solo porque nuestra sangre se atrae entre sí? - su voz es grave, podría erizar la piel de cualquiera, hombre o mujer, justo como ahora se erizaba aquella piel tostada, un asentimiento por parte de Kahlan, era la primera vez que le tenía tan cerca, nota levemente sobresalir el colmillo ajeno en una semi sonrisa socarrona – así que, según tu... terminaré sintiendo por ti lo que siento por el gato idiota... – gracias a su tono de piel no puede notarse el rubor que ha cubierto sus mejillas, intenta no desviar la mirada, estaba tentado a asentir pero su cuerpo no logra moverse ni un ápice – ...voy a demostrarte que ni en un millón de años podría sentir por ti ni una milésima parte de lo que siento por Kusanagi.

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