A pesar de todo, sus intentos por conseguir más información acerca de la muerte de su abuelo y el por qué de que su abuela le contara eso, seguían en proceso, sin ningún resultado.
Cada vez pasaba menos horas en su habitación y más en la casa de Lucy o de su abuela.
Cuando Alan preguntó a la niña sobre el hecho que había presenciado dos días atrás, ella respondió como si no supiera a qué se refería y cambió de tema rapidamente.
Finalmente, una estrategia dio resultado. Mientras estaban en silencio mirando el atardecer en el balcón sentados y con Kira en su regazo, Alan preguntó:
-¿Por qué no lo denuncias?
La pregunta tomó desprevenida a Lucy.
-¿De verdad querés saber?-preguntó ella con voz suave.
-Somos amigos y si no me contás las cosas que te pasan no puedo ayudarte. Mis intenciones son buenas pero vos no me dejás llevarlas a cabo.
El dorado cabello de Lucy ondeó como una bandera cuando una ráfaga de viento pasó por su lado.
-Quiero volverme más fuerte- respondió, sencillamente.
-¿Y por qué este deseo implica tener que soportar los malos tratos de tu padre cuando hay leyes que lo llevarían a la cárcel?
-No quiero que sea como la última vez, cuando intervino la Justicia. Esa vez, llamando a servicios sociales solo logré que me separaran de mi madre y de la casa y la ciudad que yo reconocía como mi hogar. Si quiero quedarme con el único amigo que tuve de verdad, tengo que resistir y superar lo que haga falta.
-Si necesitás ayuda- dijo el muchacho- podés contar conmigo para lo que necesites pero por favor... evita que él te mate.- sentimientos como cariño y la necesidad de proteger a Lucy impulsaron a decir las palabras que Alan tenía guardadas desde hacía mucho tiempo.- Sos, también, la única amiga verdadera que tuve.
Y se quedaron así, mirando el sol anaranjado que se escondía para dar paso a la noche.
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Luego de meses de tortuosa espera, llegaron las vacaciones de invierno y con ellas, el tiempo libre. Finalmente, Alan pudo ocupar por primera vez el traje que su abuela le había dado. Lo usó como si fuera de oro convertido en tela a pesar de que la camisa le quedaba un poco ajustada.
Las semanas de vacaciones, todo siguió igual: las peleas de sus padres, el deseo de fortaleza de Lucy y la pequeña Kira que se acurrucaba contra el en busca de calor.
Sin embargo, algo estaba mal. Algo no encajaba. Perla.
Luego de su último llanto por su hija, siempre se portó alegre e incondicional para Alan pero unos días despues de que empezaron las clases, ni siquiera habló con Alan, a pesar de todos los intentos de este de comenzar una conversación.
El segundo trimestre empezó con las notas y soledad habituales.
Aquel miércoles habría una respuesta, por fin, de parte de su abuela. Ya había pasado un mes desde la misteriosa llamada sin razón. O al menos Alan creía que no la tenía.
Alan, como de costumbre, tocó el melodioso timbre y esperó. A continuación, una cara ojerosa, arrugada y deprimida con temblorosas manos le abrió la puerta lentamente, sin asegurarse siquiera de quién estaba detrás de ella. El muchacho pasó, saludó a su abuela, quien no parecía estar de humor, y se sentó en uno de los polvorientos sillones, delante de una mesita ratona. Perla se quedó allí, con los dedos todavía arriba del picaporte, mirándolo como si no lo conociera. Su semblante no mostraba ninguna emoción. Clavó sus ojos en Alan y en sus labios se formó una débil sonrisa, tan frágil que parecía que con cualquier movimiento desaparecería. Alan se quedó allí, quieto, mirando a su abuela com ternura. Fueron unos instantes en los que perdieron la noción del tiempo y en los que se intercambiaron más emociones que nunca, como si por ese momento estuvieran conectados.
-Tengo que decirte algo importante- dijo Perla, rompiendo el silencio con sus ojos tristes y ojerosos.
Alan esperó unos momentos hasta que su abuela habló:
-Tengo cirrosis.
Silencio.
Alan no lo creía, todo encajaba. Estos últimos años en las noches se había quedado sola con el whisky y sus lágrimas, sufriendo. La inesperada llamada había sido ocasionada por la impotencia, no quería llevarse el secreto de Antonio a la tumba. Todo encajaba como un rompecabezas que se armaba solo, como si estuviera automatizado. De Alan brotaron pequeñas gotas que se resbalaron por sus mejillas y cayeron en el piso, silenciosas.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Quería que fueras feliz y si hubieras estado todo el año preocupándote por mi, no hubieras conocido a la niña de la que siempre me hablas, Lucy. Nunca la vi pero se que es importante para vos. Yo soy un estorbo, te mantengo anclado a mi.
-No digas eso.-Alan miraba a Perla con cachetes mojados y manos en la cara, tratándo de secar las lágrimas.
A continuación y por primera vez, Alan abrazó a su abuela. Fue un abrazo largo, cargado de impotencia y consuelo. Cuando por fin se separaron, Alan se fue a su casa. Tenía que pensar.
Su escudo ya no le parecía tan fuerte como antes.Hola, se que los abandone cruelmente ¡Solo falta un capítulo! Wow, todavía no me lo creo. Espero que les haya gustado.
También quiero avisarles que también escribo cuentos realistas, que publico en mi otro "libro", Marionetas. Chau.
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¿Estoy solo?
RandomAlan es un chico solitario y cerrado que convive con su dolor día a día. A pesar de ser increíblemente intelingente, no tiene amigos que lo acompañen o ayuden a enfrentar su sufrimiento. Pero un día, Alan empezará a experimentar por una vez en su v...