Capítulo 10

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Tristeza: lo único que sentía.
Lágrimas: las gotas saladas que emanaban de sus ojos.
Pañuelos: papeles que se multiplicaban cada minuto y se expandían como si hubieran hecho un nuevo continente en su cama.
Alan no lo soportaba.
"Necesito ayuda" pensó.
Se levantó de su cama llena de basura blanca y arrugada y caminó hacia la puerta con ojos rojos.
Abrió la puerta cansinamente, apollando una mano sin vida en el picaporte y empujando la puerta con una leve patada, como uno hace cuando está medio dormido. Salió al pasillo y los escuchó claramente.
Gritos.
"Lo que me faltaba"
-¡Ja ja ja! ¿Acaso me equivocaba? No, yo tenía razón y ahora tengo motivo suficiente como para pedir el divorcio- gritaba con tono burlón la voz de Damián.
-¿Ah sí? Me temo que si queres quedarte con la casa y el auto vas a tener que presentar más que una suposición-decía Claudia con el mismo tono.
"Basta"
-Basta- dijo Alan, bajito.
-Basta- repitió con un volumen normal, aunque todavía su voz no era audible para sus ruidosos progenitores.
-¡Basta!- gritó enfurecido, haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad que le quedaba.
Repentinamente, los gritos, las voces, los insultos, cesaron. La sala se convirtió en una biblioteca, con un silencio tranquilizador, de esos que uno no quiere que cesen nunca.
Alan bajó la escalera con pasos de fantasma, inaudibles.
-Gracias-dijo, rompiendo el silencio.
Abrió la puerta y salió a la calle, caminó los doscientos metros que lo separaban de Lucy. Pero cuando estaba a mitad de camino lo vió: la casa de Lucy, antes con ventanas arregladas faroles encendidos y cuidados había desaparecido. En su lugar, había una casa con la puerta de entrada sin barnizar, sistema de electricidad hecho añicos por los años y con un techo cubierto por ramitas de los árboles.
"No" pensó "No, por favor, no"
Con cada paso que daba su esperanza disminuía.
"Lucy..."
Corrió hacia la mansión tan rápido que parecía haber visto un vampiro.
Llegó. La puerta estaba cerrada. Decidió entrar por una ventana con los vidrios particularmente rotos y rompió algunos para que no lo lastimaran al entrar. Cuando terminó de apoyar su pie en el suelo vió una de sus peores pesadillas.
La hermosa y enorme biblioteca estaba destruída, algunos libros estaban tirados, otros, consumidos por el moho y la humedad. Era un espectáculo horrible. Si retrocedieras cien años y vieras algo que te encantara que en ese momento era nuevo y ahora lo miraras otra vez pero destruído sin razón aparente, hubieras sentido una pequeña parte de la desesperación y confusión que Alan sentía.
"¿Cómo?" repetía como loro el cerebro del muchacho. Pero no había tiempo para perder. Frustrado y triste, subió de dos en dos los escalones de los que vio descender a Lucy la primera vez que se conocieron. Llegó a la habitación de la niña y la abrió de par en par, bruscamente.
El cuarto estaba igual: mohoso, lleno de telarañas y polvo, como una vieja caja que desde hace años no se ha manipulado o abierto. Los peluches, las colchas de la cama, la ventana, el placard, los juegos de mesa; todo en el mismo estado. Se veían pisadas por todos lados en el polvoriento piso, unas más marcadas que otras.
De repente, todo tuvo sentido.
-Nunca existió-susurró.
Alan hace una mueca, una sonrisa de psicópata, como cuando uno rie para no romper en llanto o como cuando algo es tan malo que simplemente no puede llorar.
"Todo encaja"
Una risa que dejaría asustado a cualquiera salió de su boca como un aullido.
"Jamás existió. Fue solo un sueño"
De repente sus labios rebelaron la triste verdad:
-Lucy jamás existió, fue mi invento. La casa jamás se reparó, sino que con la mente la convertí en la casa de mis sueños. El padre de Lucy, Raúl, fue solo un justificatorio para su existencia. Jamás la maltrataron, ni jugamos a juegos de mesa, ni hablamos de política...
En ese punto, su voz se quebró. Ya sabía como terminaba la oración.
"Jamás tuve una amiga"
"Todas las semanas venía a este lugar en el que charlaba solo y jugaba juegos de mesa solo, ahora que lo pienso, jamás abracé a Lucy, ni tuve contacto físico cpn ella."
Otro pensamiento, igual de oscuro, se fue formando en la mente de Alan
"Ella siempre fue mi amiga imaginaria, que pensaba lo mismo que yo y a la que le gustaban los mismos temas y cosas. Estaba tan solo..."
De repente, su animo se quebró y la tristeza vino de golpe, con la fuerza de una bola demoledora que destruía todo a su paso. Y estalló en lágrimas que mojaron el polvo acumulado en el suelo de madera.

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Hola. Aviso que no me hago cargo de traumas psicológicos o la cantidad de gente suicida que va a haber a partir de ahora. Naaaahhh, mentira. Inesperado ¿no? El capítulo me quedó corto, así que voy a tener que hacer otro. Sean felices y coman dulce de leche. Abrazos.

¿Estoy solo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora