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Los años pasaron y se vieron en muy pocas ocasiones en el trascurso de ese tiempo, solo de lejos y cuando el Takai iba con Madara para hacer algún tipo de inspección. La vida de Naruto giraba en torno a los recios entrenamientos en el cuartel, pero la de Sasuke se volvió un verdadero problema.

En la primavera de sus dieciséis años, tuvo su primer celo. Fué un infierno. Hasta ese momento se caracterizó por una persona tranquila y racional, pero esas cualidades se perdían por completo cuando experimentaba lo que él llamaba el "castigo" de los de su clase.

Nadie estaba preparando para la primera vez que ocurrió, así que Madara solo pudo ordenar traer a varias muchachas de las cercanías, sin importar la clase social que ellas tenían. Él perdía completamente la cordura y las montaba hasta que quedaban agotadas y eran sustituidas por otras, completando los dos días de celo.

Luego pasaba toda una semana en su habitación recriminándose su actuar y arrepentido de no poder controlar sus impulsos. El jefe seguía de cerca el estado de las mujeres, averiguando si alguna había quedado en cinta, pero para alegría de Sasuke, aún no había sucedido.

En las ocasiones siguientes las grandes familias solicitaron presentar a sus hijas casaderas para el celo del Takai, todos con la esperanza de que alguna de ellas pudiese engendrar un elegido, y las filas eran inmensas.

Se sentía horrible, no más que un semental que era utilizado por el jefe del clan, y estuvo a punto de negarse, sinó fuera porque ni él mismo podía luchar contra el maldito instinto.

Una mañana de verano, donde todos en la casa estaban usando yukatas frescas de algodón, pues el calor era sofocante; vió a dos guardias atravesar uno de los jardines mientras se abanicaba sentado en el pasillo elevado de madera. Éstos se detuvieron a saludarlo y entonces aprovechó para preguntar.

—¿Qué ocurre?

—Sasuke-sama, el señor nos solicitó con urgencia para recibir a los nuevos soldados de élite que se unirán a la guardia de palacio— contestó uno de ellos, mirando en dirección a la entrada con impaciencia. Sasuke le hizo una seña para que siguiera su camino.

Aún con su abanico en la mano, decidió ir para ver las nuevas adquisiciones de Madara a sus preciados soldados de confianza. Rodeó el palacio por el pasillo exterior, evitando los calurosos interiores, hasta llegar a la entrada. Allí estaba el jefe frente a tres muchachos jóvenes. Al reconocer a uno de ellos, de inmediato sonrió. Era Naruto, vestido con una yukata naranja, un obi negro y getas. Una katana colgaba de su cadera y su cabello estaba más corto de como lo recordaba.

Madara los observaba mientras uno de los guardias les explicaba las reglas de la casa y el comportamiento que debían tener. Sasuke se acercó al jefe, quien le sonrió ligeramente al verlo llegar.

—¿Qué te parecen?— preguntó éste y Sasuke se encogió de hombros.

—¿Los aceptarás así, sin más?— indagó, sin dejar de ver al rubio, que solo miraba fijamente el rostro del soldado que estaba hablando.

—Tienen excelente recomendación, pero ahora que lo mencionas... ¿Qué propones tú?

—Hacerles una prueba— dijo serio.

—Es una buena idea ¿Te encargarás?— preguntó el jefe y Sasuke asintió, escondiendo su sonrisa con el abanico.

—Es una buena idea ¿Te encargarás?— preguntó el jefe y Sasuke asintió, escondiendo su sonrisa con el abanico

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Amo Sumiso (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora