十四

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—¿Puedes alcanzarme mi katana, Naruto?— preguntó su padre con amabilidad, mientras terminaba de atar el nudo de su haori.

—Enseguida, papá— dijo serio y se puso de pie, dejando varios bloques de madera en el tatami.

Corrió hasta la habitación de sus progenitores y sacó con cuidado las dos espadas del soporte. Las abrazó a ambas contra su pecho, y con cuidado de no golpearlas, volvió al salón. Ahora su madre estaba allí, abrazando a su padre. Naruto sabía que algo estaba ocurriendo, pero esa sonrisa perpetua que le regalaban ambos, le hacía difícil discernir de que se trataba.

Kushina, su mamá, una hermosísima mujer pelirroja, le quitó las espadas y después de darle un beso en la frente, las colocó con seriedad en el obi de Minato, cabeza de la última rama del clan Uzumaki

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Kushina, su mamá, una hermosísima mujer pelirroja, le quitó las espadas y después de darle un beso en la frente, las colocó con seriedad en el obi de Minato, cabeza de la última rama del clan Uzumaki.

—¿A dónde vas, padre?— preguntó Naruto, tirando de la tela de su hakama, para llamar su atención.

—Tengo que salir un rato. Pero no te preocupes, volveré con ustedes ¿Vas a cuidar a mamá?— preguntó, agachándose para ponerse a su altura. El niño de cinco años asintió y luego de corresponder el abrazo de su padre, lo vió incorporarse y besar los labios de Kushina.

Un estruendo, proveniente del portón principal, llamó la atención de los tres...

—Minato...— gimió la mujer, atemorizada y escondiendo a su hijo detrás de sus faldas.

—Quédate aquí— ordenó el padre y bajó al patio, agarrando la empuñadura de su katana.

Naruto notó su ceño fruncido cuando se volteó para verlos, antes de perderse en la oscura noche, rumbo a la entrada de su vivienda.

Unos gritos, un choque de metales... el estremecimiento de su madre y luego voces acercándose, fué lo que sintió, con su rostro escondido en el kimono de ella.

Otro ruido se escuchó desde la entrada posterior y Kushina, tomándolo en brazos, se adentró en la casa a pasos desesperados y abriendo un armario, sacó todos los futones del interior y escondió a su pequeño.

—Se fuerte como tu padre— susurró bajo, colocándole un futón encima —Siempre estaremos contigo. Cierra los ojos, tapa tus oídos e imagina que estás en un lugar hermoso— besó su frente, dejando un rastro húmedo y lo terminó de cubrir —No salgas Naruto, por favor, no salgas, no importa lo que escuches.

Ella cerró las puertas, en el momento justo en el que se sintieron pasos en la habitación.

—No pueden entrar así. Mi esposo no es soldado de los Senju. Por favor, déjenos ir— rogó la mujer.

—¿Estás viendo lo mismo que yo?— dijo un hombre de voz ronca —¿Acaso no es una Kaika?

—¡Diablos, tienes razón! ¡Debemos llevársela a Madara!— gruñó el otro.

—¡¿Estás loco?! ¿Cuándo en tu miserable vida tendrás otra oportunidad de cogerte a una mujer así?

Naruto se movió, y destapando su rostro, logró ver las espaldas de los dos sujetos, por los agujeros ornamentales de la puerta del armario. Entonces entraron dos más y al observar al más alto, la bilis subió a su garganta y tuvo que apretar un futón contra su boca para no vomitar. Éste traía la cabeza de su padre, agarrada del rubio cabello.

Amo Sumiso (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora