二十八

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Había corrido tanto que sus piernas se sentían adormecidas, y aún así, siguió corriendo. Como si quisiera castigarse a si mismo, hasta que su cuerpo no diera más y cayera desfallecido.

El bosque era aún más oscuro justo antes de amanecer, y esa soledad inmensa que lo devoraba, solo era una minucia comparada con el dolor atenazante que le destrozaba el alma. Pero él mismo se lo había provocado; había elegido su venganza sobre el amor... ¿Pero cómo se suponía que iba a ser feliz, cuando nadie había pagado por la injusticia contra su familia y su clan? ¿Cómo podría merecer la paz? ¿Cómo podría vivir a sabiendas de que no había hecho nada al respecto?

Toda su vida se la había entregado a un propósito y por más que quiso, por más que intentó que así fuera, su amor por Sasuke no era suficiente como para renunciar a su venganza.

Pero dolía... dolía tanto que se sentía morir. Su mirada herida, sus reclamos y gritos... Esa expresión de dolor había quedado gravada en su mente con fuego.

Se apoyó en el tronco de un árbol y se deslizó hasta caer al suelo. Sentado, abrazó sus rodillas y lloró, intentando decir su nombre y sin lograr hacerlo. Ni siquiera la primera sílaba de ese "te amo" que había estado practicando, salió de su boca.

¿Un "lo siento"? Se preguntó sarcástico. El Takai no perdonaría nunca su traición. Naruto sabía que su amenaza había sido verdadera, que la próxima vez que se vieran no sería en buenos términos. Pero él nunca podría luchar con Sasuke en serio...

Si tan solo el acabar con su vida fuera la solución de todo, realizaría el seppuku en ese mismo lugar, pero era tan mala su situación, que no se sentía dueño de su propia vida como para suicidarse. La justicia de sus padres estaba por encima de cualquier culpa, de cualquier sentimiento. Así que logró ponerse de pie y seguir avanzando.

Todavía tenía mucho que entregar, pero sentía que su corazón había quedado atrás y que todo lo que sucedería a continuación, no sería más que un sueño.

Cuando dejó la casa de su familia, después de enterrar a sus padres en el jardín; Naruto vivió hasta los once años en las calles. Fueron seis duros inviernos haciendo cualquier cosa para sobrevivir, desde robar hasta trabajar en las carboneras.

En una ciudad destruida por la guerra, el hambre y la pobreza eran también el desencadenante de la delincuencia. Todo porque el país del remolino quedaba en medio de los clanes Uchiha y Senju. Las guerras de extraños destruyeron todo a su alrededor. Y fué duro, muchos de los huérfanos que conoció durante ese periodo, no lograron sobrevivir.

Incluso él estuvo al borde de la muerte por la hambruna. Pero un día, mientras jugaba con una rama al borde de un río, haciendo las espirales que representaban a su clan, la voz de una mujer lo sacó de sus pensamientos. Cuando la miró se le cortó la respiración. Se parecía tanto a su madre...

Tenía el cabello rojo y largo, vestía un kimono elegante y su rostro era casi tan bonito como el de Kushina.

Naruto tuvo que limpiar sus lágrimas y obligarse a apartar la vista por puro respeto. Ella se acercó más y le volvió repetir la pregunta que no había escuchado.

—¿Por qué dibujas eso?— inquirió en tono serio.

Naruto, sin poder explicar con palabras, señaló las espirales y luego a su pecho.

—¿No puedes hablar?— él negó y entonces la vió sonreír ligeramente, de manera muy dulce y compasiva. Sacó un pañuelo de su obi y se lo enseñó. Éste tenía el mismo símbolo de su clan —¿Uzumaki?— preguntó, y Naruto asintió, resistiendo el llanto cuando su barbilla comenzó a temblar por alguna razón —Soy Uzumaki Mito, pensé que era la única sobreviviente, pero no sabes la alegría que siento al saber que no es así.

El niño se tensó cuando ella limpió la suciedad de su rostro con el pañuelo.

—Ya no estás solo. Ven conmigo— ofreció y le tendió una mano blanca y delicada.

 Ven conmigo— ofreció y le tendió una mano blanca y delicada

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マージン

Los gritos del Takai tenían aterrado a todo el personal de palacio. Nadie se atrevía a pasar ni cerca de sus aposentos. Mandara observaba de lejos, angustiado y con Sakura a su lado, quien había logrado calmar su llanto.

Sasuke regresó del bosque hecho un torbellino de furia, le anunció a todos que Naruto era un traidor y cuando la Kaika fué a pedirle explicaciones, él solo balbuceó algo de que lo mataría. Pero junto con sus palabras crueles, sus ojos estaban rojos he hinchados de llorar y nadie había pasado por alto su dolor.

Así que, por muy importantes que fuesen los documentos; a Madara ahora solo le importaba la estabilidad mental de su protegido.

Cuando todo quedó en silencio, se acercó hasta su habitación. Llamó desde el exterior, pero al no recibir respuesta, abrió la puerta y entró.

Sasuke estaba acostado en el tatami, mirando hacia las vigas del techo. Todos los muebles del cuarto estaban destrozados, incluyendo documentos y libros rotos, esparcidos por doquier. Su cabello negro estaba despeinado, e incluso su kimono estaba rasgado.

El jefe, después de recomponerse de la impresión lamentable que daba Sasuke, se acercó y se sentó a su lado, aún sin saber que decirle.

—Debiste azotarlo más fuerte— gruñó ronco —Debiste arrancarle la piel a tiras.

—No digas eso, nunca fuiste cruel, Sasuke. No empieces a actuar de esa manera.

—Ya no me interesa como debo o no debo actuar. Naruto se llevó todo lo bueno que había en mí. No dejó más que un agujero en mi pecho, un dolor tan profundo que...— sollozó —Me mintió tan bien. Y yo caí como un estúpido. Actué como un imbécil, casi rogándole porque se quedara conmigo. Diciéndole que lo amaba, pensando que él lo era todo para mí.

—No te diré que si lo tuviese en frente, saldría impune; ahora mismo tengo deseos de colgarlo. Pero creo que estás equivocado al decir que no te amó— Sasuke lo miró solo un segundo, y luego devolvió su vista al techo —¿Por qué sinó, habría de salvarte la vida?

—Ya no creo en nada de lo que sucedió. Quien sabe si fué él mismo el que colocó el veneno y después se arrepintió. Si me salvó la vida para después destrozármela... ¿Tengo que agradecerle? Pagué mi deuda dejándolo ir, pero éste dolor permanecerá hasta el día en que bañe mi espada con su sangre.

—¿Eso crees?— preguntó, sin obtener respuesta. Mandara suspiró y luego se puso de pie —Quiero que vayas con tus padres un tiempo. No creo que estés en facultades para trabajar en la planificación del ejército.

—No me quieras apartar del frente.

—Es por tu bien, así que obedece— dijo serio y tras mirarlo una última vez, salió de la habitación.

—¿Por qué lo hiciste?— preguntó a la nada y cubrió su rostro con las manos, cuando el nudo en su garganta volvió a crecer.

—¿Por qué lo hiciste?— preguntó a la nada y cubrió su rostro con las manos, cuando el nudo en su garganta volvió a crecer

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Amo Sumiso (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora